El posmodernismo es un concepto que abarca múltiples áreas de la realidad social, desde la cultura a la filosofía. Este conjunto de ideas a lo que se denomina comúnmente como posmodernismo tienen un factor común, y es que se afianzaron en gran medida gracias a las investigaciones de la “escuela posestructuralista”. Este movimiento o escuela es la más contemporánea de las últimas décadas, y de ellas han surgido y se han desarrollado otras corrientes ideológicas de suma importancia para entender la situación actual de la realidad, véanse los estudios postcoloniales, la segunda y tercera ola del feminismo, o el neomarxismo.
Esta escuela va tomando forma en Francia, alrededor de 1960, a manos de una nueva generación de pensadores que revisan y refutan el estructuralismo vigente en la sociedad de la época. Para entender qué aspectos del estructuralismo renegaron estos autores, habría que tener en cuenta que esta escuela tenía como pilar el estudio de la sociedad como un complejo sistema de partes o estructuras relacionadas entre sí. Se debe destacar que esas partes son las distintas áreas que componen lo social, pasando por la religión, la identidad nacional, la raza, la clase social, entre otras. De este modo, el estructuralismo buscaba analizar lo humano basándose en las relaciones y las características de esos fragmentos sociales. Como he comentado, los intelectuales que buscaron corregir el estructuralismo se les denominó posestructuralistas. Cabe destacar que el posestructuralismo no es una escuela teórica como tal, sino que ha sido clasificada por terceros como corriente, no por los mismos autores de éste. Aun así, la importancia de analizar este movimiento es que ha influido en la creación de una nueva concepción global de la realidad, el postmodernismo. El postmodernismo no es un heredero claro del posestructuralismo, sino que ha surgido de forma heterogénea en base a distintas corrientes culturales, ideológicas, económicas, etc (la Generación Beat, la muerte de las ideologías…); aun así, vamos a considerar al posestructuralismo como gran inversor de éste. Siguiendo con la idea anterior, esta corriente no es está basada en un dogma ni mucho menos, sino que se caracteriza por que sus miembros han analizado y trabajado en torno a ideas y campos similares, que son la antropología, la historia, la sociología, la filosofía, y el psicoanálisis. Básicamente, estos autores se encontraban muy cercanos al estructuralismo, pero su denominación común radicaba en que ellos intentaron recrear posiciones estructuralistas, esto es, analizaban nuevas corrientes del estructuralismo, y de esta manera, acabaron transformándose en críticos de este, debido a las limitaciones que veían en él.
Los posestructuralistas se caracterizan por analizar la sociedad y la cultura en cuanto a sus sistemas de signos, sus códigos y sus discursos, dicho de otra forma, todos los métodos de comunicación entre humanos. Asumen que todos los fenómenos sociales están estructurados semióticamente por códigos y reglas, y sujetos, por tanto, al análisis lingüístico según el modelo de la significación y según prácticas significantes. Así, el discurso es objeto y campo de batalla donde diversos grupos luchan por la hegemonía y la producción de sentido. De modo que consideran que quien domine el discurso, tendrá el control de la ideología y de la cultura, y así, de la realidad. Esto es visible en la actual corriente feminista, y su afán por dominar todos los campos en los que se puede reproducir un discurso. Basándonos en esa premisa, al negar la posibilidad de la reproducción de discursos contrarios al feminismo, se transformará la realidad.
El quid de la cuestión del posestructuralismo consiste en una reinterpretación de Sigmund Freud, Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger. Así, los cambios de paradigmas que traen el estructuralismo y el posestructuralismo generan una nueva manera de reinterpretar el marxismo y otras corrientes, en ocasiones uniéndolas, como podremos ver a continuación. Centrándonos en la teoría marxista clásica, esta presenta a la sociedad como una dinámica entre base y superestructura, donde en la primera se encuentran las relaciones y los factores de producción económicos. En la base encontramos entonces al proletariado, al capitalista y a los medios de producción, y la consecuente relación dialéctica que se da entre ellos. En la superestructura, Marx sitúa a la cultura, las instituciones, las estructuras del poder público, el lenguaje y los rituales. Entre la base y la superestructura se da una relación bidireccional en la medida en que existe retroalimentación entre ambas. Sin embargo, la base determina a la superestructura en mucha mayor medida.
Tras este análisis de las superestructuras y su poder, en el cual se destaca Foucault, y tomando como muestra de esto su libro “Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión”; va surgiendo dentro del posestructuralismo el rechazo a los estados y gobiernos, sobre todo a los estados grandes de alta capacidad (cabe destacar el periodo histórico, fin de la Segunda Guerra Mundial, caracterizado por el enfrentamiento de estados con una gran capacidad de control en la población, y su actualidad, la Guerra Fría, enfrentamiento entre dos superpotencias). Así, la teoría post-estructuralista se va acercando al anarquismo. La fuente teórica del anarquismo -el rechazo de la representación mediante medios políticos o conceptuales- se establece como fundamento en los teóricos post-estructuralistas. Este pensamiento está plasmado claramente en la corriente actual del posmodernismo de aversión al poder, ese rechazo a lo estatal y a sus brazos, lo policial y lo militar. Se culpa a los estados de la desigualdad económica y social, de las distintas situaciones históricas, de la opresión de las identidades, de la hegemonización de una figura canónica y del abandono de otras identidades (las mujeres, las culturas no europeas, las identidades sexuales alternativas…). Estos factores, unidos a otras corrientes, como por ejemplo, el surgimiento de un flujo ideológico que aboga por un trato más cercano del estado o la administración y el ciudadano (como la toma de decisiones vecinales o municipales…), unido al rechazo a esos estados de gran territorio que históricamente han oprimido culturas tradicionales, argumentando así la creación de estados culturalmente cercanos e inclusivos, así como el decrecionismo, el rechazo a el progreso de la humanidad a costa de la destrucción del medioambiente, da lugar a movimientos nacionalistas que podemos ver en nuestro día a día.
Otro factor clave del posestructuralismo es el freudomarxismo, esto es, la unión de las teorías de Freud con el marxismo. Así se da pie a elevar la subjetividad humana a un puesto más importante en la sociedad, rechazando así, en ocasiones, lo objetivo, la ciencia. Los efectos de esta teoría son claros en las ideas de la posmodernidad, y para ello, podemos detenernos en el feminismo actual, que, en ocasiones defiende la subjetividad femenina antes que los hechos, con frases características tales como “los hombres no pueden ser ginecólogos”. Tampoco se pretende reducir un movimiento en una afirmación concreta, pero es un modelo de esta idea del posestructuralismo. Cabe destacar la famosa frase del polémico personaje estadounidense Ben Shapiro “Facts don’t care about your feelings”, esto es, “a los hechos no le importan vuestros sentimientos”, en la que pretende demostrar que lo subjetivo no puede vencer a los datos reales.
El momento más importante del posestructuralismo es mayo del 68. Después de esa fecha se instaura filosóficamente el concepto postestructuralismo. Comienza el concepto post que da pie a asumir que se acaban los grandes relatos, los metarrelatos o metanarrativas como el marxismo, el psicoanálisis, o el estructuralismo, y da pie a la realidad posmoderna, donde nada es absoluto y todo es relativo, y las grandes estructuras de la sociedad, como la religión o la política, pierden su sentido y razón de ser, y comienzan a descomponerse y transformarse.
Viendo como estas son las principales ramas del posestructuralismo, podemos analizar con más detenimiento la realidad social actual, y así entenderla en profundidad. Lo más destacable de este movimiento es la capacidad de este relato de haber juntado y unido muchas corrientes independientes bajo su estandarte, desarrollándose, gracias a ello, en muchos campos, pero tomando el riesgo de volverse contradictorio. Como ejemplo curioso podemos ver la unión del feminismo con el pacifismo, construyendo a la mujer como símbolo de paz en los conflictos bélicos de la actualidad, teniendo en cuenta que, históricamente, la guerra ha sido hecha por los hombres, y así posicionándose en contra de la violencia y de la estructura social tradicional. Estas uniones de ideas son características del posmodernismo, y son resultado de esa capacidad de unión de corrientes del posestructuralismo.