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Las potencialidades de la lucha contra las casas de apuestas

Hace casi doscientos años Balzac calificaba a la lotería de su época como “el opio de la miseria”. Afirmaba que “ésta despierta en las personas esperanzas mágicas, engañando el árido presente con vanas e ilusorias promesas de futuro”. Dos siglos después podemos/debemos retomar esta reflexión, traerla a la actualidad y utilizarla para definir a las casas de apuestas y a los salones de juego. En el presente artículo realizaremos primeramente una radiografía del papel del “opio de la miseria” en la coetaneidad, para a continuación examinar el tipo de lucha que se está llevando a cabo y las potencialidades que puede llegar a desplegar.

Todos los días, independientemente de la edad que tengamos (menores incluidos), nos vemos abordados por algún tipo de publicidad que promueve el juego mediado por el gasto de dinero. Pocos espacios escapan a la presencia de la difusión de las apuestas: deportistas de élite, músicos de referencia nacional, ídolos de masas, equipos deportivos patrocinados por este tipo de empresas, periodistas (y programas – incluso informativos- de televisión), anuncios en mitad de los partidos y eventos con más rating, etc. A lo cual hay que sumar los más de 3.000 salones de juego asentados en las distintas ciudades españolas, cuya presencia no deja de multiplicarse.

Los locales de juego (que incluyen tanto máquinas para apostar como tragaperras, ruletas, etc.) y negocios como “compro oro” sustituyen a los clásicos comercios, a los espacios públicos modificando la morfología y estética de los barrios (toda singularidad local, todo significado propio queda sumergido por la “universalidad abstracta del mercado”). Los antiguos barrios obreros terminan reconvertidos y transfigurados en no-lugares, esto es, o en periferias alejadas de la metrópolis donde solo se dormita o en grandes centros comerciales y lúdicos orientados al consumo (entornos artificiales y desagregados, sin presencia de lazos comunales).

Centrándonos en la capital de España (ciudad que, en especial la periferia, ha visto incrementada la presencia de casas de apuestas en un 300% en los últimos cinco años) comprobamos que los distritos con mayor presencia de locales de juego son Carabanchel (73), Centro (72), Puente de Vallecas (63) y Tetuán (61). Demarcaciones de Madrid, que no casualmente, la mayoría, son las que menor renta per cápita tienen. El caso del Centro se explica en la medida en que actúa como espacio de ocio, lugar en el que, por sus características, confluyen gran cantidad de potenciales clientes (tanto turistas, como jóvenes). Este es un ejemplo gráfico de la línea que ensambla precariedad, excedente negativo de las fuerzas productivas (parados, personas sin opción a empleo, inmigrantes, jóvenes desarraigados) y propagación de los establecimientos de apuestas. Tal y como señala El Español, el perfil medio del apostante es hombre, entre los 18-34 años, y de clase media-baja. Ya decía Balzac, la lotería/el juego es un opio que se asienta y se nutre de la miseria de la población, de la subjetividades vacías que buscan las emociones simplificadas y momentáneas, de la ilusión de aquellos que no tienen nada, de la esperanza de quien no llega a fin de mes, del chaval que busca el dinero fácil que su familia no le puede proporcionar.

Inconscientemente, sin darnos cuenta, hemos ido integrando esta dinámica en nuestra cotidianidad y en nuestro entorno (no nos asombramos si alguien cercano apuesta, es más, lo raro es ver los partidos sin echar un “reta”). Esta normalización del juego se materializa, por ejemplo, en la expansión de la ludopatía (las asociaciones especializadas en tratar esta enfermedad reciben cada año un 30% más de pacientes), que de forma invisible y en silencio, ha penetrado en todas las capas sociales, afectando en nuestro país, según los datos, a uno de cada cinco jóvenes. Ya tenemos entonces los dos grupos sociales más devastados por esta patología: juventud -31% de los adictos tienen menos de treinta y cinco años- y clase obrera. En Galicia, verbigracia, un cuarto de los jóvenes entre 12 y 17 años ha apostado alguna vez (ejemplo que evidencia lo poco efectivos que son los controles a los menores). Y en Madrid, el 26% de los institutos están a menos de 200 metros de una casa de apuestas.

A la adicción a las apuestas hay que sumar también otras secuelas negativas, otros malestares que vienen de la mano: dificultades para devolver el dinero (deudas, robos para seguir apostando, etc.), erosión de las amistades y los lazos familiares, ocio alienante que no se concibe sin la intervención del dinero y que hunde sus raíces en la vacuidad electrizante, petición de microcréditos (los cuales se otorgan con excesiva facilidad y presentan unos intereses elevadísimos, clara muestra, por otro lado, de la connivencia entre empresarios del juego y banqueros), etc. Como indican representantes de la Federación de Jugadores de Azar Rehabilitados de Castilla y León (Fecyljar) “el adicto no es libre; es un esclavo de su necesidad de jugar y, en su caída, arrastra a todo su entorno”.

Ante esta problemática social (la catalogada “adicción del siglo XXI”) desde distintos puntos de España numerosos colectivos y asociaciones (encabezadas principalmente por grupos juveniles) llevan más de un año trabajando, coordinándose y desplegando una lucha incesante para conseguir la erradicación, sin medias tintas, de esta lacra social (que recordemos afecta de manera más incisiva a los estratos no-privilegiados, a los “perdedores” del capitalismo y a la juventud). En el caso bilbaíno hay que destacar la labor realizada por Eragin (asamblea de Jóvenes precarizados de Bilbao), que han llevado a efecto desde jornadas de protesta hasta actos de denuncia (tanto por la multiplicación de menores que apuestan, como por la cantidad de equipos, vascos incluidos, que están patrocinados por empresas de juego).

El pasado 6 de octubre, domingo por la mañana, más de 5.000 personas se reunieron y recorrieron en Madrid la calle Bravo Murillo -zona que destaca por la presencia de 7 locales de apuestas en 400 metros, y un total de 16 en escasos dos kilómetros- en señal de protesta (y manifestando un rechazo frontal) contra el asentamiento, proliferación y extensión de los salones de juego y las casas de apuestas en los barrios más precarios. Movilización instituida por 168 agrupaciones sociales (tanto de Madrid, como de los alrededores), entre las que destacan plataformas antidesahucios, asociaciones vecinales, centros sociales, asambleas feministas, etc. En otras ciudades también emergieron actos contestatarios frente a la existencia de los locales de juego: Algeciras, Barcelona, Santiago, Cartagena, Boiro, A Coruña, Granada, etcétera.

Ahora bien, la primera pregunta que irrumpe es: ¿en una ciudad de más de 3 millones de habitantes se puede considerar como un fracaso la presencia de “solo” 5.000 personas en la movilización? En términos cuantitativos probablemente sí, pero atendiendo al aspecto más cualitativo la respuesta puede ser negativa (y eso es lo trascendental). La protesta se conformó desde abajo, a través de agentes políticos autónomos, sin cobertura por parte de los mass media hegemónicos, sin referentes mediáticos, sin políticos tratando de instrumentalizarlo, etc. ¿De qué sirve una manifestación numerosa, una seudolucha, si no se diferencia de un macro-evento patrocinado por Coca-cola o Redbull? Lo sugestivo anida en lo que el propio movimiento dice de sí mismo, en la concienciación/politización de quienes participan, en la independencia crítica del pensamiento que la vertebra y en lo que éste deja tras de sí.

Las frases que figuraban en la pancarta de cabecera (“ellos se lucran, la clase obrera se arruina” y “fuera casas de apuestas de nuestros barrios”) y los gritos proclamados durante la movilización (“con la clase obrera no se juega” y “contra el capital, poder popular”) arrojan una serie de ideas preliminares interesantes y a tener en cuenta: el grado de concienciación (política y de clase) de, por lo menos, los convocantes, colectivos organizadores y asistentes; y el fin concreto al que, por ahora y como punto de partida, se aspira (como exponían en la propia manifestación: “ni que se regulen, ni se limiten: que desaparezcan”). Las ideas, aunque quizá de una forma pre-elaborada y antepredicativa, muestran un entendimiento claro de la dicotomización de la disputa (nosotros-ellos; nuestras vidas en su concepción abarcadora, contra el lucro que ellos logran al explotar y sacar rédito de nuestras miserias). Y este párrafo, por consiguiente, contesta a la pregunta previa, un movimiento que porta un nuevo estado de la conciencia (apartándose progresivamente del conformismo adaptado al mundo administrado) es cualitativamente potente.

Los últimos años, y décadas, nos demuestran la necesidad imperante de recuperar una cultura de la protesta que escape del efecto espectacularizador que absorbe y arrolla todo, de las consignas vacías lanzadas en teatralizaciones inocuas, de las revueltas supeditadas a las sensaciones inmediatas y de las acampadas convertidas en mero pasatiempo/ocio (que buscan solo el instante frenético emocionante). Tanto en la preparación y puesta en marcha, como en el trascurso de la congregación contra las casas de apuestas vemos un intento conjunto de reforzar la seriedad y unidad de la manifestación: desde la prohibición del consumo de cualquier bebida alcohólica y de fumar porros, hasta la estructuración y organización de las pancartas y banderas.

Si el fin de la movilización es, entre otros objetivos, el de lograr que la juventud desarrolle un ocio alternativo, escindido del mundo de la mercancía y apartado de la alienación y la reclusión voluntaria (la cual se materializa en el consumo de drogas), la manifestación tiene que ser el ejemplo propio de esto que se está propugnando (de ahí las distintas prohibiciones). Evitar, mediante la marcación de líneas rojas que no se deben cruzar, que la propia protesta reproduzca las mecánicas a cuestionar.

La acumulación progresiva de fuerza solo es posible, entre otras cosas, mirando hacia atrás en el tiempo, aprendiendo de los movimientos obreros del pasado, de la lucha vecinal y asociativa antifranquista, de los momentos de puesta en jaque de las fuerzas represivas. Unir y (re)conectar pasado, momento actual y futuro y romper con el presente perpetuo/eterno que no permite ni coger perspectiva analítica-crítica ni edificar-articular una apuesta coherente a futuro sin ceder al corto-placismo. En los colectivos adheridos a la manifestación de hace diez días encontramos desde asociaciones juveniles y de estudiantes, hasta las Madres contra la represión o los pensionistas indignados. Se articula así un nexo entre juventud precaria, parados y pensionistas, vínculo de lucha que logra evitar rupturas generacionales, distanciamientos entre distintas franjas de edades.

Las -posibles- potencialidades aparecerán (e incipientemente ya lo hacen) en el momento en el que la resistencia supere el exclusivo fin de resolver una problemática concreta (expulsar a las casas de apuestas), de exigir o reclamar concesiones a los partidos institucionales, de demandar soluciones dentro del aparataje estatal y vayan más allá, a la raíz del problema (cuestionar lo que provoca esta situación y el tipo de vida, de existencia que fomenta y promueve). En otras palabras, resquebrajar el intersticio que abre espacio entre lo particular y lo general, conectar la crítica a un ámbito en cuestión y el resurgimiento de las ideas que dibujan los contornos de un mundo distinto y de una existencia social plena.

Se trata de (y se debe) entender que el problema no es individual (paro, precariedad, familias ahogadas por la falta de dinero y de empleo, imposibilidad para construir una historia de vida edificante), sino un malestar que nos atraviesa y afecta a todos, y que, por lo tanto, la única solución pasa por la acción conjunta (no existe la posibilidad de salvaciones individuales). Dejar atrás las falsas salidas, los falsos escapismos (ocio alienante, hedonismo consumista) y hallar junto al Otro, el cual comparte nuestras dificultades, el proyecto que abra fisuras en lo realmente existente.  Y conseguir, de esta forma, recuperar los barrios para los que ahí habitan, descolonizarlos de las lógicas mercantilistas, de la pura rentabilidad económica, y re-tejer los lazos comunitarios superando la desintegración y fragmentación de lo colectivo.

Los colectivos e individuos que conforman la batalla contra las casas de apuestas reflejan muchos de los puntos mencionados en el párrafo precedente. Tanto en los documentos, como en las charlas y reflexiones vemos que apuntan a escindir grietas en la mirada individualista de los problemas y sus resoluciones. Ni la adicción a las apuestas, ni los condicionamientos sociales/económicos que confluyen en propiciar dicha situación atienden a razones personales. No es un asunto individual, las raíces son sociales (lógicas inherentes al sistema) y la solución conjunta (proceso que gradualmente supere lo ya conformado).

Entonces, a modo de síntesis y retornando al título del artículo, ¿qué hay de posibilidad, oportunidad revolucionaria en este conglomerado de protestas? La ocasión de dejar atrás las luchas exclusivamente defensivas (de resistencia, de mantener lo establecido o de intentar mejorar las condiciones dentro de las coordenadas ya marcadas) y pasar a una ofensiva portadora de nuevos ideales (alejados de la inmovilidad, rigidez e inflexibilidad teórica-práctica de las últimas décadas). ¿Qué puede aportar este tipo de lucha? La gestación de las dinámicas necesarias para escapar de la autolimitación y autoanulación de todas las protestas que vienen sucediéndose (las cuales, por otro lado, no cuestionan ni el Estado, ni el mercado, ni el capitalismo -o como mucho, critican sus “excesos”-).

Quizá este sea el punto de arranque necesario para despertar de la frenética cotidianidad, del siempre-lo-mismo que no concibe lo político más que como elemento pragmático dedicado a engrasar la rueda del capital, para ver que no somos meros engranajes atomizados, replegados en nuestro propio camino y mirando solo por nosotros. Ojalá sea el toque de realidad que nos permita, al levantar la vista, descubrir nuestra misma miseria en los ojos del otro, y juntos romper con ella.

Nudos vitales, sociales que deben cuestionarse, polemizarse y, finalmente, desenredarse, y cuyo proceso puede comenzar (y da la sensación de que está comenzando) aquí, en una lucha contra las casas de apuestas que también es una disputa por el territorio (la autonomía de los barrios), por la secesión de las lógicas mercantiles, por una cultura-ocio independiente (no-colonizada por la rentabilidad y/o la productividad) y por una forma de vivir-existir-habitar radicalmente distinta.

· Recordatorio: Para todos aquellos que vivan en Madrid ciudad o alrededores, el 12 de noviembre a las 7 de la tarde, en el Centro Social La Ingobernable, está convocada la IV Asamblea abierta contra las casas de apuestas.

· Apunte: el logo integrado en la imagen destacada (un puño reventando una ficha de poker) es un diseño realizado por Pani.

REFERENCIAS

–           “Observaciones sobre la parálisis de diciembre de 1995”, de Encyclopédie des Nuisances.

–           https://confilegal.com/20191012-apuestas-la-nueva-droga-de-los-barrios-obreros/

–           https://www.publico.es/sociedad/apuestaportubarrio-manifestacion-casas-apuestas-madrid-lucran-clase-obrera-arruina.html

–           https://www.abc.es/espana/madrid/abci-crece-negocio-casas-apuestas-juego-cerca-barrios-mas-pobres-201808240005_noticia.html

–           https://www.elsaltodiario.com/casas-de-apuestas/proliferacion-casas-apuestas-barrios-humildes-movilizacion

https://www.elsaltodiario.com/casas-de-apuestas/eragin-bilbao-mocion-menores-casas-apuestas-salones-juego

           https://www.elespanol.com/reportajes/20190102/casa-apuestas-metros-juego-barrios-pobres-madrid/365213785_0.html

–           https://www.eldiario.es/economia/calle-casas-apuestas-Madrid-manifestantes_0_949805275.html

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