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Crisis del COVID-19: Byung-Chul Han, pensamiento milenario y perspectivas de futuro

En este comentario, haremos un análisis del artículo “La emergencia viral y el mundo de mañana” relacionándolo con las antiguas corrientes filosóficas y morales del confucianismo y el legalismo y realizaremos una valoración de las proposiciones e ideas que se extraen del texto.

En primer lugar, cabe destacar que es admirable, en sentido histórico, que estas corrientes se hayan mantenido vigentes en la superestructura asiática hasta nuestros días, aunque también haya influencia de otras corrientes más recientes, por supuesto. Creo que una clave que explica su pervivencia es su relativa flexibilidad. Al fin y al cabo, son corrientes que se basan en la defensa del orden establecido, de la tradición, de la jerarquía, de la estructuración social y del Estado, por lo que son muy útiles para las clases dominantes que controlan el poder estatal en casi cualquier momento de la historia. Además, ambas son aplicables (si no es en su totalidad, en buena parte de sus posturas) en prácticamente casi cualquier régimen autoritario. Antes de continuar, quiero aclarar que no voy a entrar a valorar o definir excesivamente autoritarismo o autoridad porque puede dar para mucho y nos desviamos del tema, pero allá donde miremos encontraremos cierta autoridad y esta no es sinónimo de opresión (aunque muchas veces vayan ligadas políticamente hablando). Por ejemplo, cuando un conductor de autobús te dice que te sientes correctamente observamos una clara autoridad, pero ningún tipo de opresión. Dicho esto, no pretendo defender el autoritarismo asiático (ni mucho menos), simplemente aclarar conceptos. Pero volvamos a lo que nos incumbe en este comentario.

Estos días hemos podido observar cómo el modelo asiático, especialmente el chino, ha funcionado mucho mejor que el occidental ante la crisis del COVID-19. Dejando a un lado los datos, que no hacen más que confirmarnos lo dicho, podemos sacar un análisis de la influencia de las corrientes anteriormente comentadas en el modelo asiático. Para empezar, se ve claramente que el autoritarismo (propio de ambas tendencias) está siendo muy efectivo en esta crisis. La sociedad asiática está férreamente dirigida y acata lo que le dice su gobierno mucho más que la occidental, lo cual permite una respuesta unitaria frente a problemas de esta envergadura (ya lo sabemos, unidos somos más fuertes). Ahora bien, a esto se le debe sumar el colectivismo que rige en Asia. Este colectivismo es otra característica tanto del confucianismo como del legalismo. También creo que es necesario remarcar que, primero, hablamos de un colectivismo cultural o ideológico (preocupación por el bienestar general y conciencia social de grupo), no político o social (control colectivo de los medios de producción); y segundo, no es lo mismo colectivismo que uniformidad. El legalismo afirma que la diversidad genera debilidad y, por tanto, apuesta por la uniformidad. Toda uniformidad es colectiva, mas no todo colectivismo es uniforme (y con esto no me refiero al caso asiático, el cual suele mostrar bastante uniformidad, sino que voy mucho más allá). El interés por el bienestar común, más marcado en el confucianismo con su concepto de ren, hace que la sociedad asiática tenga mucho más en cuenta sus actos para no perjudicar al conjunto de ciudadanos. Y es que esto se diferencia mucho del individualismo occidental y la falsa solidaridad de muchos de sus ciudadanos, que no es que se preocupen realmente por el conjunto, sino porque la enfermedad no llegue a sus seres queridos. Ese nivel de conciencia asiática colectiva provoca que lleven mejor hacer sacrificios de este calibre y que los realicen con una mayor eficiencia. Sin embargo, también cabe destacar que este colectivismo es a su vez contradictorio, ya que hay una preocupación por el bienestar general de la sociedad, pero ¿cómo podemos hablar de bienestar general en una sociedad clasista, en una sociedad en la que encontramos distintas clases sociales con diferentes intereses, en la que unas oprimen a otras? Lo cierto es que realmente el bienestar de un sector de la población implica el malestar del resto de ella. Por eso, este colectivismo, esta preocupación por la comunidad, es contradictorio y siempre limitado a los marcos capitalistas.

Por otra parte, una vez vistas estas tendencias generales, también encontramos en el artículo aspectos más concretos que nos recuerdan a características propias del confucianismo y del legalismo. En primer lugar, la “medida estrella” en territorio asiático ante la crisis del COVID-19 es el uso del big data para controlar la propagación del virus. Ahora bien, esto supone un total control político de la sociedad, lo cual encaja perfectamente en los postulados del legalismo, que es defensor de un gobierno fuerte que cuente con este control sobre la población. Tal y como se expone en el artículo, el control de la sociedad por parte del Estado llega a estos niveles:

“El Estado sabe por tanto dónde estoy, con quién me encuentro, qué hago, qué busco, en qué pienso, qué como, qué compro, adónde me dirijo. Es posible que en el futuro el Estado controle también la temperatura corporal, el peso, el nivel de azúcar en la sangre, etc. Una biopolítica digital que acompaña a la psicopolítica digital que controla activamente a las personas”.

Siguiendo en la línea de este control social, encontramos otro aspecto del sistema chino. Se trata de un sistema de crédito social en el que cada ciudadano chino es evaluado en función de su conducta social. Aquí, observo dos “criterios de evaluación” que son la afinidad al régimen (control social) y la moral (que al final va vinculada al régimen), lo cual nos puede recordar a la importancia que le da el confucianismo a la conducta moral (especialmente dirigida al mantenimiento de la jerarquía, el orden y la tradición). Además, dependiendo de esta evaluación, se le otorgan una serie de recompensas a unos ciudadanos y castigos a otros, algo que nos evoca claramente al legalismo (sobre todo al de la figura de Han Feizi). Continuando con el legalismo, encontramos otro punto (quizás más discreto, pero igualmente reseñable) que podemos extrapolar a esta corriente. En esta crisis, los políticos eran valorados por su rapidez a la hora de suministrar mascarillas a toda la población, es decir, por su eficiencia institucional, no por su tendencia política realmente.

A falta de algún otro caso, con estos ejemplos hemos podido mostrar suficientes aspectos de la superestructura asiática actual que todavía tienen una clara influencia de las tendencias confucionistas y legalistas. Resumiendo, en la sociedad asiática actual podemos encontrar elementos que nos recuerdan claramente a estas escuelas como son el autoritarismo, los gobiernos fuertes, el control político y moral de la sociedad, el colectivismo y la defensa del orden, del Estado, de la tradición, de la jerarquía y de la estructuración social. Esto nos muestra hasta qué punto pueden pervivir ciertos ideales en la evolución de la superestructura de diferentes sociedades mientras les sean útiles a las clases dominantes. Aunque no debemos olvidarnos de recalcar que obviamente la superestructura asiática actual también es fruto de muchas otras tendencias más recientes.

A partir de este momento, el autor del artículo empieza a tratar, según sus palabras, las absurdas medidas tomadas en Europa, que no entraré a valorar por el escaso interés que me suscita para este comentario. Sin embargo, plantea de forma algo indirecta una pregunta que muchos y muchas nos hemos realizado estos días. ¿Y ahora qué? ¿Qué va a ocurrir tras esta crisis sanitaria que tendrá graves consecuencias económicas? En primer lugar, las clases dominantes culparán de la crisis económica al COVID-19, pese a que economistas y expertos avisaran de la llegada de una crisis económica desde hace dos años, que lleváramos en periodo de desaceleración económica prácticamente desde hace un año y que sepamos que las crisis económicas son cíclicas e inherentes al capitalismo. Es evidente que la crisis del COVID-19 va a agravar mucho más la situación, pero la crisis era algo que se venía anunciando desde hace tiempo, que no nos pretendan manipular. Pero más allá de esto, ¿adónde nos dirigimos?

La lucha por la hegemonía política y fundamentalmente económica de Europa entre EEUU y China se agudizará. EEUU había mantenido el control sobre esta zona desde hace décadas, pero China hace tiempo que ya dio sus primeros pasos y en esta crisis está demostrando que está dando un gran salto hacia delante en esta confrontación siguiendo una estrategia mucho más inteligente. Byung-Chul Han plantea en este artículo una posible exportación del modelo de Estado policial digital chino a Europa. Personalmente, no lo creo, al menos en su totalidad, porque hablamos de sociedades, de formas de pensar y de culturas muy distintas. No creo ni mucho menos que estos elementos sean inamovibles o inmutables, pero normalmente los cambios de pensamiento a escalas tan grandes están vinculados con el pensamiento de las clases dominantes. Por lo que solo un cambio profundo de pensamiento de nuestras clases dominantes (algo que se me hace difícil de imaginar ahora mismo), una sustitución de estas o una eliminación de estas y una posterior abolición de las clases sociales permitiría un cambio superestructural tan grande.

Sin embargo, pienso que lo que es evidente es que deberá haber una readaptación del capitalismo tras esta crisis y que sí que cabe la posibilidad de que se dé un viraje hacia un mayor intervencionismo estatal, que por mucho que insistan los liberales vulgares (y que también se lleguen a creer algunos socialdemócratas) no es socialismo; y sobre todo hacia un mayor control social por parte del Estado. En este sentido, serán importantes la tecnología y la digitalización como herramientas de control, tal y como se muestra en el texto. Pero tampoco nos engañemos. Pese a ser este control mucho más evidente, duro e intenso en Asia, sabemos que en Occidente también se ejerce cierto control mediante estas. Realmente, somos conscientes de que si quieren, pueden locarlizarnos enseguida o tener toda la información sobre nosotros que quieran, por ejemplo. Aunque lo que también es cierto es que a los países europeos aún les falta desarrollar más estos ámbitos para llegar al nivel asiático. No obstante, al final todo esto son conjeturas y realmente dependerá de lo que las clases dominantes consideren que necesitan para mantenerse en el poder.

Por otro lado, me ha sorprendido la postura de Žižek al afirmar que el virus ha sido un golpe letal para el capitalismo y al dejar entrever una posible transición al comunismo tras esta crisis. En primer lugar, hace una especie de predicción realmente atrevida y, desde mi punto de vista, infundada. Para criticar este tipo de predicciones me remitiré al propio Gramsci:

“Se conoce lo que ha sido o es, no lo que será, porque es un «no existente» y, por tanto, es incognoscible por definición. Solo se puede prever «científicamente» la lucha, pero no los movimientos concretos de esta, que son forzosamente el resultado de fuerzas opuestas en continuo movimiento. En realidad, se «prevé» en la medida que se actúa, en que se aplica un esfuerzo voluntario y, por consiguiente, en que se contribuye concretamente a crear el resultado «previsto»”.

¿Cómo pretender y prever una superación del capitalismo y un paso al comunismo sin siquiera una propia acción del Movimiento Comunista, que no es suficientemente fuerte ni a nivel nacional ni a nivel internacional? No hay nada que prever o predecir, porque no hay punto de origen del que partir prácticamente. Además, también peca de espontaneísta en mi humilde opinión, pues el capitalismo ha mostrado una gran capacidad de adaptación que cada vez me hace ver más imposible un colapso del capitalismo por sí mismo. Y, aunque no quiero pecar yo tampoco de hacer predicciones, veo muy complicada una caída del capitalismo sin una acción decidida, consciente y organizada de los y las oprimidas (la clase trabajadora internacional) que tumbe el viejo sistema y encauce la historia hacia el socialismo y posteriormente hacia el comunismo.

Casi finalizando, me ha alterado mucho el final del artículo que, frente al Estado policial digital chino, plantea confiar en una revolución humana para ya no acabar, sino restringir el capitalismo destructivo y para soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. En primer lugar, analicemos ese concepto de revolución humana. ¿Qué contenido tiene esta supuesta revolución humana? ¿Qué es lo humano (más allá de ser el ser humano un ser social)? ¿Hay algo que sea humano en sí, una esencia humana? ¿O es el ser humano un sujeto histórico sujeto a sus condiciones sociales? Me inclino más bien por lo segundo, claro. Además, habla de una revolución (indefinida) que no tiene el objetivo de acabar con el sistema, sino restringirlo, reformarlo, ergo no es ni siquiera una revolución en el sentido estricto de la palabra. Y, por último, soñar con una sociedad justa, algo que suena muy similar a planteamientos del socialismo utópico. De nuevo, ¿hay una justicia absoluta y universal? ¿O la justicia está sujeta nuevamente a condiciones sociales, a clases sociales? ¿Sociedad justa para quién? Al final, no podemos hablar de una revolución humana que libere a la humanidad, porque la humanidad no es un concepto homogéneo, sino que está formado por clases con diferentes intereses y, lo más importante, por clases antagónicas. Unas clases oprimen a otras y para que la humanidad sea libre deben liberarse primero a los y las oprimidas de este sistema. En última instancia, toda esta conclusión del artículo va enfocada a terminar afirmando que esta restricción del capitalismo destructivo es para salvarnos a nosotros, al clima y a nuestro planeta, algo que también me ha desconcertado bastante al no haber tratado en ningún momento del artículo el ecologismo o el cambio climático y meterlo de forma algo forzada en mi opinión. Más allá de abrir otro tema que puede dar para tanto (ya me he ido mucho por las ramas por hoy), simplemente dejaré una cita de K. Marx: “El capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y el ser humano”. No es cuestión de un capitalismo destructivo, es cuestión de que las propias dinámicas internas del capitalismo le llevan a ser destructivo. Ante este panorama de cambio climático que puede llevarnos a lo peor, solo hay una opción: socialismo o extinción.

En definitiva, intentando recopilar todo lo dicho, la crisis del COVID-19 nos ha permitido ver de nuevo las grandes diferencias entre el sistema y la sociedad occidental y el sistema y la sociedad asiática, en la cual podemos detectar aún a día de hoy grandes influencias de corrientes filosóficas tan antiguas como el confucianismo y el legalismo. En esta crisis, pese a la eficacia del llamado modelo asiático (en especial el Estado policial digital chino), no debemos ensalzarlo, ya que acarrea unas consecuencias sociales muy duras. Desde mi punto de vista, esta crisis debe servir para realizar una crítica profunda al capitalismo en Occidente por su inutilidad para gestionar esta situación poniendo en riesgo muchas vidas y proponer un sistema alternativo en el que algunas medidas útiles e imprescindibles, como el cese de la actividad productiva no esencial (con la consiguiente suspensión de pagos durante este periodo al no ingresar dinero) o el impulso de una organización de producción masiva de material sanitario o de otro sector necesario en la crisis, hubieran sido implementadas mucho más fácilmente. Debemos proponer un sistema alternativo no desde el idealismo, el utopismo más profundo y la reforma y conservación parcial del sistema (como se muestra en el artículo), sino desde el materialismo, el estudio científico de la sociedad y la superación del viejo orden.

Por Lluís Rodríguez Cueto (Estudiante de Historia en la Universidad de Alicante) – @lluisrc7 en Twitter

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