Hace cuatro días se hizo público el primer caso de una persona infectada por coronavirus internada en un campo de personas refugiadas. La persona en cuestión fue una mujer africana ubicada en el campo de de Ritsona al norte de la ciudad de Atenas la cual, había acudido a un centro médico de la capital para dar a luz.
Tras conocerse este hecho, el Ministro del Interior Griego comunicó la intención de enviar a personal sanitario para realizar test de coronavirus a las alrededor de 2500 personas que viven en el campo de Ritsona. Ante esta medida, son muchos los interrogantes que se han ido planteando sobre este tema, como, por ejemplo, ¿llegan tarde estas medidas? ¿Qué va a pasar con el resto de campos de refugiados en las distintas zonas griegas? ¿Qué papel va a adoptar la Unión Europa para paliar el contagio de las personas que allí se encuentran cuando son su responsabilidad?
Antes de proceder a contestar estas preguntas hay que analizar una serie de cuestiones que nos ayudan a comprender como la pandemia del COVID-19 puede provocar efectos irreversibles si la Unión Europea y Grecia no proceden a controlar a toda la población que viven en los campos en todo el país heleno.
Y es que, en primer lugar, estamos hablando de una crisis migratoria, la del Mediterráneo, la cuál se hace notoria tras el incumplimiento del acuerdo de acogimiento por la Unión Europea de 182504 personas en el año 2015 según expresó la propia Comisión Europea, aunque, en verdad esta crisis puede retrotraerse unos cuantos años más, en concreto, a los desplazamientos masivos de personas afganas e iraquíes tras las guerras que se dieron en esos países, años antes de la guerra de Siria que comenzó en el año 2011.
Actualmente casi la totalidad de los campos de personas refugiadas creados en todo el país heleno han superado su capacidad máxima de personas, lo que está provocando desplazamientos de personas hacia el norte del país orquestadas por la Unión Europea y el propio Gobierno Griego. Todo eso no has que otra forma más de deshumanización que sufren estas personas desde que salen de su país de origen hasta que regularizan su situación en algún país de la propia Unión Europea. Es más, como expresa el filósofo esloveno Zizek podríamos estar hablando de un nuevo modelo de proletariado europeo que sufre todo tipo de humillaciones y vejaciones en el transcurso de su llegada a Europa, llegando incluso a esa deshumanización que hemos comentado antes.
Es en ese proceso de deshumanización donde encontramos el mayor problema en relación con la pandemia que está azotando al mundo entero. Sin ir más lejos, las políticas de contención de la Unión Europea en terceros estados como Turquía, Marruecos o Libia pre-coronavirus han provocado el colapso de todos esos cambios, sobre todo, en la frontera con Grecia y Turquía, y en las islas de Lesbos, Samos y Quíos, las más próximas a la frontera turca. Como ya adelantó Accem, todas esas personas que llegan a las islas por mar y que permanecen indocumentadas hasta que llegan a ese destino final donde solicitan de esa protección internacional que les permita estar documentadas, y al fin y al cabo, humanizarse a ojos de la sociedad.
Pero, ¿qué pasa con todas esas personas que aún permanecen y que no tienen regularizada su situación cuando estalla la pandemia del COVID-19? En este caso, todas estas personas ya se encuentren en campos o intentando llegar a un tercer estado de la Unión Europea, son unos de los grupos más vulnerables a la pandemia, así como ser portadores del virus y propagarlo de una manera incontrolada. Acabamos de ver como se ha detectado la primera persona contagiada, y ésta ha sido gracias a que la misma acudió a un hospital para dar a luz. Sin embargo, no todas las personas pueden acceder a una prueba en algún centro sanitario, lo que va a provocar efectos catastróficos en los campos y en todo el país heleno si la Unión Europea no toma responsabilidad en el asunto.
La Unión Europea es la principal responsable de lo que pasa con las personas refugiadas que se encuentran varadas y/o indocumentadas en todo su territorio, pero sobre todo, aquellas que encuentran restringida su libertad de movimientos en los campos griegos. Ante esta pandemia, debería ser la Unión Europea quien tomara medidas para proteger a esas personas y minimizar los casos por un riesgo altísimo de propagación. Además, cabe recordar que Grecia con apoyo de la Unión Europea decidió suspender el derecho de asilo en el territorio, privando a todas esas personas de regularizar su situación, así como de poder acceder al sistema sanitario europeo, lo que provocará muchos riesgos a la hora de detectar el virus en todas esas personas.
Estas últimas semanas serán clave para ver cómo va a afectar el virus a todas estas personas que viven en los campos. Será muy importante que la Unión Europea tome cartas en el asunto y empiece, en primer lugar, por reanudar el derecho de asilo y empezar a aplicarlo de una forma eficaz durante los próximos meses. Además, debe tratar de reubicar a una gran parte de las personas que allí viven hacinadas y brindarles unas condiciones de vida dignas, con el objetivo de aislar el virus de la forma más eficaz posible. También deberá aislar a todas las personas que presenten síntomas de covid-19, así como, realizar test a todas las personas refugiadas, aunque éstas no hayan tenido contacto con alguna de las personas contagiadas. Por último, y no menos importante, todas estas personas podrán ser reubicadas en otros países de la Unión Europea si eso ayuda a hacer de cortafuegos con la propagación del virus.
Solo aplicando estas medidas y manteniéndolas en el tiempo será posible controlar esta pandemia a nivel mundial que ataca a los colectivos más vulnerables y se propaga más rápido incluso que el otro virus del que son víctima este colectivo vulnerable: la xenofobia.
Por Marcos Novoa Alemañ (graduado en Derecho y Máster en Cooperación al Desarrollo) – @Marcutenovoa en Twitter