Como es lógico, conforme evoluciona una sociedad también evolucionan sus ideales, valores y creencias. Por otro lado, es común en las sociedades humanas la representación física de esas creencias, a menudo de la forma más lógica posible, esto es, a través de la representación humana. Por ello, se puede entender que las representaciones de hace 20 años no sean las actuales, o que haya variaciones de un segmento poblacional a otro. En esa lógica, para comprender a un colectivo puede ser interesante analizar sus referentes.
En una sociedad estructurada y establecida como la nuestra es difícil establecer nuevos ídolos, por lo que, en muchas ocasiones, se opta por asumir los que las fuerzas del sistema proporcionan. En base a esto, al pensar dónde se pueden encontrar referentes hoy en día, ¿qué espacios nos vienen a la mente? El cine, la literatura, internet (con sus diferentes canales) … esto es, básicamente, el ocio. Es indiscutible el papel determinante del ocio en la sociedad actual, ya que se ha evolucionado en poco tiempo de una época donde el tiempo libre era privilegio de unos pocos, y que además era escaso, pudiendo limitarse a la literatura, el arte y las actividades físicas (además de la interacción humana, claro está). En cambio, conforme se acomoda el sistema capitalista y termina siendo un sistema donde gran parte de la sociedad tiene un nivel de vida acomodado -esto es, que ven sus necesidades básicas cubiertas-, la población se encuentra con tiempo para asuntos propios. Siguiendo con esa lógica capitalista de oferta y demanda, ante tal cantidad de tiempo – y cada vez más capacidad de adquisición–, va surgiendo el ocio tal y como lo conocemos. Huelga mencionar el fundamental papel del desarrollo tecnológico en el ocio tal y como lo conocemos.
Quienes trabajan en el ocio comienzan a ser capaces de dedicarse a ello, por lo que la cantidad y calidad del mismo asciende. Así, oficios que eran mal vistos socialmente (puesto que se les veía como vagos, inmorales, etc.), como el de escritor, actor… – que llegaban a compartir “clase social” con ladrones, prostitutas…– comenzaron a ser valorados hasta el punto que, con las décadas, son vistos como individuos de referencia, valorándose sus puntos de vista, opiniones, etc.
Siguiendo con la idea de los ídolos, hay que pensar en los canales más habituales de ocio y la manera más sencilla de encontrar individuos de referencia. Partiendo de que los humanos necesitamos vernos reflejados en otros para sentir empatía, es lógico pensar que el cine puede generar una mayor atracción que la literatura. No se da en los libros una conexión directa con los personajes, se nos describen sus rasgos, pero cada lector lo interpreta a su manera, falta una percepción e interpretación colectiva de los lectores para generar un ídolo. En cambio, no ocurre lo mismo en el cine, puesto que se proporciona un personaje establecido, con el cual se empatiza rápidamente. Se nos cuenta su contexto, sus motivaciones, sus objetivos, los cuales comprendemos y apoyamos, de manera que, en cierta forma, nos convertimos en sus seguidores, queremos que acabe “bien” la película para el protagonista, que triunfe sobre sus rivales.
Dependiendo de si la película es buena o no, de si evoca sentimientos, o de si, simplemente, es capaz de hacerse memorable en la mente del espectador, los y las protagonistas de esas películas pueden llegar a convertirse en un ídolo. El ídolo no se genera solo para una persona, sino que requiere ser seguido por un grupo de personas. Ese grupo no tiene por qué estar unido, tener las mismas características, el mismo nivel socioeconómico… aunque sí es probable que compartan gustos y aficiones.
Así, cuando el cine se aleja de lo convencional, de las películas para masas hechas para el gusto de todos, que no buscan el conflicto, que son predecibles y que todos ven para poder entretenerse con una historia hecha a su medida, es cuando más probable es que se generen ídolos. Esto se da porque los grupos que tienden a elevar personajes del cine y de las series (incluso de animación o comics, manga… que proporciona personajes con los que se puede empatizar, al ser representados visualmente) tienden a preferir películas alternativas, que muestren individuos con creencias y valores no aceptados socialmente, o que cuenten historias que se alejen de lo idealizado. Historias sobre venganzas, sobre asesinatos, sobre heroísmo fracasado o no valorado, sobre locura, sobre fracaso, sobre soledad, sobre amor no correspondido… esto es, relatos que cuenten la faceta más oscura y menos representado de los humanos.
Nadie se acuerda del nombre de los protagonistas de una comedia romántica o de un héroe tradicional (a no ser que se aleje en cierta medida de esos arquetipos), sino que aquellos personajes recordados y anhelados son los complejos, los atormentados, los que más se acercan a la cotidianidad y todas sus facetas, y se alejan de lo idealizado.
Sin irnos lejos en el tiempo, tenemos un caso reciente, el de la película Joker, donde el conocido personaje del cine se aleja de la línea argumental ya tan explotada de héroe contra villano, y nos trae el día a día de un individuo con problemas de salud mental que sufre y es ignorado por la sociedad. Alejándonos del tema del asesinato, ver ese lado humano hace que muchos se vean reflejados en ese personaje, en su soledad en la ciudad, en los problemas sociales, en el abandono, en la falta de afecto, etc. Otro caso recurrente es el de K, de la película Blade Runner 2049, que nos narra la historia de un robot que, por serlo, carece de afecto, es rechazado y se encuentra solo. Conforme avanza la trama, en vez de guiarse por el clásico desenlace en el que resultaba ser un humano y volverse así el líder de la revolución (y conseguir por fin el ansiado afecto), resulta que sí era un robot, y no era más que un personaje que en otra película sería un personaje secundario que ayuda al héroe a escapar o a lograr algo. Así finaliza la película, con el al final no protagonista del relato, solo una vez más, abandonado y a punto de morir, sin saber si alguien se dignará a salvarle. Estas historias, al ser ejemplo de lo mencionado, permite a los espectadores incorporar estos personajes en su colección de referentes, y les permite explorar las facetas humanas que no están lo suficientemente representadas.