Aimar, exredactor de ANF (Agencia de Noticias del Éufrates)
El desarrollo de la Unión Soviética, la Revolución China, la Revolución Cubana, la victoria en Vietnam frente al imperialismo estadounidense, las luchas de liberación nacional y anticoloniales en toda África o América Latina o la izquierda revolucionaria de los 70. Todas estas experiencias y la coyuntura internacional que se deriva de ellas para los militantes de intención revolucionaria son fundamentales en la fundación de la que sería una de las pocas organizaciones que resistió a la caída del Socialismo Real: el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Una coyuntura que expresaba la posibilidad real de una victoria militar de los desposeídos.
La Turquía de los años 70 vivía un auge de los grupos de izquierda revolucionaria, de las movilizaciones de masas y los enfrentamientos callejeros que derivaban en situaciones de guerrilla urbana. Más de 5000 civiles murieron en estos años a causa de la violencia política. Los fundadores del PKK se formaron políticamente en ese ambiente, militando en las universidades y en las fábricas. La respuesta del Estado turco y su aparato militar fue el golpe de Estado del 12 de septiembre de 1980 y la consecuente ilegalización de organizaciones y encarcelamiento de militantes. Si bien el PKK se funda en 1978 al calor de todas estas luchas, será en las cárceles donde nazca el mito, teniendo en 1984 un año clave: la gran huelga de hambre de presos en la cárcel de Diyarbakir y la primera acción armada el 15 de agosto, declarando así la guerra al Estado turco.
Adoptando una forma de partido político-militar vertebrado mediante miles de cuadros que entregan su vida al movimiento, profesionalizándose como revolucionarios y alimentando entre la población kurda, históricamente marginalizada en Turquía, un sentimiento de orgullo y un horizonte de liberación. El PKK no solo pretendía desafiar al Estado colonial turco, sino también a todas las estructuras patriarcales y reaccionarias dentro de las comunidades kurdas. Como ejemplo paradigmático, estará la lucha contra los matrimonios forzados, los cuales la mujer será invitada a abandonar para unirse a la guerrilla y comenzar así a escribir su propia historia.
Con los años, el PKK irá creciendo y adaptándose, formando Academias en Siria o en el valle de Bekaa en Líbano, al igual que hicieron otros movimientos contemporáneos como el Frente Popular de Liberación de Palestina. Tomando posiciones en las montañas de Qandil, esa cordillera fronteriza que atraviesa Turquía, Iraq e Irán. Extendiendo su entramado político en Oriente Medio y en el exilio en Europa.
Toda esta organización se orientaba hacía la confrontación militar en Turquía, ante la cual el Estado turco nunca dejó de responder con mano de hierro: desplazamientos forzosos de población, destrucción de aldeas, encarcelamientos masivos, torturas, asesinatos… Todo el repertorio de guerra sucia imaginable por parte de un Estado fue experimentado en Turquía para hacer frente a un PKK que nunca dejó de crecer. Esta fue la tónica general de los años 80 y 90: la de una guerra civil no declarada. Todo esto sin olvidar que, de forma paralela al Partido, se desplegaban toda una serie de organizaciones políticas de masas que también sufrieron todo tipo de ilegalizaciones y represión.
Pero el PKK es mucho más que un grupo guerrillero. Su fortaleza no reside en las armas, sino en su aparato ideológico, que ha sido capaz de permear desde las remotas aldeas montañosas donde el Estado turco no llegaba hasta los barrios de las grandes urbes turcas. Visto desde fuera, el PKK podría parecer un movimiento religioso que gana adeptos con la difusión de su palabra. Si bien esto es caricaturizar un movimiento, es de reconocer que todo gran movimiento político llega a ser grande en el momento en el que genera adhesión a él de una forma sentimental y cotidiana, más que por sesudos razonamientos de sus bases sociales. Pero esta adhesión solo se alcanza cuando su cuerpo político se dota de una estrategia acertada y ésta es desplegada por sus cuadros de forma efectiva. De lo contrario, el PKK sería hoy un grupúsculo sectario o habría desaparecido, como hicieron todas las organizaciones de la izquierda turca que le eran contemporáneas.
Y esta es la principal característica del PKK: su capacidad de adaptación estratégica sin perder su horizonte de liberación. Así, el PKK ha pasado por distintas etapas, de un partido que encajaría en los esquemas de liberación nacional desde un punto de partida marxista-leninista, con el consecuente objetivo de desarrollar un Estado Socialista Kurdo, hasta las actuales posiciones denominadas Confederalismo Democrático. Todo este camino está atravesado por el peso de la historia reciente: la caída del Socialismo, la desaparición de los partidos revolucionarios, los cambios en el poder en los diversos Estados de Oriente Medio, las guerras del golfo, las primaveras árabes, la guerra en Siria… toda una serie de hitos que se concentran en una región tan concreta del mundo, a los cuales el PKK es de las escasas organizaciones que han sabido adaptarse y continuar.
¿Ruptura, traición o evolución?
Desde una mirada europea desconectada de la cotidianeidad del Movimiento de Liberación Kurdo pudiera parecer que el salto de un leninismo clásico a un proyecto confederal y democrático fuera una ruptura y no una evolución sostenida en el tiempo, que aún hoy continúa. Es fundamental situar en el centro de esta discusión la coyuntura internacional de los años 90: la derrota del socialismo, el auge neoliberal, el impulso de la globalización capitalista y el TINA (There Is No Alternative). Los movimientos revolucionarios del mundo quedaron aislados y carentes de referentes. Es en la Conferencia de diciembre de 1995 en la que se sientan las bases de la nueva orientación política, la primera gran reunión tras la caída del Socialismo Real y la primera guerra del Golfo donde los kurdos de Iraq obtienen una autonomía dentro del Estado Iraquí. Se realiza una revisión tanto de la estrategia armada como de la política. En la cuestión política se hace por primera vez referencia a la Autonomía frente a la construcción de un Estado propio y se llama a un alto al fuego para permitir una participación libre en las próximas elecciones. Es decir, es desde 1995 hasta 2005 (año en el que se declara definitivamente la vía al Confederalismo Democrático) cuando sucede esta transformación, entre medias varios Congresos, el encarcelamiento de Öcalan y la constitución de nuevas organizaciones. Esto implica toda una serie de procesos de autocrítica y debate colectivo que no pueden ser reducidos a la palabra e idea de un solo hombre encarcelado, Abdullah Öcalan, por mucho peso que él tenga en la organización y el movimiento.
No es objetivo de este texto detallar qué se entiende por Confederalismo Democrático, pero este no es simplemente una nueva ideología. Es un marco civilizatorio frente a la Modernidad Capitalista, el patriarcado y el Estado-Nación. Frente a ello: la Modernidad Democrática, la liberación de la mujer y la Comuna. El PKK no considera esto una ruptura con el Socialismo y su tradición histórica, de la que sus militantes se sienten parte y herederos, pero sí hacen mucho énfasis en su socialismo democrático y el sistema comunal. Todo ello les ha llevado a un proceso de desnacionalización de su movimiento, proponiendo su marco civilizatorio como la opción viable para la liberación de Oriente Medio y Turquía.
Toda esta evolución ideológica ha mantenido un eje vertebrador: el Partido. Éste ha seguido siendo, en términos generales y organizativos, muy similar en todos sus periodos. Las condiciones de guerra y clandestinidad condicionan la forma en la que te organizas. Otro hecho diferenciador de este Movimiento es la ruptura con los esquemas militaristas. El propio Confederalismo Democrático es también un intento de no circunscribir la lucha a la victoria militar, es dotar de un proyecto propio a su sociedad civil y que esta no reproduzca los males que acarrea toda estructura militarizada. El nexo entre ambas sigue siendo el mismo proyecto ideológico, la formación de cuadros políticos y un liderazgo colectivo común representado en la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK).
Este recorrido ideológico hace al Movimiento comprender hoy que es posible la liberación nacional sin la necesidad de la construcción de un Estado. El reconocimiento de su identidad y garantizar sus derechos políticos es una realidad que puede darse bajo un Estado no kurdo, al igual que sucede en otros países plurinacionales, aun con sus contradicciones. Construir un Estado Kurdo implicaría pasar por todas las etapas y filtros que se requieren para ser reconocidos internacionalmente en un mundo en el que no existe un polo socialista o democrático. El ejemplo más claro se da en la situación de Rojava: podrían haber declarado su Estado y haber encontrado reconocimiento en EEUU, Israel y otros países, pero no han querido y han optado por dar la lucha por la democratización de Siria y el reconocimiento de sus derechos y conquistas políticas. Se opta por una construcción política sólida desde la ideología hasta las bases materiales, promoviendo una lucha política en todos los frentes que permitan una vida libre y el despliegue de un proyecto civilizatorio antagónico al capitalista que requiere de alianzas con otros actores revolucionarios regionales e internacionales aun por aparecer. El carecer de un Estado propio no implica carecer de un poder propio. En la construcción de ese poder es donde el Movimiento deposita sus esperanzas.
Estas ideas junto con la actual situación en Oriente Medio, el genocidio en Palestina, el nuevo gobierno en Siria, la crisis en Turquía o los vientos de guerra en el mundo han supuesto un gran impacto en el Movimiento. Esto motiva un cambio histórico: la disolución del Partido.
2025: Disolución
El Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) ha anunciado su disolución. Comprender el significado de esta decisión implica conocer qué es el PKK, la coyuntura política de Oriente Medio y el proyecto político del Movimiento de Liberación de Kurdistán. Este anuncio, siendo histórico y sorprendente, no resulta una anomalía en la historia del Movimiento. Son varios los altos al fuego que el PKK ha declarado y ya en 2002 llegaron a disolverse, dando como resultado diversas estructuras como KADEK [Congreso de la Libertad y la Democracia de Kurdistán] o KONGRA-GEL [Congreso Popular de Kurdistán]. Lo cierto es que el PKK y todos los movimientos a su alrededor, son entidades políticas vivas que no se comprenden como un fin en sí mismo. Son herramientas al servicio de la liberación y, como tales, su existencia es finita. El giro ideológico que supuso el Confederalismo Democrático no fue un mero cambio de nombre, fue una apuesta decidida por un socialismo democrático que se construye bajo las banderas de la autodefensa, el trabajo ideológico, la liberación de las mujeres y la defensa del territorio, sostenido por los cimientos de un metabolismo social desarrollado en toda una serie de organizaciones e instituciones comunitarias. Es decir, el PKK, como organización de cuadros militantes, ha construido un cuerpo ideológico que ha transmitido a cada una de las capas de las sociedades donde opera de forma clandestina mediante su trabajo militante. Todas esas organizaciones, agrupadas bajo el paraguas de la KCK (Unión de Comunidades de Kurdistán), tienen ya el papel de construir un poder propio bajo el concepto de la Autonomía Democrática. Es en el momento en el que el desarrollo de las capacidades políticas de la sociedad democrática se ve limitado por el conflicto militar cuando llega el momento de aparcar las armas y rearticular la lucha y su militancia.
La declaración de Öcalan[1] pidiendo al PKK un nuevo Congreso para debatir la disolución del partido es solo una directriz que culmina un proceso que ya estaba escrito de antemano:
«A medida que las actividades del KCK adquieran estatus legal, el PKK ya no tendrá necesidad de participar en ninguna actividad dentro de Turquía. Basará su existencia futura en actividades políticas, sociales, económicas y culturales legales y democráticas.»[2]
Los revolucionarios del mundo tienen mucho que aprender de esta experiencia histórica. Trataré de exponer dos cuestiones que no suelen ser parte del debate: la guerra y la revolución.
La guerra en el siglo XXI
Los orígenes del PKK se remontan a las izquierdas revolucionarias de los 70, que crecieron con la cercanía de diversas insurrecciones y victorias armadas (China, Cuba, Vietnam…). En los 80 y 90 constituyen su propio ejército siguiendo una línea similar a la Guerra Popular Prolongada del Maoísmo, liderada por un partido férreo, disciplinado, jerarquizado y fuertemente centralizado a semejanza de cierto Leninismo. Constituir un ejército de campesinos y proletarios (lo que es el PKK en última instancia) y lanzarlo a la guerra era una opción válida. Aun siendo los ejércitos estatales superiores en número y capacidades, un apoyo popular masivo, acompañado de una buena estrategia político-militar, podía llevar a victorias estratégicas a un movimiento revolucionario.
Todo esto cambia con los saltos de escala que han supuesto los avances tecnológicos en el campo de la guerra a los que, si bien el PKK ha sabido adaptarse, cada vez suponen esfuerzos mayores que difícilmente se pueden superar. La superioridad tecnológica de los drones, satélites, aviones o armas de última generación se ha combatido con estrategia e inteligencia guerrillera: golpear y moverse, moverse y golpear. Si bien el ejército turco ha sufrido grandes derrotas en las montañas de Zap, Avashin, Metina y Gare, que hacen de frontera natural entre Turquía e Irak, esta guerra de desgaste nunca podrá llevar a la victoria del campo revolucionario por sí misma.
¿Quiere decir esto que la insurrección armada frente a un Estado moderno desarrollado del siglo XXI es algo a descartar? Es probable que sí. Depositar tus posibilidades de victoria política en la necesidad de la victoria militar es una estrategia con altas probabilidades de fracasar.
El PKK ha tomado buena nota del genocidio que está llevando a cabo Israel sobre el pueblo palestino. Un Estado del siglo XXI con altas capacidades militares y tecnológicas y con el beneplácito de las grandes potencias puede acabar con toda una población en cuestión de meses. Y Turquía ha tenido muchos comportamientos similares a los de Israel en los últimos 30 años.
¿Revolucionarios sin revolución?
No existe la revolución en un solo país. La revolución, por definición, tiene que ser en última instancia internacional. Esto es algo que todos los revolucionarios honestos de la historia asumen, desde Marx a Öcalan. Cada movimiento tratará de hacerlo en su marco territorial, pero siempre tendiendo a expandirse. El marco geográfico para el movimiento revolucionario kurdo es Oriente Medio. Ahí operan en Turquía, Siria, Irán e Iraq. Para construir ese movimiento internacional son necesarias alianzas políticas ¿Qué fuerzas revolucionarias, democráticas y socialistas operan hoy en Oriente Medio? ¿El decreciente, y bajo mando de Hamas, Frente Popular por la Liberación de Palestina? ¿Los comunistas iraníes? ¿El Partido Comunista de Turquía? Por desgracia, las fuerzas revolucionaras brillan por su ausencia en Oriente Medio y en el resto del mundo. Ante una coyuntura así, el PKK es una fuerza, que si bien ha construido grandes alianzas estas no han sido con fuerzas revolucionarias locales dada su marginalidad.
Continuar la guerra por sí mismo supondría, como ya hemos señalado, un lento desgaste que impediría cada vez más la acción política de masas. Frente a esta situación, los revolucionarios se repliegan y evalúan sus posibilidades, centrándose en aquello que puede abrir nuevos marcos de acción: la consecución de derechos políticos hoy negados al pueblo kurdo en Turquía. Esto es lo que decide el PKK en su 12º Congreso al disolverse. Disolverse en el pueblo y hacerlo protagonista. La política por encima de la guerra para la construcción de un sujeto político que apueste por una tercera vía en Turquía y Oriente Medio, que se decante por una solución democrática fundamentada en la autoadministración de gobiernos y consejos locales.
Paz frente a un mundo en guerra
El PKK se considera una fuerza antisistema, socialista y democrática. El trabajo ideológico realizado en los últimos 40 años es de tal magnitud que hoy hay millones de personas alineadas con el proyecto político del Confederalismo Democrático y el liderazgo de Öcalan. En esta lucha contra la Modernidad Capitalista, el movimiento trata de contrarrestar toda influencia capitalista sobre su gente mediante una lucha cultural e ideológica que abarca todos los planos de la vida cotidiana. El análisis que hacen del mundo les muestra, como todos podemos observar, que nuestras clases dominantes nos llevan por el sendero de la guerra internacional. Esta consigna de la que hacen bandera Europa, Estados Unidos, Rusia, India o Pakistán debe ser enfrentada y combatida: el PKK hoy lucha contra un mundo en guerra y por la paz. Hoy, los revolucionarios del mundo deben enarbolar la bandera de la paz, contra el militarismo y la unilateralidad. De nuevo, el 12º Congreso del PKK señala este camino.
Construir poder, democratizar el Estado
Si bien por ahora todo son declaraciones de intenciones, excepto el cese de operaciones armadas de forma unilateral por parte del PKK, la estrategia de fondo del Movimiento no varía: construir Autonomía Democrática. ¿Qué significa esto? Supone una estrategia dual mediante la cual a la par que se construyen organizaciones políticas y sociales que fomenten nuevas instituciones comunitarias que regulen la vida cotidiana de las personas bajo un mismo paradigma, se lleva a cabo una lucha política por la democratización del Estado. Con todas las dificultades y contradicciones que esto pueda acarrear, el Movimiento de Liberación está hoy decidido a democratizar Turquía, esto debe suponer un balón de oxígeno para todas las iniciativas políticas existentes, hoy incapaces de crecer a escala por la brutal represión del Estado turco que ilegaliza organizaciones, destruye barrios y pueblos y encarcela a la oposición.
Pero el Movimiento no es ingenuo, conoce mejor que cualquiera de nosotros a Erdoğan, el estado profundo turco, sus servicios de inteligencia, su ejército y sus bandas paramilitares. Saben perfectamente a lo que se enfrentan, pero tienen una creencia casi mística tanto en su (ex)partido como en su liderazgo. Llevan años señalando que la libertad del pueblo kurdo está ligada a la libertad de su líder, Öcalan, y esto no es una mera consigna aduladora de un líder, es una estrategia política consciente. Dejar las armas aparcadas, liberar a Öcalan, negociar directamente con el Estado, sin intermediarios, para lograr una reforma democratizadora que permita mayores libertades y derechos políticos para los pueblos de Turquía.
Es tiempo de la política de masas, del protagonismo popular y de la democratización de todas las esferas de la vida.
[1] Abdullah Öcalan, Llamamiento por la Paz y una Sociedad Democrática. https://www.naiz.eus/eu/hemeroteca/gara/editions/2025-02-28/hemeroteca_articles/llamamiento-por-la-paz-y-una-sociedad-democratica
[2] Abdullah Öcalan. Prison Writtings III: The Road Map to Negotiations (Cologne: International Initiativa Edition, 2012), p. 2014. Traducción propia.