El 28 de abril se produjo un hecho sorprendente en la historia reciente de Galicia, fue la primera vez que el PP se veía superado por el PSOE en unas elecciones generales. Desde que se consolidó el bipartidismo en nuestro país, el PP había arrasado en la comunidad gallega, considerada por muchos uno de sus feudos. Sin embargo, no fue hasta principios de los 90 cuando el PP reinaría en generales, municipales, autonómicas y europeas. Cuando Manuel Fraga Iribarne se centró en la política de su tierra. En el siguiente artículo intentaremos analizar el porqué de este dominio fraguista y cómo se manifiesta.
Si bien es cierto que Fernández Albor, también de AP, había ganado las elecciones autonómicas del 81 y 85, se trataba de victorias no definitivas, sin mayorías absolutas, lidiando con un 20% de votos de nacionalistas. Fraga, inspirándose en CiU y el pujolismo, estableció un galleguismo a medio camino entre el PP tradicional y lo que podría ser un PNV, abarcando ambas cuotas de votantes. Estas palabras pronunciadas en 2008 en Soutomaior resumen su pensamiento.
“Se puede ser galleguista sin ser nacionalista, que es una traición a España y a la Constitución.”
Podríamos decir que en este campo, Fraga era heredero de los primeros regionalistas gallegos previos a Risco, que hablaban de España catalogándola de nación y a Galicia como nacionalidad, de la manera que decía Murguía o estableciendo la dicotomía entre patria chica y patria grande, como Alfredo Brañas.
Por supuesto, hay más claves. La presencia y poder caciquil en Galicia es muy notoria. Entender esto, es imprescindible para ganar Galicia. Rajoy por ejemplo, fue incapaz y de ahí su rápida promoción a Madrid.
“Mariano Rajoy recuerda con alivio aquel día de junio de 1990 en que abandonó Galicia para incorporarse al equipo de José María Aznar. Atrás dejaba los roces con Fraga, la enemistad de Cuiña y una forma caciquil de entender la política muy alejada de su mentalidad de “señorito de provincias”.”
Cuando Fraga le decía que se casara y aprendiese gallego antes de hablar, no era más que un recordatorio de los requisitos que uno necesita para triunfar en Galicia, que son fruto de sus particularidades. El caciquismo gallego, al fin y cabo, no es como creía Castelar, una herencia del Antiguo Régimen, si no el fruto del liberalismo. La primera vez que se conectaban de verdad las células poblaciones gallegas (las parroquias) con el sistema político español. De esta manera, los caciques no sólo eran respetados, si no que eran la fuente principal para los gallegos de promocionarse y de prosperar por sus conexiones privilegiados con Madrid, pero al mismo tiempo la gente dependía de ellos. Los regionalistas catalanes les llamaban “los imprescindibles ministros gallegos” en la capital. Esto dejó huella.
Nacho Carretero relata el caso de la intentona de Felipe González para ganar Galicia en los 80, que intuyó que en la lucha contra el contrabando había una gran oportunidad de captar votantes gallegos. No salió bien. En Madrid, desconocían el respaldo popular con el que contaban estas organizaciones.
Pero volvamos a Fraga. Los gallegos veían en él al viejo cacique, a un hombre que al mismo tiempo que había triunfado en la política y negocios, se dejaba ver por su Vilalba natal jugando al dominó hablando en un gallego nada normativo. Fraga arrasó en la democratización del caciquismo que supuso la autonomía gallega, entendió la desconfianza del gallego para con la política (el abstencionismo en Galicia siempre es destacable) y como sacar rédito con las fidelizaciones, esto es, las redes clientelares que todavía hoy imperan en las diputaciones provinciales. Francisco Vázquez, antiguo acalde de A Coruña, la familia Baltar en Ourense o el popular alcalde Abel Caballero en Vigo, son ejemplos del neocaciquismo que aquí impera. No es sólo cosa del PP.
Junto a este neocaciquismo y fraguismo, hay otro aspecto clave que domina la política electoral gallega. La emigración. Hay datos que revelan la profundidad de esta, como que el cementerio con más gallegos del mundo está en Buenos Aires. No olvidemos que entre 1860 a 1970, 1.2 millones de gallegos marcharon al extranjero. Recordemos también que hay ayuntamientos con más censados en América que en Galicia (Concello de Avión).Veamos como se refleja en el censo electoral.
Hay analistas políticas que describen a los emigrados como la quinta provincia gallega, por su importancia. Pero como decíamos, las prácticas como el pucherazo, no sólo son notorias, si no descaradas. El caciquismo utiliza a los inmigrantes para consolidarse en el poder.
“El voto de los emigrantes sigue teniendo sus agujeros negros. Lo comprobó La Voz en junio del 2005, ante las elecciones municipales, cuando constató cómo se podía emitir desde Buenos Aires el sufragio de una persona muerta sin problema alguno. Se trataba de la papeleta a nombre de Hermesinda Dapia, que remitió su nieta, Patricia Laura Martínez, para la Junta Electoral de Ourense. Lo hizo en una oficina posta bonaerense sin exigencia de ninguna identificación. No contabilizó porque la familiar aprovechó para meter dentro del sobre, vacío, la carta de defunción de su abuela.”
Votos de muertos, engordes de censos o increíble resistencia de ancianos votantes como los 3000 gallegos mayores de 105 años que supuestamente vivían y votaron desde Buenos Aires. Como decíamos, otra táctica conocida es el aumento del censo de un municipio porque “es muy difícil votar en el extranjero”. En algunos municipios, como es el caso de Calvos de Randín (Ourense) hasta un 9% en tan solo un año. Recordemos que Galicia, no destaca precisamente por un crecimiento demográfico exponencial y menos en el rural. Un rural donde domina el PP, donde las redes caciquiles generalmente tienen más consolidadas sus tentáculos, véase en los siguientes gráficos de las pasadas elecciones del 28 de abril. La correlación entre el número de población y votos a partidos.
Quería finalizar este artículo recordando que aunque las percepciones desde fuera puedan dar a creer que Galicia es per se de derechas o conservadora, aquí se produjeron pronunciamientos liberales, en la Restauración ganaron los liberales, en la II República la izquierda y el 2005, fueron el PSG y el BNG quienes derrotaron a Fraga. Una victoria que se sobreentendía como la derrota de un modelo, pero Feijoo demostró que sólo era una ilusión. Un hijo perfecto del fraguismo, que combina un discurso españolista con tintes galleguistas, como afirmar que Galicia es nación. Veremos si unas semanas, su reinado se tambalea como algunos apuntan o si aguantan el golpe.
Por Pablo Álvarez, estudiante Derecho y ADE en la UVigo.