Entrevista realizada por Pepe del Amo (@Faulkneriano_)
A raíz del confinamiento, y los efectos derivados de la pandemia, hemos visto cómo progresivamente el debate de la salud mental ha tomado cada vez más protagonismo en la esfera político-mediática. En muchas ocasiones, no gracias a todo un movimiento de resistencia o emancipatorio sino a un vaciamiento político por parte de determinados agentes institucionales. Para conocer más sobre la cuestión e intentar elaborar todo un itinerario de las causalidades, consecuencias, potencialidades, limitaciones y sujetos dentro de esta lucha, hemos entrevistado a un representante del Orgullo Loco, Alberto, quien responde a nuestras preguntas por videollamada. Aquí la transcripción parcial de la misma.
Pregunta: Es verdad que desde el 2018 se hace una manifestación en todo el estado, pero para quien no lo conozca: ¿qué es Orgullo Loco? ¿Y qué tipo de prácticas lleva a cabo?
Respuesta: Orgullo Loco es un colectivo en el que se reúnen las personas psquiatrizadas para luchar, fundamentalmente, contra la vulneración de los derechos humanos en la psquiatría, contra la propia psiquiatría y el capitalismo de las farmacéuticas. Nos manifestamos cada año en el día del Orgullo Loco y depende del lugar se suele convocar por colectivos o por asociaciones. Hacemos diferentes eventos en donde se habla de la vulneración de los DDHH en psiquiatría, damos concienciación a eso y hacemos mucha pedagogía. Esto último es importante porque se trata de una lucha que no se encuentra muy cohesionada actualmente y en la que hay que plantar muchas semillas, ir creando “escuela” y difundiendo conceptos y creando diferentes puntos en común en torno al Orgullo Loco.
P: Has utilizado una expresión que para alguien que no milite en los movimientos sociales o no esté familiarizado con ellos, le puede sonar extraño. Es el de “personas psiquiatrizadas”. Para alguien que no lo conociese: ¿cómo definís a las personas psiquiatrizadas y por qué psiquiatrizada y no, como suele decirse en el lenguaje médico y popular, personas con “trastornos mentales”?
R: Las personas psiquiatrizadas son aquellas que sufren los efectos del sistema de salud mental institucional. Es decir, cuando hablamos de personas psiquiatrizadas hablamos de aquellas personas que son moneda de cambio entre las farmacéuticas y la psiquiatría. Personas que, a la vez, pueden sufrir ingresos involuntarios, sufren la violencia de la psiquiatría: en resumen, que sufren los abusos del sistema institucional. Solemos hablar de personas que sufren, no nos gusta hablar de personas con trastorno mental porque pensamos que es hablar de un sujeto pasivo que nombran los propios psiquiatras. Creemos que es mucho mejor hablar de loco. Las personas psiquiatriazadas indican mucho mejor lo que sufren esas personas. La propia industria que se encuentra detrás de ese sistema.
P: Hablas de personas locas. Un término que, generalmente, ha sido utilizado para justificar la violencia psiquiátrica. ¿Por qué utilizáis esa expresión? ¿Por qué esa apropiación de su signficante para un uso distinto?
R: Reapropiar loco es una manera de darle una dimensión social al término. Por ejemplo, loco es el que grita, el que chilla, el que se rebela contra el psiquiatra. Creemos que loco es mucho más activo, es ser un superviviente de la psiquiatría. Sin embargo, un enfermo es un ser pasivo, dejar que te nombren, dejar que te usen, dejar que comercien contigo. Chillar es mucho más político que encontrarte enfermo, encontrarte enfermo no tiene ninguna dimensión política.
P: Esa violencia de la que hablas, entiendo que es mucho más que simbólica, que es física, como el caso de maniatar a las personas.
R: Ser loco es revolverte contra todo eso. La violencia psiquiátrica no es solo una violencia simbólica. Es una violencia que se ejerce desde una institución y es muy física. Cuando sufres violencia psiquiátrica suele reducirse a desposesión de tu propio cuerpo mediante ingresos involuntarias. Además las medicinas que te suelen dar es un tipo de violencia psiquiátrica porque producen iatrogenia, que son los daños que te provoca el propio sistema médico. Es decir, tu sufres las consecuencias de ser loco. El propio hecho de cronificarte y no curarte es una forma mucho más accesible a beneficios del propio capitalismo de las farmacéuticas. Nosotros creemos que las violencias psiquiátricas son algo muy físico, más allá de lo simbólico, para deslegitimar al loco.
Muchas veces se habla del estigma. El estigma surge de esas violencias. Si no existiese un diagnóstico y esas prácticas, no se deshumanizaría al loco. Porque el único conocimiento que llega del loco a la sociedad es que es una persona que se puede atar, que se puede ingresar involuntariamente, una persona que, por ejemplo diría Kant, “no ha llegado a su mayoría de edad”, sino que tiene que estar constantemente tutelado por una institución, por el psiquiatra, por todo un sistema entero. No es libre, no es independiente.
P: Cómo explicarías para una persona que no imagina ese proceso de infantilización, en donde eres un sujeto pasivo subordinado a la decisión del supervisor, cómo llegas a esa situación que describes en la que estás totalmente sometido. El ejemplo de la temprana medicalización que para su posterior cronificación.
R: Hablando en los términos del mal llamado sistema de salud mental, se habla de curar. Pero normalmente lo que se hace es cronificar. Curar no es el término correcto porque la enfermedad de salud mental tiene una dimensión social, está mucho más atada a tus condiciones materiales. Es como un amasijo de síntomas en el que te tienes que sentir identificado, pero que realmente se impone. La enfermedad mental es una paratopía. Sin embargo, cuando vas al sistema de salud mental recibes esa pronta medicalización de la que hablas. En la mayoría de los casos, dentro de ese sistema se suele apostar por darte una pastilla que normalmente tiene muchos efectos secundarios y que suele provocar el síndrome metabólico. Un síndrome que, en el largo plazo, puede provocarte obesidad y diferentes problemas de azúcar y nutricionales.
Se considera del loco que tiene que protegerse a sí mismo y a la sociedad de él. Entonces el loco no suele tener independencia sobre lo que se va a tomar o sobre lo que va a hacer, sino que se le tutela, está infantilizado completamente. El loco es una persona a la que le han arrebatado su propia voluntad, ya no tiene capacidad de decidir sobre su propio tratamiento.
P: Al hilo de lo que decías de que no se cura, entiendo que lo decís porque no hay un afuera que tenga que ser “curado”, sino que todos estamos insertos en la misma dinámica social. Con respecto a la cronificación, ¿el capital no es ahí un poco torpe? Porque si cronificas a los cuerpos entiendo que no sirven a la dinámica productiva diaria, pero sin embargo sí lo hacen.
R: Yo suelo decir que lo que se busca con la cronificación del loco es hacerlo productivo. Cuando a ti te dan una pastilla o una inyección de antisicóticos, lo que tratan es de mejorarte para la propia cadena de producción, para que vuelvas a ser productivo, para que te engarces en la sociedad y vuelvas a ser un engranaje más. No defuncionas en tus condiciones materiales, pero lo que se busca es rehabilitarte, volver a hacerte productivo. Y te hacen productivo de dos maneras: como consumidor y como trabajador. Como consumidor de la gran industria farmacéutica, porque los ansiolíticos son un best seller de las farmacéuticas e incluso los antidepresivos. Los psicofármacos son uno de los fármacos más vendidos actualmente.
Entonces el loco interesa al capitalismo, te vuelve aún más productivo que si no lo fueras. Tienes que trabajar pero a la vez estás obligado a consumir en una gran industria que tiene muchísimo poder y que gobierna sobre tu propio espacio porque cuando tú dejas de consumir en esa industria puedes llegar a sufrir los ingresos involuntarios.
P: Aquí entra la privatización del estrés. Si tienes un problema en tu vida diaria, la solución es el terapeuta o el propio fármaco. Entiendo que no pensáis que se soluciona así, sino que es algo que atañe a toda la sociedad. Lo que estamos viendo ahora, sin embargo, es mucho discurso de la autoayuda; que lo aleja de un problema que nos afecta a todo el mundo.
R: Esto se lo cojo a Fátima Massó. Si alguien demuestra que no sufre ningún tipo de locura suele ser porque esa persona suele tener unos privilegios. La locura está muy ligada con otro tipo de opresiones. Nosotros hemos luchado mucho por decir que la locura no es una opresión en sí misma sino que está ligada a otras, sobre todo vinculadas al capitalismo.
Por ejemplo, el caso de la Cañada Real u otro tipo de poblaciones que viven condiciones parecidas. Ese tipo de problemas no se van a resolver con una pastilla o un terapeuta. Porque al final proponer más terapeutas te conduce a un callejón sin salida, no estás tratando el problema de fondo: las condiciones materiales. Yo puedo hacer, por ejemplo con la terapia cognitivo-conductual, que se te olvide que tienes que pagar el alquiler, pero al siguiente mes vas a tener que pagarlo igual. Y si no tienes dinero para hacerlo, no sirve de nada.
Los problemas de las condiciones materiales, los problemas del loco tienen una dimensión política. Hablar de salud mental, o más bien, de sufrimiento psíquico sin politizarlo es una barbaridad porque viene de la propia sociedad. Normalmente desde las esferas políticas se nos suele decir que privaticemos el estrés, el estrés en casa, pero nosotros creemos que ese estrés solo puede resolverse actuando políticamente.
P: Dices que el problema no se resuelve con más terapeutas, que la cuestión no es que todo el mundo vaya al psicólogo. ¿Esa no es la deriva discursiva que se está tomando últimamente? Propuestas como la de hacer un gran sistema de salud mental en donde toda persona pueda tener acceso.
R: No lo vemos como una alternativa real. Es añadirle mucho más poder a un sistema que no está funcionando. ¿Cuál es la alternativa? ¿Mandar más profesionales para reforzar los sistemas de tortura? La pobreza y el racismo, ni siquiera el sufrimiento psíquico, no se solucionan con más terapeutas. Eso solo aplaza el problema. Incluso aumenta los problemas, aumenta el dolor. El sistema de salud mental está vulnerando los DDHH cada día.
Hace poco se sabía la noticia de que en el hospital Ramón y Cajal había sido violado una chica por un celador. O por poner otro ejemplo, el caso de Andreas: una persona psiquiatrizada que murió de meningitis tras pasarse 75 horas atada sin poder moverse. Imaginémonos la cantidad de abusos que no se habrán tomado en cuenta porque lo decía una loca o un loco. Es un callejón sin salida. Es darle más poder a un sistema que está podrido desde dentro. Estamos haciendo que el sistema coja mucho más poder y sea más imbatible. El hecho de hacer a los sanitarios héroes tiene consecuencias políticas graves. Ahora es mucho más difícil criticar a los sanitarios y el sistema de salud mental es cada vez más intocable.
P: Y en ese clima de sujetos pasivos y dominación en el que viven las personas psiquiatrizadas, ¿cómo son las formas de organización? Porque las propias formas de socialización entre las personas ya son muy difíciles de por sí y no existe organizaciones que defiendan sus derechos. Cómo se hace diariamente esa organización entre las personas psiquiatrizadas.
R: Tiene mucho que ver con el dolor de la tortura, del diagnóstico, con el sufrimiento psíquico. No hay mejor motor político que el dolor. Porque el diagnóstico es otro tipo de ataque, es el que justifica la tortura. Ese dolor es lo que hizo que las personas locas se aglutinasen en torno al movimiento. Los movimientos en primera persona han surgido del sufrimiento, de cansarse de ser pasivos. Los que querían chillar, chillaron y se revolvieron.
P: ¿Y creéis que con el escenario de la pandemia se abre una ventana de posibilidad, una oportunidad para que el movimiento crezca y se refuerce?
R: Tenemos una oportunidad porque, por así decirlo, estamos de moda. Tenemos una gran ventana de posibilidad para hablar de salud mental y no dejar que capitalicen el movimiento el propio discurso hegemónico de la salud mental, que no lo capitalicen las asociaciones de profesionales y familiares. Tenemos que luchar por ser nosotros los que nos hagamos presentes en ese discurso, imponer la primera persona al resto de voces de profesionales.
P: Hablando de profesionales y familiares, ¿por qué es tan importante que tengáis un rol activo y no la supervisión o presencia de familiares y profesionales?
R: Porque, como decíamos al principio, tenemos que alcanzar nuestra mayoría de edad. Sino no podemos luchar políticamente por nuestras reivindicaciones. Y no solo eso, sino que estamos demostrando que quien ha vivido una situación puede ayudar a quien está viviendo otra. En eso se basan los Grupos de Ayuda Mutua. Y creemos que el sanitario, el profesional, está empezando a sobrar. El profesional lo único que hace es tutelar, pautar su actuación, decirle que tiene que hacer o tomar, ya no tiene un sentido en la terapia. Para salir al terreno de la política hay que actuar políticamente y eso pasa por alcanzar nuestra mayoría de edad, no tener supervisión y no tener tutela.
P: ¿Y qué papel toma la familia en esas vivencias? Porque hemos delegado en ella un apoyo emocional, económico, etc. que la convierte en una institución todavía hoy muy importante. En vuestro caso, ¿cómo es salir de que la familia te imponga entrar en el sistema de salud mental?
R: Para esto hay dos anécdotas que me gusta contar. Hace poco, Fátima Massó, de Orgullo Loco Madrid, publicó un artículo en El Salto y el comentario más repetido fue que se notaba que no era familiar de ninguna persona loca. Y, en uno de los mensajes que nos llegaron a la cuenta de Orgullo Loco nos preguntaban: ¿qué sois, profesionales? Nadie concibe que el loco pueda luchar por sus derechos, que tenga un discurso propio. La gente suele concebir que si luchas contra el sufrimiento psíquico eres un familiar o un psiquiatra. Eso se debe a que estos dos últimos han capitalizado el discurso. Hay que luchar contra esa idea de infantilización, a la idea de que nuestro discurso tiene que pasar por ellos. La ventaja del movimiento en primera persona es que nosotros tenemos el control de ese discurso, esa es una gran ventaja. De hecho, normalmente en el Orgullo Loco no se aceptan profesionales porque creemos que no tienen que dar su discurso en nuestro colectivo.
P: En el documental Estado del malestar de María Ruido se dice mucho que el tema de la salud mental no afecta a todos por igual, sino que le atraviesan muchas realidades. Por ejemplo, muchas compañeras comentaban que politizar su salud tenía que ver con su género, y necesitaban de los grupos no mixtos. ¿Por qué creéis necesarios esos grupos?
R: La locura depende mucho de las distintas opresiones y poderes que te atraviesan. Las personas locas tiene distintas experiencias en función de quien sean. No es el mismo el dolor el de una persona migrante o trans que una que no lo es. Los grupos de ayuda no mixtos ayudan a tener una visión más concreta de ese dolor que nos ayuda mucho más a colectivizar nuestros problemas. El problema del la migración, del patriarcado, de la transfobia…tienen que tener tu experiencia personal. Si defendemos el activismo en primera persona tenemos que defender también la ayuda en primera persona. Es mucho más fácil colectivizar el dolor porque te sientes mucho más hermanado.
P: ¿Y en vuestro caso, todos esos sectores que no suelen ser integrados en los movimientos sociales, tienen realmente presencia?
R: Sí solemos tener mucha relación con movimientos trans, antirracistas o feministas porque la propia coyuntura te lleva a padecer el sufrimiento psíquico, a estar dentro del sistema institucional. Una persona psiquiatrizada puede ser cualquiera. La psiquiatrización es algo muy transversal y que puede afectarte en cualquier momento. Y es algo que si lo hace, te va a acompañar para siempre.
Por ejemplo, las personas trans han sufrido mucho de la patologización de salud mental, tenemos mucho que ver y relacionarnos con ellas. Al final es una cuestión de condiciones materiales y eso pasa por luchar junto a otros movimientos sociales.
P: Antes de acabar sí quería preguntaros sobre la polémica de #VeteAlMédico. A partir de ella, se reivindicó mucho la idea de ir al psicólogo o al terapeuta.
R: Cuando surgió esto, salió incluso un plan por parte de Más Madrid que se llamaba “Vete Al Médico”. Nosotros creemos que eso es un craso error, porque ir al médico sí es algo problemático. Cuando se habla de eso, se está tratando la locura como cualquier enfermedad. Y nosotros creemos que la locura no lo es. Hablar de vete al médico ayuda a la concepción patologizante, refuerza el sistema bioquímico…es una lucha muy estéril y una visión muy acrítica. Porque nuestra visión no es vamos todos al psiquiatra sino que los psiquiatras tienen que dejar de torturar para que la locura no sea tratada como algo a tutelar. Porque eso va a hacer que muchos más sujetos sean moneda de cambio de las farmacéuticas. Creemos que la lucha de las personas locas pasa justamente por combatir esa apropiación. El psiquiatra es quien mantiene ese sistema y esa industria. Ir al psiquiatra no es un orgullo, es una puerta al sufrimiento psíquico. No está poniendo ningún concepto crítico sino que solo refuerza lugares comunes.
P: Eso acaba con la tradición de las experiencias comunitarias…Pero de alguna manera se ha iniciado el debate, no en los términos que quisiéramos. ¿Creéis que la lucha por la salud mental tendría que superar los límites o reivindicaciones de las personas psiquiatrizadas, que se haga más universal? ¿No tenéis miedo a que quede simplemente en la lucha de un colectivo particularizado de personas?
R: Yo siempre he tenido ese temor. Y creo que desactivarlo pasa por decir que todo el mundo puede acabar psiquiatrizado. Estamos luchando, por así decirlo, por una locura justa. Decirle a la gente que es una lucha transversal contra el capitalismo, contra el comercio con la gente, contra las personas que se encuentran en ese comercio…Que sea responsabilidad de todo el mundo.
P: ¿Y cuál es el papel de las personas no psiquiatrizadas? ¿Cómo encajan en esa lucha? ¿O simplemente les instáis a que se organicen contra el capital en sus distintas formas? ¿Cómo encajar a esa gente que se solidariza con la causa, que la entiende como justa, pero no la vive en primera persona?
R: La lucha de cada persona contra el capitalismo ya influye en nuestra lucha. Pero no solo eso, sino quien quiera echar una mano, apoye los actos y asociaciones del Orgullo Loco. Tenemos que apoyarnos, crear redes. La lucha contra el sufrimiento psíquico se crea mucho en red tanto por las personas psquiatrizadas como por las que pueden estarlo. Es obvio que nuestro relato tiene que ser en primera persona, pero es obvio que las personas que no están psiquiatrizadas tienen también que participar. Porque nuestra lucha es a futuro, también por las generaciones que vendrán, por sus hijos, pero todavía no es una lucha que vaya o esté dando sus frutos.