Texto escrito por Mikel Bartolomé (@Kamosimoncam)
Marx mencionaba, en el prólogo de El Capital, que el fin último de su obra magna -y, por extensión, de toda la Crítica de la Economía Política- era desvelar la ley económica que rige la sociedad moderna. Él concebía la economía política de la época como la expresión científica más desarrollada de la concepción que la sociedad burguesa moderna tenía de sí misma. Por ello, su obra fue doblemente crítica: al mismo tiempo que realizaba una crítica sistemática al marco categorial de toda la economía política previa, también criticaba al objeto de estudio de dicha ciencia, esto es, a la misma sociedad.
Una de las principales características de la producción capitalista es la contradicción que se da entre el carácter privado y, a la vez social, de la producción: aunque debido a la división del trabajo y la fragmentación productiva los productores sean mutuamente dependientes -y así lo manifiestan en el intercambio-, estos llevan a cabo su trabajo de manera independiente los unos de los otros y sin una coordinación general. La teoría del valor marxiana, el pilar sobre el cual se construye la Crítica de la Economía Política, provee una explicación científica y detallada sobre esta cuestión. En esta explicación, se presenta al dinero como un elemento esotérico, pero fundamental para la producción y la circulación mercantil.
Muchos autores marxistas han desestimado la teoría del dinero de Marx y la reducen a una mera explicación de las funciones del dinero que no dista mucho de la teoría ricardiana del dinero como elemento agilizador del intercambio. En muchos casos, esta simplificación del dinero se debía a una interpretación radicalmente errónea según la cual Marx estaría exponiendo la génesis histórica del dinero ocurrida en sociedades precapitalistas en el apartado de “la forma de valor” del primer capítulo de El Capital. Frente a esta interpretación aquí se defiende que la exposición de la forma valor es una descripción -en un grado muy alto de abstracción- del papel del dinero dentro de toda sociedad capitalista moderna. Mantener un grado de abstracción tan grande permite sacar a la luz los elementos esenciales que constituyen las bases del modo de producción capitalista -recordemos que no es hasta el capítulo IV de El Capital que se hace referencia al concepto de capital o al de trabajo asalariado y es en el capítulo VII cuando Marx entra a analizar el terreno de la producción para descubrir el origen concreto del plusvalor-.
Este texto pretende arrojar luz sobre la relación entre valor, trabajo abstracto y dinero, tres elementos esenciales de la reproducción social capitalista. Para ello, se desarrolla la idea de que el trabajo abstracto no es una categoría imaginaria sino un elemento realmente existe. Asimismo, el dinero, bajo esta interpretación, no es otra cosa que la forma desarrollada del trabajo abstracto.
Mercancía, forma social y valor
El que las cosas sean mercancías, es decir, que además de una utilidad social concreta tengan también la capacidad de ser intercambiadas en una relación cuantitativa determinada no es una propiedad natural de las cosas, sino una propiedad social: los productos útiles aparecen como mercancías solo en las sociedades donde su distribución se da a través del intercambio de manera generalizada. Por lo tanto, que una cosa útil sea mercancía, que esté destinada a ser intercambiada, no se debe a ella misma, a su propia naturaleza, sino a la configuración social en la que esta cosa útil existe. Es por eso que bajo el modo de producción capitalista, donde, debido a la autonomización de los productores, se da el mayor desarrollo y generalización del intercambio, los productos del trabajo, la riqueza en general, se presentan bajo la forma de mercancía.
Cuando decimos que los objetos útiles, en forma de mercancías, tienen la capacidad de ser intercambiadas en una relación cuantitativa determinada nos referimos a que tienen valor de cambio. A su vez, el criterio de la medida en la que se cambian es la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción. Empero, el valor de cambio no es más que una relación formal[1] de equivalencia cuantitativa entre dos objetos útiles cualitativamente distintos. Con esto nos referimos a que el valor de cambio no es más que una relación ente mercancías cualitativamente distintas pero que son equivalentes en cuanto a la proporción en la que se intercambian (donde x cantidades de A = y cantidades de B). Entonces, si el valor de cambio es una simple relación entre mercancías, este debe estar expresando, como forma fenoménica, un contenido común de ambas, puesto que para que dos objetos distintos puedan ser conmensurados y equiparados, han de tener una característica común: que el trabajo invertido en la producción de las mismas aparezca como valor. Esta es, precisamente, una de las mayores aportaciones de Marx: haber encontrado la diferencia entre el valor como objetivación del trabajo invertido en la producción de mercancías y la forma de manifestación del valor en una determinada cantidad de otra mercancía, el valor de cambio. Marx concebía como algo evidente que detrás del valor se escondía el trabajo, su análisis de la mercancía estaba destinado a mostrar que, en el capitalismo, el trabajo ha de adoptar la forma de valor[2] debido a que los trabajos de los productores de mercancías no son, como en otros modos de producción precedentes, inmediatamente sociales -pues son fruto del trabajo privado de productores recíprocamente independientes, pero que debido a la división del trabajo dependen materialmente los unos de los otros (El Capital, vol. 3, 1ª edición alema, p. 1003). El valor es, por tanto, la característica común que permite, bajo el modo de producción capitalista, el reconocimiento social de toda mercancía como producto del trabajo humano. El valor de cambio, por su parte, es la forma de expresión necesaria del valor contenido en las mercancías.
Queda claro que el valor no es simplemente una cosa que las mercancías poseen sino una relación social universal. Como veremos, se trata de una sustancia que es al mismo tiempo sujeto y opera como vínculo social que subsume todo el trabajo productor de mercancías. Pero, ¿por qué el valor no puede ser expresado inmediatamente y sólo lo hace a través del valor de cambio? La respuesta corta diría: porque no puede ser directamente expresado en unidades de su propia sustancia. Para una explicación más detallada se necesita, en primera instancia, conocer qué constituye esa sustancia del valor.
Aunque pueda ser problemático tratar de captar toda la dimensión del valor en apenas una frase, en este punto podríamos definir al valor como la característica o propiedad que adquieren las mercancías en el modo de producción capitalista, resultado de que el trabajo para su fabricación se da por productores autónomos y formalmente independientes entre sí. Es decir, no existe ni coordinación directa ni planificación consciente de la producción; no son los sujetos los que deciden qué y cuanto producir de manera inmediata, es “el mercado” quien regula esta actividad. Volveremos sobre esta cuestión.
Trabajo abstracto como abstracción real
Como hemos visto al analizar el valor de cambio, el intercambio generalizado de mercancías implica la igualación del trabajo productor de mercancías a valor. Pero, ¿Qué trabajo es aquél que genera valor? ¿Cuál es su sustancia?
No es ningún trabajo concreto -aquel que es directamente observable-, pues las particularidades del trabajo concreto del sastre y del tejedor son las que determinan los distintos valores de uso de cada mercancía. Por el contrario, se trata del trabajo abstracto: trabajo entendido como gasto de energía humana y que solo se desarrolla completamente en la sociedad capitalista moderna. Es importante destacar que el trabajo concreto y el abstracto no son dos tipos de trabajo diferentes, sino dos determinaciones distintas del mismo trabajo. El trabajo concreto, que es observable y directamente medible en unidades de tiempo, alude a la dimensión privada del trabajo: el trabajo del sastre es independiente del trabajo del tejedor. Sin embargo, en cuanto trabajo abstracto, ambos trabajos forman parte del trabajo social global, esto es, el trabajo en general que permite la reproducción de la sociedad a lo largo del tiempo. El trabajo abstracto no es medible directamente[3], pues surge a partir de un proceso social.
El trabajo abstracto, trabajo que es cualitativamente idéntico desde el punto de vista social, es el resultado de un proceso de abstracciónreal, donde se igualan cada trabajo concreto (productor de un valor de uso determinado) a trabajo abstracto (trabajo que produce valor). Por ello, el trabajo abstracto no es una mera categoría analítica del pensamiento, pero, aunque se trate de un fenómeno realmente existente, tampoco es algo empíricamente verificable.
“La forma social [valor] de los trabajos privados contenidos en las mercancías y recíprocamente independientes (…) es la relación recíproca como trabajo humano sin más especificación, gastos de fuerza humana de trabajo, que es lo que de hecho son todos los trabajos humanos, sean cuales fueren su contenido y su modo operativo” (El Capital, cap. 1 de la 1ª ed. Alemana. En ed. Siglo XXI, p. 1003, cursiva agregada)
La homogenización social del trabajo[4], requisito indispensable para que la producción e intercambio de mercancías se presente como la forma de reproducción social, es el fenómeno que posibilita la abstracción de toda particularidad del trabajo concreto:
Sólo sobre la base de la producción de mercancías, caracterizada por el gran desarrollo del cambio, la transferencia masiva de individuos de una actividad a otra y la indiferencia de los individuos hacia la forma concreta del trabajo, es posible desarrollar el carácter homogéneo de todas las operaciones laborales como formas de trabajo humano en general. (Rubin, 1977, p.192)
El hecho de que todo trabajo sea reducido a trabajo abstracto conformador de valor hace que, en la sociedad capitalista, el trabajo quede cristalizado como valor en las mercancías. El valor es, por tanto, una propiedad que se verifica en el mercado mediante la intercambiabilidad del producto del trabajo, pues todo sujeto que participa en el intercambio realiza una abstracción en la que, mediante su acción, reconoce que la mercancía es un objeto de valor, esto es, reduce un bien útil a su propiedad de valor:
“la conexión social entre la actividad laboral de los productores individuales de mercancías solo se realiza mediante la igualación de todas las formas concretas de trabajo, y esta igualación se lleva a cabo en la forma de una igualación de todos los productos del trabajo como valores” (Rubin, 1977, p. 183)
Por tanto, es solo a través del intercambio que los productores independientes de mercancías pueden relacionarse entre sí. En este sentido, el valor es la forma social que adopta el trabajo, fruto de la igualdad de todos los trabajos en su reducción a gasto de fuerza e intelecto humanos. Por ello, el valor es lo que constituye el vínculo social fetichizado de las sociedades en las que impera el modo de producción capitalista. Se trata de un vínculo fetichizado, puesto que no son los productores los que de manera consciente e inmediata ponen en relación sus trabajos, esto solo puede hacerse a través de mercancías. Así, se le atribuye a la mercancía un poder “natural”, el de ser el medio a través del cual los distintos productores actúan entre sí. En realidad este poder natural no es más que el resultado de un atributo social e históricamente determinado: el valor. Es precisamente a esta idea de abstracción realmente efectiva, del fetichismo que implica el valor, a la que Marx se refiere en su célebre cita “no lo saben, pero lo hacen” (El Capital, p.90)
Producción y circulación: dos momentos que se presuponen mutuamente
El valor le otorga a la mercancía un reconocimiento social de que el trabajo privado, propio de la producción capitalista, necesario para producirla forma parte del trabajo social global. El trabajo privado es aquel gastado independientemente, sin acuerdo ni coordinación, de otros productores; mientras que el trabajo social global, que permite la reproducción de la sociedad en el tiempo, está compuesto por los múltiples trabajos privados.
Cuando un productor invierte su trabajo de manera privada, está cristalizando su trabajo, en forma de valor, en la mercancía que está produciendo. Sin embargo, ese valor no ha adquirido una forma social objetiva todavía[5], ha de ser expresado en relación a otra mercancía. Será en el momento del intercambio cuando el valor latente en la producción pase a ser expresado de manera objetiva -como cosa- a través de su valor de cambio respecto al dinero. Dicho de otra manera, el trabajo en forma de valor, que existe desde el propio proceso de producción -aunque no de manera completa-, habrá de obtener objetividad social, ha de ser socialmente validado -reconocido- mediante el intercambio en el mercado. La esfera del intercambio se hace indispensable dado que solo en ella se produce la abstracción real que equipara todo trabajo como parte del trabajo social general. “La reducción de los distintos trabajos privados concretos a esta abstracción de trabajo humano igual se realiza solo a través del intercambio”[6] (Grundrisse, vol. 1 p.41)
La necesidad de articulación entre producción y circulación proviene de una apariencia inherente a la producción capitalista: aunque la producción sea una actividad social, aparece como privada en primera instancia. Es en la circulación donde se expresa el verdadero carácter social de la producción, puesto que es ahí donde se ponen en común -se socializan- todos los trabajos privados. Solo a través de la venta en el mercado -es decir, intercambio por dinero- se da la validación social por la cual el trabajo invertido de manera privada es aceptado como trabajo social global. Por ello, producción y circulación no son esferas separadas, sino momentos ideales, que se presuponen el uno al otro, de un mismo proceso: el de la reproducción social. Esto es, la relación entre producción y circulación no es cronológica sino lógica: no es que exista circulación antes de que haya tenido que haber producción -pues en la realidad circulación y producción son procesos que ocurren simultanea y continuadamente-, sino que para la existencia de cada una de las esferas se ha de presuponer lógicamente la otra. La producción no tiene sentido si no hay circulación y viceversa.
Las mercancías son vendidas en el mercado a cambio de una cantidad determinada de dinero. Su valor de cambio es expresado en cantidades de dinero, esto es, tienen un precio monetario. De hecho, antes de entrar al mercado, las mercancías ya portan un precio monetario. Este precio, que es la forma más desarrollada del valor de cambio (forma del valor) y que, por tanto, expresa es el valor de la mercancía en su relación con el dinero, ha de ser realizado en el proceso de intercambio (Milios, 2020, p.26). Es por eso que cuando decimos que un producto nos parece caro o barato en realidad estamos diciendo que el precio de venta de ese producto es superior a lo que percibimos que es su magnitud del valor. En el caso de que todo el mundo perciba su precio tan caro como para no comprarlo, ese producto no se venderá y, por tanto, el trabajo privado de su producción no contará como trabajo social global, es decir, su valor no se validará.
De la forma simple del valor al dinero
Como hemos mencionado, el valor no puede ser expresado en una mercancía aislada. El valor es únicamente aprehensible de manera relacional, esto es, una mercancía siempre necesita otra mercancía con la que compararse para expresar su magnitud de valor[7]. Esto sucede así puesto que la magnitud del valor de una mercancía no puede ser medido directamente en unidades de su propia sustancia. El valor no es algo empíricamente aprehensible y medible directamente, solo se puede cuantificar a través de otra mercancía: el dinero.
En el apartado tercero del capítulo primero de El Capital, Marx analiza la necesidad del dinero a partir de la relación entre el valor y la forma de valor. No se trata de dar una explicación de la formación histórica del dinero, pues no pretende explicar por qué una mercancía determinada adopta la función del dinero en un periodo histórico determinado (Marx era consciente de que la historia del dinero precede a la del capitalismo). Por el contrario, el análisis de la forma de valor muestra, a través de un desarrollo de la forma más básica (forma simple, singular o contingente) hasta la más desarrollada (forma de dinero), que el dinero, lejos de ser un medio que facilita la circulación de mercancías, es un elemento indispensable cuya necesidad conceptual surge de las contradicciones inherentes al intercambio mercantil. Son varios los autores que han tratado de dilucidar el papel metodológico del análisis sistemático-conceptual y el análisis histórico en el desarrollo del apartado de la forma de valor. Los autores enmarcados dentro de la “new dialectics”, defensores de la dialéctica sistemática, como Tony Smith o Chris Arthur, lanzaron una importante crítica a la interpretación seguida, entre otros, por Fine y Lapavitsas (2000) en la que asumen que el desarrollo lógico del análisis de la forma de valor tiene correspondencia con el desarrollo histórico del dinero. Para estos últimos, la exposición marxiana de la forma de valor seguiría un orden cronológico donde la forma simple antecede históricamente a la forma general y esta, a su vez, a la forma dineraria del valor. Esta confusión los lleva a interpretar la exposición de Marx en sobre este punto haciendo abstracción del trabajo como sustancia del valor. A lo largo de este texto se ha defendido, siguiendo la interpretación metodológica expuesta en Caligaris y Starosta (2017), que entender el trabajo como sustancia del valor es indispensable a la hora de comprender la naturaleza del dinero como equivalente general y, por tanto, de su necesidad. Asimismo, tampoco podemos desligar el trabajo de la producción mercantil de la abstracción real que sufre a través del intercambio, pues, como apunta Bellofiore (1998), para Marx, el trabajo es productor de valor no porque produzca un objeto útil -lo que conllevaría una naturalización del trabajo productor de valor-, sino por su forma histórica como trabajo abstracto y alienado que produce una riqueza genérica, es decir, el dinero.
La exposición de las formas del valor está estructurada de tal manera que cada forma contiene en sí misma la necesidad de una forma más sofisticada ulterior. Dicho de otra manera, la forma de dinero ya está contenida en la forma simple. Por ello, el análisis marxiano no parte de sus funciones para explicar qué es el dinero, al contrario, estas se derivan conceptualmente una vez se explica la génesis del dinero.
La forma simple del valor, donde 20 varas de lienzo valen 1 chaqueta (x mercancía A = y mercancía B) nos sirve para darnos cuenta de que el valor de las 20 varas es expresado en la chaqueta, la otra mercancía con la que se compara. El valor de las 20 varas, que se encuentra en forma relativa, es expresado en la forma de equivalente en la que se encuentra la chaqueta. La chaqueta, bajo esta relación de valor es un valor de uso y, al mismo tiempo, una encarnación inmediata del valor de las varas de lienzo, es decir una forma de valor. La chaqueta es forma del valor, una determinación puramente social, al contrario que el valor de uso, solo mientras se encuentre dentro de la relación de valor; fuera de ella es un simple valor de uso que no expresa valor alguno. En cualquier caso, el problema de la forma simple del valor es que solo puede expresarse el valor de una mercancía a través de ella.
La forma total o desplegada del valor, donde 20 varas de lienzo valen 1 chaqueta, o 10 libras de té, o 1 quarter de trigo, etc. (x mercancía A = y mercancía B = w mercancía C , etc.), nos muestra como el valor de la mercancía 20 varas de lienzo es expresada en una infinidad de mercancías distintas. Es en esta forma cuando el valor de las mercancías “se manifiesta automáticamente como una gelatina de trabajo humano indiferenciado” y el “trabajo equivalente a cualquier otro trabajo” como su sustancia (El capital, vol.1, p.77). Toda mercancía en forma de equivalente, independiente de su valor de uso determinado, está expresando el valor de las 20 varas de lienzo. Sin embargo, la forma total no supone un gran cambio respecto a la anterior, puesto que se trata de una infinidad de formas simples agrupadas.
Si invertimos la relación de valor de la forma total, obtenemos la forma de equivalente general, donde 1 chaqueta, 10 libras de té y un quarter de trigo… valen, todas ellas, 20 varas de tela (y mercancía B, w mercancía C, z mercancía D, etc. = x mercancía A). Esta forma nos muestra como el valor de todas las mercancías es expresado a través de las 20 varas de tela. Esta mercancía se presenta como equivalente general y muestra, en su relación con todo el resto de las mercancías muestra la objetividad del valor como elemento social generalizado. Mientras que en las formas anteriores las relaciones de valor se daban de manera individual para cada relación relativa-equivalente, ahora la mercancía equivalente general, las varas de tela, expresa el valor de todas las demás mercancías simultáneamente. El valor es ya aquí un atributo de carácter social muestra la relación de todas las mercancías con una en concreto. Es aquí donde se pone de manifiesto la objetividad del valor como un carácter universal que afecta a toda la producción mercantil, pues:
“Una mercancía solo alcanza la expresión general de valor porque, simultáneamente, todas las demás mercancías expresan su valor en el mismo equivalente,(…) con ello se pone de manifiesto que la objetividad del valor de las mercancías, dado que es la mera “existencia social” de estas cosas, solo puede expresarse a través de su relación social omnilateral con todas las demás.” (El Capital, vol. 1, p.81)
Es tan sólo una diferencia, aunque muy relevante, la que distingue el siguiente paso de formas. El paso de forma equivalente a dineraria se da porque una mercancía determinada es naturalizada como forma de equivalente. Es en la forma dineraria cuando la mercancía que actúa como dinero es escindida de su utilidad: el valor de uso del dinero es el de tener el monopolio a la hora de expresar el valor de todas las demás mercancías.
Queda aquí explicada la principal función del dinero, ser medida universal del valor, pues el valor de toda mercancía se expresa a través de cantidades determinadas de dinero, a través de su precio. El aspecto cuantitativo del equivalente consiste en ser unidad de cuenta del valor de toda mercancía. El aspecto a destacar del dinero como expresión universal de valor es, sin embargo, el cualitativo, que consiste en que solo a través de él, en el momento de la venta, puede el trabajo concreto y privado manifestarse como abstracto y social.
También se deriva, de esta explicación, la función del dinero como medio de cambio. Dado que en el capitalismo no existe unidad entre el proceso de producción y el consumo -pues eso implicaría que no existiera la mediación del valor-, las mercancías han de ser distribuidas a través de la esfera de la circulación. Como sabemos, dado que el valor se expresa, necesariamente, a través del dinero, el proceso para obtener cualquier mercancía pasa por utilizar el dinero como medio de intercambio, tal como Marx lo explicó al mostrar la circulación simple M-D-M.
El dinero es, en las sociedades capitalistas -donde el intercambio se ha generalizado como forma de distribución de toda riqueza y la actividad productora es mediada por el valor- el elemento que permite solventar la contradicción entre el carácter social de la producción en general y el trabajo privado y autónomo de cada productor.
En cualquier caso, no es el dinero el que hace comparables el valor de las mercancías, por el contrario, es gracias a que las mercancías son cuantitativamente comparables entre sí -según su magnitud del valor, esto es, de la cantidad de trabajo abstracto que incorporan- que puede aparecer el dinero como referencia común. La última forma del valor nos muestra como el dinero se presenta como nexo social de los individuos que se relacionan a través de las mercancías y sus valores de cambio. Marx tuvo clara, desde años antes a la redacción de El Capital, que el dinero desempeñaba un papel más relevante que el de ser una mera herramienta con la que facilitar el intercambio. El dinero es el representante material de la riqueza abstracta, puesto que solo a través de él se pueden obtener el resto de mercancías:
“El individuo debe producir un producto universal: el valor de cambio[8], o considerándolo este en sí aisladamente e individualizado, dinero. (…) el poder que cada individuo ejerce sobre la actividad de los otros o sobre las riquezas sociales, lo posee en cuanto es propietario de valor de cambio, de dinero. Su poder social, así como su nexo con la sociedad, lo lleva consigo en el bolsillo.” (Grundrisse, vol 1. p.84)
El concepto de capital como conclusión
Por último, la explicación lógico-sistemática nos permite que, al descubrir las determinaciones del dinero, su explicación no se agote en él. Por el contrario, la explicación del dinero le permitió introducir el concepto de capital a Marx. Si el dinero es la forma que adopta la riqueza universal, entonces no existe en él más que una diferencia cuantitativa, pues una persona será más rica cuanto mayor cantidad de dinero posea. Por ello, el procedimiento para acumular riqueza pasa por acumular dinero.
Si el dinero era necesario en la esfera de la circulación como medio de cambio, fuera de ella es un medio de atesoramiento. Así, el dinero se presenta como “objeto esencial del afán de riquezas y como procedimiento fundamental para enriquecerse” (Grundrisse, vol 3. p.122)
Lo que define en primera instancia al capital como sujeto es su necesidad intrínseca de acrecentarse perpetuamente -pues, en esencia, el capital es valor que se transforma en más valor-, es por eso que la acumulación del dinero -riqueza en abstracto- constituye la forma más básica del capital.
En un nivel menor de abstracción, Marx explicará que la fuente que hace que el capital acreciente su valor de manera permanente no es otra cosa sino el plusvalor. Esta explicación le permitirá, a su vez, desplegar, a partir del capítulo IV de El Capital, todas las implicaciones de la relación de capital, esto es, la relación social fundamental del capitalismo que reproduce sistemáticamente la explotación del trabajo asalariado por el capital.
Queda así recogido como, en el análisis marxiano de la sociedad capitalista, el dinero es un elemento fundamental, cuya necesidad surge de forma intrínseca del propio sistema capitalista, y no una mera herramienta facilitadora del intercambio.
Bibliografía
Bellofiore, R. (1998) “The Concept of Labor in Marx”, International Journal of Political Economy, 28:3, pp. 4-34
Caligaris, G. y Starosta, G. (2017) Trabajo, Valor y Capital, Bernal: Universidad Nacional de Quilmes
Fine, B. y Lapavitsas, C (2000), “Markets and money in social theory: what role for economics?”, Economy and Society, vol. 29, Nº 3, pp. 357-382.
Hegel, G.W.F. (1968) [1821] Principios de la Filosofía del Derecho. Buenos Aires: Claridad,
Heinrich, M. (2018) [2004] Crítica de la economía política. Madrid: Guillermo Escolar,
Marx, K. (1976) [1857-58] (Grundrisse) Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858. Vols. 1 y 3. Madrid: Siglo XXI,
—— (1975) [1867] El capital. Vols. 1 y 3 (1ª ed. alemana). Tomo 1, Madrid: Siglo XXI,
—— (1976b) [1879-80] Notas marginales al «Tratado de economía política» de Adolph Wagner en DOBB, M. et. al. “Estudios sobre El Capital”. Buenos Aires: Siglo XXI,
Milios, J. (2020) “Value form and Abstract Labor in Marx: A Critical Review of Alfred Sohn- Rethel´s Notion of `Real Abstraction´” en A. Oliva et al. (eds.) (2020) Marx and Contemporary Critical Theory, Marx Engels and Marxism. Cham (Suiza): palgrave macmilan
Rubin, I. I. (1977) [1928], Ensayo sobre la teoría marxista del valor, México: Pasado y Presente,
[1] “…la forma social concreta del producto del trabajo, la mercancía, es, por una parte, valor de uso y, por otra, “valor”, no valor de cambio, pues éste no es más que una simple forma fenoménica y no su propio contenido.” (Marx, 1976b, “Glosas Marginales…” p. 177)
[2] “…la economía política ha analizado (…) el valor y la magnitud del valor y descubierto el contenido oculto en esas formas. Sólo que nunca llegó siquiera a plantear la pregunta de por qué ese contenido adopta dicha forma” (El Capital, pp. 97-98, cursiva agregada).
[3] Imaginemos que el sastre del ejemplo produce un traje en 20 horas. Imaginemos, también, que el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de un traje son 15 horas. El propio sastre puede medir de manera exacta su tiempo de trabajo concreto. Sin embargo, no tiene manera de medir el tiempo de trabajo abstracto generador de valor que ha llevado a cabo (esto es, 15 horas), pues el trabajo abstracto brota de la socialización del trabajo privado que se lleva a cabo a través del intercambio, en la circulación.
[4] “Lo universal y objetivo en el trabajo se encuentra, empero, en la abstracción, que efectúa la especificación de los bienes y de las necesidades y por eso justamente diversifica la producción y causa la división de las tareas. (…) A la vez, esa abstracción de la destreza y del medio se hace completa, tornándola necesidad total la dependencia y la relación de intercambio de los hombres para la satisfacción de las otras necesidades.” (Hegel, 1968, $198, pp.180)
[5] “El trabajo humano crea valor, pero no es valor. Se convierte en valor al solidificarse, al pasar a forma objetiva” (El Capital, p.63)
[6] Michael Heinrich (2018) apunta que esta frase fuer recogida en la traducción francesa de El Capital, la última edición que Marx revisó personalmente.
[7] “…las mercancías solo poseen objetividad como valores en la medida en que son expresiones de la misma unidad social, del trabajo humano; (…) dicha objetividad como valores solo puede ponerse de manifiesto en la relación social entre diversas mercancías” (El capital, vol. 1, p.58, cursiva agregada)
[8] En los años 1857-1858, cuando Marx escribe este fragmento, todavía no tenía clara la distinción entre valor y su forma de expresión, el valor de cambio. Por eso, en realidad, con “valor de cambio” se está refiriendo, aquí, al valor.