Txakal (Twitter: @Txakal161)
El pasado 7, 8 y 9 de Octubre, se organizó un encuentro de Hackers de todo el Estado llamado Hackmeeting1. Después de tres años sin juntarnos, por fin tuvimos la opotunidad de vernos en el espacio comunitario MolinoLab2, en Sancti-Spíritus, Salamanca. Entre charlas, talleres, cacharreos y asambleas, tuve la oportunidad de abrir un debate sobre los retos del movimiento Hacker, donde debatimos y discutimos ampliamente sobre este análisis que propuse en la mesa.
El movimiento Hacker es muy difícil de definir, es un concepto amplio que abarca muchas sensibilidades políticas y formas de entender el mundo. Sería muy pretencioso por mi parte enmarcar el Movimiento Hacker como algo homogéneo y monolítico, pero creo que sí que tiene unas bases comunes que definen al movimiento en su totalidad.
El origen de este movimiento ha sido ampliamente discutido, pero existe un libro muy esclarecedor al respecto del periodista Steven Levy, titulado Hacker heroes of the computer revolution, en el que el autor analiza los comienzos del movimiento Hacker desde 1963, en el que los primeros hacktivistas se valían de un ordenador gigante, llamado PDP-1, pasando por el MIT, donde los apasionados de la tecnología de Tech Radio Model Club se colaban de noche en la universidad para crear programas propios y modificaciones que no estaban previstas. Así, concluyendo con la creación de la primera licencia de Software Libre y desarrollo de GNU por Richard Stalman en 1983.
Lo que Steven Levy nos quiere transmitir es que el avance de la tecnología y la imposibilidad de acceder a ella, ya sea por restricciones o por su precio descomunal, hizo que unos universitarios reivindicaran su acceso libre y gratuito, la modificaran a su antojo y asumieran la computación como un arte, y es en este libro donde podemos encontrar por primera vez la definición de una ética Hacker, que consiste en:
- Toda la información debe ser libre.
- Desconfianza en la autoridad, promover la descentralización.
- Los Hackers deben ser juzgados por lo que hacen, no por su raza, edad o clase.
- Se puede crear arte y belleza en el ordenador.
Este origen hay que enmarcarlo en el contexto político y económico propio. En una potencia mundial, económica y tecnológicamente puntera, como Estados Unidos, la clase media era una composición social muy establecida y con gran capacidad económica. Amplias capas de la población podían llevar a sus hijos e hijas a la Universidad, donde tenían los primeros grandes ordenadores, incluso más adelante comprar un ordenador personal. Esto hizo que mucha gente comenzara a interesarse por la tecnología, algo que en otras latitudes era impensable ya que, si tenían ordenadores, estos estaban reservadas para gobiernos, grandes empresas y algunos sectores de la investigación académica. También fue crucial todo el movimiento hippie de la época postfordista, que marcó en gran medida la inspiración política de la ética Hacker.
La eclosión del movimiento la podemos fechar en lo que se ha venido a denominar la “época dorada del movimiento hacker”, desde finales de los 80 hasta finales de la década de los 2000. Esta expansión la marcó el avance tecnológico que posibilitaba el acceso a un ordenador personal y a una conexión a internet de manera generalizada. El acceso al hardware fue cada vez más accesible y las conexiones de internet ya no eran algo reservado para la universidad y la empresa, sino que muchas casas la tenían, y también comenzaron a emerger cibercafés y locutorios donde podías conectarte. Esto multiplicó la capa poblacional con acceso a un terminal de red, lo cual, potenciaba la gente que se interesaba en la tecnología, ya que a diferencia que en la actualidad, para configurar un PC, las necesidades de una formación específica eran más altas, algo que apasionó a mucha gente.
La romantización del Hacker fue un factor importante para esta expansión. El cúmulo de noticias sobre hackeos a empresas o estados, películas sobre hacking y la caricaturización de este, creó una imagen atractiva para mucha gente que sentía pasión por la tecnología y una cierta negación hacia el sistema establecido. La cultura Cyberpunk también tiene mucho que ver en esto, desarrollando una rama más artística.
La coyuntura socio-económica es crucial para entender la forma en que fue articulándose el movimiento durante dicha expansión. Sobre todo, en las zonas geográficas de centro imperialista como Europa y EEUU, donde más se expandió el movimiento. Se vivían épocas de grandes cambios, el orden mundial con las dos grandes potencias, EEUU y la Unión Soviética en conflico se terminó, se derrumbó el muro y empezó la llamada globalización. Con la caída del muro, las visiones revolucionarias perdieron muchísima fuerza, el trauma del derrumbe soviético, ya no solo como bloque económico, sino como posible alternativa de un futuro emancipador, se perdió y con él la esperanza de un nuevo mundo de supuesta libertad. Esto provocó la expansión del capitalismo, pero también de ideas anarquistas y socialdemócratas que derivaron en movimientos contra-culturales como el movimiento de okupación, movimiento ecologista, antiglobalización, la irrupción del Zapatismo, el Socialismo del Siglo XXI, momentos clave como las contracumbres de Génova o Seattle y posteriormente fenómenos como el 15M, el movimiento de las plazas o la última ola del feminismo, junto a otros proyectos y luchas con formas autónomas y asamblearias.
Si juntamos todo esto en una coctelera, nos sale un movimiento político-tecnológico que se llama el movimiento hacker. Con el software libre y la descentralización como bandera se crearon muchísimos proyectos que fueron cruciales para este momento, como Indymedia que era el primer gran periódico digital de información internacional sin control del capital. También se crearon herramientas para ayudar a la militancia en su seguridad, se crearon Hacklabs en espacios okupados, se crearon encuentros autogestionados como el Hackmeeting, herramientas de soporte y autonomía tecnológica como sindominio3 en el Estado español, se avanzó considerablemente en la calidad del software libre, se utilizaron los conocimientos técnicos para hacer acciones directas contra empresas y gobiernos, juntos a otras acciones que han construido una subcultura tan crucial para todo movimiento revolucionario como es el movimiento Hacker.
Sin embargo, el surgimiento y avance de un contrapoder es porque existe un poder establecido, y ese poder es el capitalismo, la sociedad de clases. Sociedad en la cual la explotación es el motor de la acumulación, y la opresión y destrucción la gasolina. La burguesía, siempre que hay un movimiento que cuestiona su hegemonía, intenta paralizarla de cualquier modo, y el movimiento hacker no se libró de esto.
La fórmula habitual para frenar movimientos peligrosos para el capitalismo suele ser utilizar el Estado como brazo represor. Esto se tradujo en detenciones, multas, cierre de espacios okupados, webs y proyectos, cárcel e incluso asesinato. Toda esta represión, siempre ha sido un freno, pero no es exclusivo de este movimiento y tampoco algo que no se pueda superar, siempre hay trucos y grietas, por algo somos Hackers.
La guerra real y más dura, como en cualquier movimiento, es la impregnación en su seno de la cosmovisión capitalista, traducida en guerra cultural. Lo que llamamos InfoSec, la ciberseguridad entendida para los beneficios empresariales, es la apropiación cultural del capitalismo al movimiento Hacker.
Por una parte, tenemos toda la industria audiovisual que nos presenta a un Hacker en el lado malvado, que después de darse cuenta de sus acciones ayuda a la gran empresa o al Estado que ha intentado combatir. Esto crea un imaginario en el que el hacker bueno es aquel que ayuda a la empresa y no la pone en cuestión. También se nos presenta como un traficante de drogas, que utiliza sus conocimientos técnicos para vender y hacerse rico, o un idealista que no puede conseguir esa revolución porque simplemente es imposible. Esta caracterización e infantilización han sido claves en todo el proceso de fustigar al movimiento hacker.
Por otra parte, tenemos a los voceros. Esta gente normalmente proviene de la cultura Hacker, pero han despreciado toda ética y se han quedado con la estética, vendiéndose a la empresa y al Estado por buenas sumas de dinero, como pueden ser Chema Alonso, que está en el consejo de administración de Movistar y tiene la medalla de honor blanca de la Guardia Civil. O Antonio Ramos, de Mundo Hacker, que ha trabajado para centros de inteligencia de EEUU, Europa y España, y tiene la medalla blanca al mérito civil de la Policía Nacional. Esta gente sale en grandes medios de comunicación, da charlas en conferencias prestigiosas y tienen un eco mediático muy considerable. Su mensaje, básicamente, consiste en decir que los hackers son gente apasionada de la tecnología que hacen el “bien”. Claro, para ellos el bien es que cuando encuentras una vulnerabilidad a una empresa se la reportes en vez de reventarla, que trabajes para una gran tech y crees herramientas para ellos, en vez de impulsar proyectos libres y comunitarios. Para ellos, el bien es trabajar para el capital y los demás somos delincuentes, criminales o idealistas, etiquetándonos en nuevas categorías inventadas por ellos como: “Black hat”, “White hat”, “Hacktivist” o “Etical Hacker”.
Para transmitir estas ideas tienen toda la infraestructura necesaria, como la universidad, que reproduce esta idea empresarial del hacker hasta el imposible (al fin y al cabo, el objetivo de la educación, tanto pública, como privada, siempre será la implantación en la población de la lógica del trabajo asalariado). También tienen conferencias muy grandes a nivel estatal patrocinadas por grandes empresas tecnológicas como RootedCon, o por el Estado como CyberCamp, que directamente es un congreso de “Hackers” de INCIBE o, siendo más concretos, la sección de informática del CNI. Estos, con sus grandes medios eclipsan encuentros como el Hackmeeting o incluso encuentros mucho más grandes como el Chaso Computer Congress, que pertenecen al movimiento hacker antisistema.
Esta propaganda crea nuevos hackers que en vez de simpatizar con la ética Hacker, a veces no llegan ni a conocerla, directamente denominándose como Infosec. Estos, reproducen las mismas ideas por Youtube, Twitch, Telegram o cualquier otro medio a su alcance, como puede ser el Youtuber S4vitar, que técnicamente puede tener muchos conocimientos, pero culturalmente reproduce la cultura Infosec.
Creo también necesario señalar una función muy importante de la cultura Infosec, la canalización de todo el potencial técnico del movimiento Hacker hacia los intereses del capital como fuerza de trabajo, alejándolas de toda ética y conciencia política.
Para entender el contexto actual de movimiento hacker, es muy importante identificar los ciclos políticos de los últimos quince años, sobre todo en el sur de Europa y muy ligados a las crisis económicas que estamos sufriendo.
El primer ciclo lo identificó con la crisis financiera que vivimos el 2008, que afectó mucho al sur de Europa, nos vimos en el fin de una época de espejismo de bonanza donde amplias capas de la clase trabajadora podía acceder a una hipoteca, llevar a sus hijos a la universidad, ir de viaje e incluso llegar a tener más de una propiedad inmobiliaria. Esto se acabó traumáticamente, resultando en cadenas de despidos, desahucios y una generación que por primera vez vislumbraba un futuro menos prometedor que el de sus padres. En este contexto económico emerge el 15M, las mareas, las marchas de la dignidad, el movimiento de vivienda etc., donde mayoritariamente, los hijos e hijas de la clase media tomaron las plazas, el funcionariado se movilizó y los trabajadores se pusieron en huelga para reivindicar una democracia mejor gestionada, sin corrupción y más trasparente, y una vuelta a las condiciones materiales anteriores. Digo mayoritariamente porque estas fueron las reivindicaciones de peso, lo que no significa que no hubiera otras. A diferencia del Estado, en Euskal Herria, tuvimos nuestro propio proceso, donde mientras las demás plazas estaban okupadas y las calles llenas, nosotros salíamos de un ciclo marcado por la lucha armada muy largo y duro, este fin de época provocó una desmovilización popular escalonada y la consolidación de un partido nítidamente socialdemócrata en institucional en la esfera de la Izquierda Abertzale como es EH Bildu.
Lo que vivimos en Euskal Herria fue, a su manera, el preludio de lo que sucedería en el resto del Estado: este ciclo con naturaleza reformista, se encaminó con distintas formas socialdemócratas, como puede ser la aparición de partidos como Podemos o Syriza y también enmarco aquí el resurgir y el gran apogeo del proyecto independentista catalán, cuyo planteamiento residía en crear una república catalana sin los problemas “democráticos” del Estado español, irreformable según su análisis. Esto reventó la movilización popular, encauzándola por vías institucionales, lo que hizo que muchas asambleas perdieran fuerza y viviesen una fuga de militantes hacia el ámbito institucional, algo de lo que el movimiento hacker no se excluye. Este punto ha sido ya tratado en mayor profundidad, por ejemplo, un texto muy interesante de José Castillo en portal Jacobin4, que se llama “Hasél: la chispa que encendió la mecha”, donde profundiza más en el fin de este ciclo político.
Este ciclo político acaba cunado empieza otra crisis, que ya se vislumbraba antes incluso del comienzo de la pandemia de la Covid-19, donde se empieza a asumir que el proyecto socialdemócrata es un fracaso rotundo como pudimos ver en el caso de Grecia y Syriza. También tenemos una juventud, en la que me incluyo, que vivió muy tempranamente la anterior crisis, y no ha visto más que el empobrecimiento paulatino y un futuro más incierto. Esta combinación empezó a explotar de distintas formas, sobre todo en la despolitización de la gente, después de ver todo aquel fracaso de las experiencias de la “nueva izquierda”, ya ha dejado de creer en un futuro emancipador y ha optado por una salida individualista, que alimenta posturas liberales e incluso fascistas como la de VOX. Esa explosión de odio también se produjo en la semana que se quemó Barcelona por los juicios del procés, que a mi parecer más que aquella movilización del uno de octubre, pacifista con familias en la calle pidiendo una República Catalana, lo que vimos fue la rabia de la juventud proletarizada, harta de la situación, y explotando en el enfrentamiento directo con la policía.
La gran crisis de la Covid-19 aceleró este fin de ciclo y comienzo de uno nuevo. Donde el empobrecimiento se generalizó más si cabe. El Gobierno español actual, supuestamente el más progresista de la historia, se convierte en una maquina autoritaria al puro estilo Orweliano; y la psicosis constante de noticias catastróficas, ha puesto en evidencia que las formas ideológicas y organizativas que ha tenido la clase obrera en los últimos años están desechas e inutilizadas, y que no emos sido capaces de reaccionar ante esto con la contundencia que se merecía. Esto se refleja en los grandes disturbios por todo el Estado por el toque de queda, también en la explosión de rabia que produjo el encarcelamiento de Pablo Hasel o la movilización en Vallecas por el confinamiento de los barrios más proletarizados de Madrid. Esto ha abierto lo que va ser la línea por la que transcurrirá el nuevo ciclo, un nuevo replanteamiento. Es decir, el planteamiento de que no existe capitalismo bueno, y que donde hay que poner la centralidad del análisis es en cómo se puede organizar a toda una clase social para crear una forma en la que la sociedad se organice sin explotaciones ni opresiones. Es decir, plantear una revolución o superación del capitalismo. Este debate se está dando en muchos ámbitos, desde la autonomía, diferentes movimientos sociales y también desde la creciente línea socialista.
En este contexto nos enmarcamos, es innegable que el movimiento hacker no es algo independiente a la sociedad, y estamos viviendo los mismo problemas y límites que han vivido otros movimientos políticos los últimos años.
Tenemos un gran problema con incorporar nuevas generaciones, solo hace falta mirar los encuentros y sacar una media de edad para darnos cuenta de que la juventud es una minoría en el movimiento hacker. No en cambio en los congresos y encuentros de Infosec, que están llenos de jóvenes. Los hacklabs han disminuido por todo el territorio del Estado, quedándose en lo anecdótico, aunque podemos ver que en el último año se ha formado un Hacklab en Madrid, en el CSOA La Ferroviaria. Los encuentros son muy costosos de sacar adelante, no hay más que percatarse de que hemos estado tres años sin hackmeeting y casi el recientemente celebrado tampoco se saca adelante. Los movimientos políticos, mayoritariamente, han perdido al movimiento hacker como referencia en la ayuda de su infraestructura técnica, tanto de seguridad como en utilizar proyectos libres y autónomos. No tenemos más que ver cuantas organizaciones tienen cuentas de Twitter y de ellas cuantas cuentan con Mastodon.
La pérdida de referencia también es por el desconocimiento de la existencia del movimiento Hacker, por eso los colectivos nuevos como el colectivo Disonancia5 o Colectivo4066 están siendo una referencia, han sabido ver las necesidades de los movimientos y hacerse un eco dentro del panorama. Ayudando a crear una cultura de ciberseguridad y autonomía digital.
El movimiento Hacker también está delante de un nuevo ciclo político. No es algo sencillo de atajar, ni de darle una forma orgánica, ya que al fin y al cabo es un movimiento de muy diversa gente y colectivos con formas organizativas e ideológicas muy diferentes. El reto está servido y el debate abierto.
Hack The System!
4 https://jacobinlat.com/2021/03/04/hasel-la-chispa-que-encendio-la-mecha/