Steve Wright[1]
Traducción: Pepe del Amo, Pablo Oliveros y Andrés Timón
Revisión: Luis Soldevilla
En memoria de Ivan Conabere – ‘Uno di noi’
La Autonomía operaia es un partido, desde el punto de vista fenoménico, organizativo y estructural – Juez Pietro Calogero (La Repubblica 1979: 120).
¡Si tan solo…! – Mario Dalmaviva, Luciano Ferrari Bravo, Toni Negri, Oreste Scalzone, Emilio Vesce, Lauso Zagato (1979: 23)
Este capítulo busca explorar, de forma crítica, el debate que tuvo lugar sobre la forma-partido do en el seno y alrededor de los grupos de la Autonomía Operaia a final de los años setenta, cuando dicha área de políticas revolucionarias fue, durante un breve periodo de tiempo, la fuerza dominante entre la extrema izquierda italiana. Habiendo asumido un rol de liderazgo durante las primeras etapas del ‘extraño movimiento de extraños estudiantes’ del 1977 (Lerner, Manconi & Sinibaldi 1978), los autónomos italianos finalmente encontraron un espacio multitudinario para el debate sobre el significado y propósito de la organización política. Mientras duró, fue un debate con muchas aristas dirigido no sólo por las distintas ‘micro-facciones’ (Scalzone 1978) que reclamaban para sí mismas el apelativo de Autonomía organizzata, sino también por el abanico de posiciones ‘externas y en sus bordes’ (Martignoni & Morandini 1977).
Por distintas razones, estas discusiones sostenidas por una generación anterior siguen siendo relevantes. Para empezar, porque arrojan luz sobre el trabajo de Toni Negri, el que seguramente haya sido el más conocido de entre aquellos que en ese momento debatieron sobre los beneficios o no de un ‘partido de la autonomía’. Segundo, y sin desdeñar las diferencias que nos separan con aquella época, porque la experiencia italiana de finales de los setenta resuena con importancia entre aquellos que buscan hoy desafiar el ‘estado presente de las cosas’. Arraigado en un amplio espectro de sectores —estudiantes (muchos de los cuales también eran trabajadores asalariados), obreros de pequeñas empresas, funcionarios públicos (desde personal hospitalario hasta oficinistas)—, el llamado ‘Movimiento del 77’ congregó un amplio abanico de prácticas anticapitalistas de masas. Impregnado de una iconoclastia que anteriormente estuvo reducida a los círculos feministas y la izquierda libertaria, el movimiento desafió no sólo el proyecto de Compromiso Histórico del Partido Comunista, sino también el sentido común de los grupos de la Nueva Izquierda (Bologna 1977a; Cuninghame 2002a; Lumley 1990; Wright 2002). Tal y como Sergio Bologna (1980: 28-9) reconoció a finales de aquella década:
“(…) el movimiento del 77 fue no sólo una forma diferente de concebir la relación entre política y vida, sino también una serie de valores y contenidos que nunca antes habían sido puestos en la agenda de un proyecto político. Pese a haber dejado aparentemente un vacío a su paso, pese a haber dejado al descubierto aparentemente sólo la crisis de las formas políticas, 1977 tiene que ser considerado como una de las mayores anticipaciones de las formas y contenidos de la vida política y social vista en los últimos años. Tras 1977 no hay vuelta atrás, pese a todos los errores cometidos, que muchos aún siguen pagando de forma atroz. El 77 fue un año en el que la riqueza y complejidad de los problemas fue tal que la forma política capaz de contenerlos y organizarlos adecuadamente no pudo ser descubierta”.
[ Continuación del texto en: https://contracultura.cc/wp-content/uploads/2023/07/Un-Partido-de-la-Autonomia-Steve-Wright.pdf ]
[1] Me gustaría agradecer a las siguientes personas sus críticas constructivas a una versión anterior de este capítulo: Tim Murphy, Chris Wright, Nik, Enda Brophy, Patrick Cuninghame, Arianna Bove.