Mario Aguiriano
Los intentos de alinear a Marx con una u otra tradición de pensamiento corren siempre el riesgo de desdibujar su originalidad, minando de paso la radicalidad política de su obra. Esta última no puede disociarse de su ruptura con la filosofía, primero; y con la economía política, más tarde. Y si bien las rupturas absolutas son una fantasía religiosa, el énfasis en la continuidad acaba por demostrarse igualmente unilateral. Desmerecer el momento de negación y superación es presentar a un Marx mutilado, privado de filo, asimilable a aquello con lo que aspirara a romper.
Marx’s Inferno esquiva con éxito este peligro. La principal virtud de la reivindicación del republicanismo de Marx acometida por Roberts es su austero minimalismo. Esta pasa por demostrar que Marx concibe la libertad comunista a la manera republicana: esto es, como ausencia de dominación. La reducción del republicanismo a este mínimo común denominador permite iluminar la obra de Marx sin convertirlo en un mero epígono, un Aristóteles en la era de la gran industria o un jacobino mínimamente renovado. Roberts evita de este modo disfrazar la ruptura con el pensamiento burgués de su mera “radicalización”.
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