Harry Haywood y Milton Howard
Traducción por Leila Sidqi
Publicación original: Viewpoint Magazine
Introducción a la edición de 2017
A principios de los 1930s, la crisis capitalista empujó a todo partícipe en la izquierda política a enfrentarse a un enemigo común: la violencia extralegal de la clase dominante. Los linchamientos antinegros y las ejecuciones sumarias de sindicalistas [labor organizers] estaban en alza con la arremetida de la peor depresión económica desde finales del siglo XIX. Por primera vez desde la Reconstrucción radical —cuando un movimiento interracial para combatir las brutalidades de la aparcería y prevenir la implementación completa del capitalismo en el Sur fue brutalmente detenido por el Compromiso de Tilden-Hayes de 1876[1] y el regreso al poder político de la vieja clase esclavista— había grandes números de trabajadores blancos organizados uniéndose a los liberacionistas negros en la oposición a la legislación de los linchamientos.
De este contexto surgió un análisis del linchamiento como un arma de guerra de clases. En 1932, Harry Haywood y Milton Howard escribieron conjuntamente un panfleto político titulado Lynching: A Weapon of National Oppresion. El análisis marxista-leninista por Haywood y Howard del linchamiento venía de su experiencia en el Partido Comunista de EEUU (CPUSA, por sus siglas en inglés) y de incipiente movimiento del Partido hacia la organización de los aparceros empobrecidos del Cinturón Negro sureño —condados vecinos en el Sur dominados por una economía de plantación y con una mayoría demográfica negra. La publicación era parte de la tradición de panfleteo que informaba la organización del CPUSA. Panfletos como The American Negro, de James S. Allen se distribuían junto al periódico del partido, The Daily Worker, entre miembros del partido y otros trabajadores, volviéndose así herramientas educativas cruciales a medida que el Partido desplazó su atención hacia la relación histórica entre raza y clase a finales de los 1920s.
En 1928, Haywood le había presentado a la Internacional Comunista (Comintern) su tesis de que los estadounidenses negros comprendían una nación oprimida dentro del Estado imperial de los Estados Unidos de América. Haywood fue el responsable de darle un empujón al programa del Partido respecto a la llamada ‘cuestión negra’ más allá del determinismo económico vulgar que había heredado del Socialist Labor Party, hacia un internacionalismo revolucionario que reconociera las peculiaridades del capitalismo racial estadounidense. El sistema de plantación sureño posterior a la Guerra Civil —basado como estaba en la aparcería, la supervisión de los cultivos por los terratenientes, el peonaje por deudas, el sistema de arrendamiento de convictos y el trabajo público por cuadrillas de reclusos— era una economía semifeudal con un pie en la esclavitud y otro en el capitalismo. Su correlato superestructural, como Haywood anotaría en su ‘La lucha por la posición leninista en la cuestión negra en Estados Unidos’ de 1933, era la segregación, la privación de derechos, las leyes contra el mestizaje y una multitud de otras formas de dominación respaldadas por un ‘sistema vicioso […] de violencia arbitraria, siendo su expresión más viciosa la peculiar institución estadounidense del linchamiento’. Era en el Cinturón Negro donde los linchamientos de la posguerra civil se habían concentrado y movilizado contra la gente negra que había rehuido las cadenas del posparto de la economía esclavista: el contrato de trabajo liberal racial que atrapó a millones en una economía de la deuda respaldada por el poder policial y las judicaturas locales supremacistas blancas. El linchamiento, de acuerdo a Haywood, era un mecanismo de violencia imperial que mantenía una división racializada dentro de la clase trabajadora.
Una lucha de masas multirracial en nombre de la autodeterminación de la nación negra, sostenía Haywood, sería el fulcro para una revolución proletaria mundial contra el imperialismo estadounidense. Siguiendo la declaración por Lenin en 1920 de que ‘todos los partidos comunistas deben prestar una ayuda directa al movimiento revolucionario en las naciones dependientes o que no gozan de derechos iguales (por ejemplo, en Irlanda, entre los negros de Estados Unidos, etc.) y en las colonias’, Haywood defendió que a la Comintern le correspondía apoyar oficialmente la autodeterminación negra en todas las regiones del país. En respuesta, el VI Congreso aprobó en 1928 una resolución, en la que se declaraba:
Mientras continúa e intensifica la lucha bajo la consigna de la plena igualdad social y política para los negros, que debe seguir siendo el lema central de nuestro Partido entre las masas, el Partido debe pronunciarse abiertamente y sin reservas en favor del derecho de los negros a la autodeterminación nacional en los estados sureños, donde forman la mayoría de la población. La lucha por la igualdad de derechos y la propaganda de la consigna del derecho a la autodeterminación se deben vincular con las demandas económicas de las masas negras, especialmente aquellas dirigidas contra los remanentes de esclavitud.
En 1930, la Comintern aprobó otra resolución en la que se enunciaba sin reservas que ‘la cuestión negra en los Estados Unidos debe verse como una nación oprimida’ y que los trabajadores blancos ‘deben saltarle al cuello al cien por cien de los bandidos que golpeen a un negro en la cara. Esta lucha será la prueba de la verdadera solidaridad internacional de los trabajadores blancos estadounidenses’. La exhortación de la Comintern a los miembros blancos del Partido para que se volvieran cómplices en la defensa contra el linchamiento fue una pieza central en su campaña contra el ‘chovinismo blanco’. El CPUSA urgió a los revolucionarios negros a que lucharan también contra los nacionalismos negros estrechos del estilo del abrazado por Marcus Garvey y la Asociación Universal para la Mejora del Hombre Negro (UNIA, por sus siglas en inglés). Aunque el movimiento panafricanista inmensamente popular de Garvey en la posguerra había inspirado la tesis comunista de que los afroamericanos constituían una nación oprimida, algunos miembros del CPUSA consideraban que el nacionalismo radicalmente separatista y burgués de Garvey impediría cualquier solidaridad de clase trabajadora interracial. Sus polémicas contra el tradeunionismo y su defensa del trabajo ‘coolie’ en Jamaica, por no decir nada de sus insinuaciones al Ku Klux Klan, podrían vindicar tal posición.
Siguiendo el análisis de Haywood y la directiva de la Comintern, el CPUSA de la Gran Depresión dedicó por primera vez considerables recursos y esfuerzos a la organización de miembros y trabajadores en torno a la plataforma por la liberación nacional negra. Con organizaciones subordinadas como la Liga de Lucha por los Derechos de los Negros (LSNR, por sus siglas en inglés) haciendo campaña agitativa por el poder obrero negro en el Norte y la Defensa Internacional del Trabajo (ILD, por sus siglas en inglés) —el ala de defensa legal del CPUSA— organizando a aparceros negros en el Sur, el movimiento casi había alcanzado una escala nacional.
En 1931, el CPUSA se involucró en su primera campaña de defensa contra el linchamiento después del arresto y encarcelamiento, cerca de Scottsboro, Alabama, de nueve jóvenes hombres negros desempleados —Charlie Weems, Ozie Powell, Clarence Norris, Olen Montgomery, Willie Roberson, Haywood Patterson, Andy y Roy Wright, y Eugene Williams— en base a acusaciones de vagabundeo y violación después de que se enzarzaran en una pelea con unos chicos blancos en un tren. Con edades comprendidas entre los 13 y los 19 años, los 9 de Scottsboro casi fueron linchados en el momento de su arresto, juzgados sin la asistencia adecuada de un abogado, declarados culpables por pruebas endebles y (con la excepción de Roy Wright, de 13 años) sentenciados a muerte por silla eléctrica después de una farsa judicial en el corazón del Cinturón Negro controlado por el Klan. Después de que la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés) se negara a asumir el caso, la ILD intervino para defender a los 9. Como parte de su campaña de defensa, la ILD —siguiendo el ejemplo de la cruzada antilinchamientos transnacional de Ida B. Wells en los 1890s— organizóuna inmensa gira de charlas internacional. Estallaron protestas en París, Moscú y Sudáfrica. Activistas de todo el mundo abrumaron al gobernador de Alabama con cartas y telegramas exigiendo la puesta en libertad inmediata de los 9 de Scottsboro.
El movimiento por la liberación de los 9 radicalizó a mucha gente negra, de clase trabajadora e inmigrante. Durante los primeros pasos de la campaña de Scottsboro, hubo trabajadores negros que organizaron y participaron en acciones y huelgas en Arkansas, Pensilvania, Ohio; también entre mineros del carbón de Virginia Occidental en el Sindicato Nacional de Mineros [National Miners Union]. Grandes masas se unieron al movimiento de trabajadores desempleados y se organizaron contra los desalojos en los barrios negros de Chicago y Cleveland. En Camp Hill, Alabama, se fundó el Sindicato de Aparceros [Sharecroppers’ Union] en base a la resistencia de los agricultores negros arrendatarios frente a los ataques de los terratenientes y los sheriffs.
Fue durante esta extensión de la militancia negra cuando Haywood y Howard publicaron su crítica irrecusable del linchamiento como un arma de opresión nacional. Abriendo su análisis con la historia del aparcero Henry Lowry —quien fue quemado en la hoguera en Nodena, Arkansas el 26 de junio de 1921 por 500 personas después de haber matado al maestro que le esclavizaba por deudas en autodefensa— Haywood y Howard subrayaban que el empleo de violencia extraeconómica por los oligarcas sureños era una respuesta a la lucha de clases desempeñada por millones de trabajadores negros sujetos a la sobreexplotación en una economía semifeudal de deudas.
El linchamiento tenía mucho en común con el análisis de William Pickens en Linchamiento y esclavitud por deudas [Lynching and Debt Slavery]. Pickens, que escribió el panfleto en 1921 para la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés), sostenía que el linchamiento era un método de explotación económica resultante tanto de los esfuerzos de la clase dominante por controlar la mano de obra negra como de la competencia de los trabajadores blancos con la mano de obra negra. Subrayaba el papel fundamental de la violencia en el mantenimiento del sistema sureño de esclavitud por deudas y en el aplastamiento de los esfuerzos de los aparceros negros por organizar sindicatos de agricultores en los condados de Brooks y Lowndes, Georgia en 1918 y en Elaine, Arkansas en 1919. Pickens acuñó sagazmente la expresión del ‘Congo americano’ para referirse a la región sureña en la que predominaban los linchamientos —Georgia, Misisipi, Arkansas, Texas, Louisiana, Tennessee y Alabama— en reconocimiento de la relación de la violencia con la democracia internacional de Herrenvolk[2] y el capitalismo colonial.
La misión de este Congo no es en busca de goma y ébano, sino de algodón y azúcar. Aquí el trabajo es forzado y el trabajador es un esclavo. La esclavitud es una esclavitud por deudas ingeniosamente ideada para dar una imagen de civilización e imperio de la ley. Una deuda de unos pocos cientos de dólares puede atar a un hombre negro y su familia de diez a un gran dueño blanco de una plantación tan bien como si este hubiera comprado sus cuerpos.[3]
Pickens, Haywood y Howard reconocieron que las nuevas formas de esclavitud racial que surgieron tras la Guerra Civil eran específicas a las contradicciones de la época. La neoesclavitud estaba respaldada por la bestia del imperio estadounidense, cuyo surgimiento en el cambio de siglo coincidía con el peor período de linchamientos antinegros en el Sur. ‘El imperialismo estadounidense’, escribía Haywood en 1933, ‘es la fuerza que respalda a las clases dominantes blancas (capitalistas y terratenientes) en su saqueo directo y violento de las masas negras en el Cinturón Negro’. Haywood elaboraría esto en con la exploración en profundidad de la cuestión nacional de su monográfico de 1948, Liberación negra:
El auge de la oligarquía capitalista-financiera hasta una posición dominante en la vida económica y política estadounidense excluía la posibilidad de una fusión pacífica del negro en una única nación estadounidense junto a los blancos. […] La cuestión negra se había convertido ahora definitivamente en el problema de una nación oprimida que aspira a la libertad nacional contra el enemigo principal: el imperialismo. […] Se puede decir que el Cinturón Negro es una especie de ‘colonia interna’ del imperialismo estadounidense, concebida para funcionar principalmente como el apéndice de materias primas de este último. La naturaleza de la opresión de la gente negra no difiere en ningún sentido de la de los pueblos colonizados. La economía de la región […] está en las manos de capitalista y terratenientes blancos locales, que hacen de puesto de avanzada de los verdaderos dirigentes: la dinastía financiera de Wall Street.
En su panfleto, Haywood y Howard profundizaron en la convicción de Pickens de que atacar los linchamientos sin atacar también el sistema de esclavitud por deudas y arrendamiento de convictos en el Cinturón Negro ‘es como intentar librarse de fenómenos como el humo y el calor sin molestar al fuego que los emite’[4]. Para interrumpir este fuego, Haywood y Howard subrayaban una de las contradicciones centrales de la legislación de los linchamientos: que reforzaba la explotación de los miembros mismos de la clase trabajadora blanca que tan frecuentemente se convertían en agentes de las campañas de terror de sus patrones. Fue este el frente en el que les exigían a los trabajadores blancos que pusieran sus cuerpos en la línea de defensa de la vida negra, rechazando las articulaciones liberales del linchamiento como una amenaza antiestadounidense al ‘orden público’.
En la época progresista, los liberales sureños habían empezado a sostener que el linchamiento era una forma de violencia de clase trabajadora que amenazaba la racionalidad burguesa y la autoridad estatal. Hacía falta un sistema plenamente moderno de orden público, argumentaban los liberales, para contener la violencia irracional de los pobres. Con la implementación de una legislación estatal contra los linchamientos que amenazaba con castigar a los agentes de la ley que participaran en episodios de violencia colectiva, algunos funcionarios del Estado acordaron acelerar los juicios y ejecuciones de personas negras acusadas de desafiar el orden racial de Jim Crow.
Pero estos juicios, defendían los comunistas, resultaban en linchamientos incluso si las ‘turbas’ seguían los cauces marcados por la ley. El movimiento por la liberación de los 9 de Scottsboro popularizó en consecuencia la expresión de ‘linchamiento legal’, que ponía el énfasis sobre algo que ya estaba presente en la historia retórica de la palabra ‘linchamiento’: que era una forma de violencia institucional que complementaba los difusos y ambiguos poderes de la policía. En El linchamiento como arma de opresión nacional, Haywood y Howard usaron la expresión ‘linchamiento en los juzgados’ [courthouse lynching] para refutar el enfoque legalista de las campañas contra los linchamientos emprendidas por la NAACP. Aunque el director de la Asociación, Walter White, reconocía las dimensiones económicas de la violencia (escribió su libro de 1929, Cuerda y haz. Una biografía del juez Lynch [Rope and Faggot: A Biography of Judge Lynch], que el linchamiento ‘siempre había sido el medio para proteger, no a las mujeres blancas, sino las ganancias’), White y otros miembros de la NAACP tendían a enfatizar los aspectos psicológicos de la violencia, echándoles la culpa a la ignorancia, el aburrimiento y la rebeldía. La NAACP, al exigir una ley federal contra los linchamientos y presionar al Departamento de Justicia para que castigara la violencia colectiva con las leyes estatales existentes, escondían peligrosamente la participación de la clase dominante en el mantenimiento del capitalismo supremacista blanco.
El linchamiento como arma de opresión nacional fue muy útil para elucidar las dimensiones económicas del terror antinegro sancionado por el Estado. Bebiendo de las tradiciones narrativas de los movimientos radicales contra los linchamientos y de autodefensa laboral al mencionar la ley como un arma de las fuerzas del poder de la clase dominante, Haywood y Howard disputaron la concepción extendida de que los linchamientos eran el resultado de la ‘victoria de lo sin ley sobre la ley’. La violencia extralegal y una judicatura supremacista blanca fueron aliados fundamentales en la misión de la clase terrateniente: acumular capital a costa de un pueblo negro sobreexplotado. Más bien que defender la concentración de la violencia en los aparatos represivos del Estado, los comunistas negros vieron en los experimentos revolucionarios de la Unión Soviética un modelo para una solidaridad proletaria interracial en Estados Unidos.
Como han apuntado sus críticos, los propagandistas del CPUSA había sido ingenuos respecto a la capacidad del Partido para construir este frente multirracial. Los miembros del Partido solían no tomarse en serio, ni hablemos de teorizar, el odio racial de la clase trabajadora blanca. Además, el apoyo del Partido al combate directo con las turbas y las consecuentes peticiones de pena de muerte para los linchadores se basaban en una asociación tóxica y a grandes rasgos incuestionada entre libertad y masculinidad normativa.
Con todo, como argumenta Trevor Sangrey, la tesis del Cinturón Negro funcionó como una ‘ficción productiva’ en torno a la cual pudieron tomar forma coaliciones interraciales, anticapitalistas y antiimperialistas. La tesis también fue la primera resolución del CPUSA que reconocía a las mujeres negras como el segmento más explotado de la mano de obra. Durante la campaña de defensa de Scottsboro, las feministas negras de izquierdas empezaron a incorporarse al CPUSA, encauzando fondos del Partido hacia campañas comunitarias en nombre de las trabajadoras domésticas y avanzando teorías protointerseccionales acerca de la triple explotación de la mujer negra de clase trabajadora bien entradas en la Guerra Fría.
En los 1960s, la idea de que los estadounidenses negros estaban internamente colonizados influyó sobre el Partido de las Panteras Negras y otros que renovaron la tesis de la nación negra para vincular sus luchas por la supervivencia y la autodeterminación con las luchas decoloniales de la izquierda tricontinental. Aunque el CPUSA había abandonado la autodeterminación negra en favor de un programa integracionista debido a la ‘caza de rojos’ [red-baiting] en el marco de la Guerra Fría, Haywood siguió con su teorización de la opresión nacional negra a lo largo de los 1960s para argumentar que el Cinturón Negro, aunque estuviera concentrado en el Sur, también estaba focalmente centrado en el norte urbano del Estado imperial.
El linchamiento como arma de opresión nacional nos recuerda una generación anterior de radicales que se desidentificaban con la democracia capitalista liberal y el excepcionalismo estadounidense para concebir el final de la dominación imperial y la explotación económica. El panfleto y las luchas multirraciales contra el linchamiento legal que los inspiraron son importantes herramientas con las que contar según les prestamos atención a nuevas llamadas a la autodeterminación negra en medio de una reafirmación global del fascismo y la legislación de los linchamientos.
—Erin Gray.
El linchamiento como arma de opresión nacional
Más de 500 personas estuvieron mirando mientras el negro se abrasaba lentamente. Unas pocas mujeres estaban repartidas entre la muchedumbre de plantadores de Arkansas…
Ni una sola vez suplicó clemencia el asesino, a pesar de que había sufrido una de las muertas más horribles que se pueden imaginar. Con el negro encadenado a un tronco, los miembros de la turba pusieron un pequeño montón de hojas alrededor de sus pies. Después derramaron gasolina sobre las hojas y la ejecución de la sentencia se puso en marcha…
Según las llamas devoraban su abdomen, un miembro de la turba dio un paso adelante y saturó de gasolina el cuerpo. Sólo pasaron unos pocos minutos antes de que el negro quedara reducido a cenizas…
—Mephis Press, 27 de enero de 1921.
Así es como un testigo presencial describía el linchamiento de Henry Lowry.
¿Quién fue Lowry? ¿Cuál fue su crimen? Henry Lowry era un aparcero negro en Nodena, Arkansas. Durante dos años, había estado trabajando dura e incesantemente bajo el sol abrasador. Pero, en dos años, no había recibido ni un centavo del sueldo que merecía. El terrateniente le había ido avanzando cada vez menos comida para su familia. Ya estaban al borde de la inanición.
Fue a la casa del terrateniente y le exigió un sueldo. El terrateniente primero le miró extrañado, como si no hubiera entendido lo que acababa de oír. Pero cuando entendió que uno de ‘sus’ aparceros estaba realmente pidiéndole su sueldo, montó en una cólera enloquecida, maldiciendo a Lowry y golpeándole con su pistola. Después, apuntó su revólver a la cabeza de Lowry y disparó, hiriéndole. Enfurecido por este trato como a un perro, Lowry empezó a defenderse. En la lucha, el terrateniente fue asesinado.
Tan pronto como se conoció esto, los terratenientes blancos de millas a la redonda se obsesionaron con una única idea: torturar y linchar a este aparcero negro, asesinarlo, para que ningún otro trabajador negro en la plantación, ninguno de sus propios cesionarios osara protestar contra la brutal explotación de los terratenientes, como había hecho Lowry. Haberse negado a morir de hambre, haberse negado a que le robaran: estos eran los terribles ‘crímenes’ por los que Lowry, un trabajador agrícola negro, fue quemado en la pira —linchado por los terratenientes y sus secuaces. Así es como la clase dominante blanca intenta subyugar cualquier oposición a su explotación sin piedad del pueblo negro.
La clase dominante pasa factura
En sus esfuerzos por subyugar a los trabajadoras y campesinos negros, la clase dominante ha pasado una factura terrible. Desde 1882, el primer año en que se hizo un intento de recopilar estadísticas sobre los linchamientos, más de 4.000 negros habían sido ahorcados, quemados o ambas cosas. De estos, más de 75 fueron mujeres. Algunas de las víctimas fueron niñas jóvenes con menos de 15 años.
Aquí tenemos sólo unos pocos casos recientes:
George Johnson, en mayo de 1930, acusó a su terrateniente de falsear la contabilidad de sus deudas. Luchando en autodefensa, mató al terrateniente. Fue linchado, su cuerpo arrastrado por el barrio negro y quemado enfrente de una iglesia negra.
John Parker, un trabajador negro de Conway, Arkansas, desempleado y hambriento, fue acusado de robar unos melocotones. Fue linchado por los dueños de la plantación en agosto de 1931.
Bill Fane era un trabajador negro que se negaba a afanarse en el trabajo sin paga. Fue linchado por una turba de mercaderes y plantadores en septiembre de 1931.
Will Jones y su familia de cinco fueron abatidos a sangre fría por un terrateniente y sus secuaces en octubre de 1931. El terrateniente dijo que, en una discusión sobre su salario, ‘Jones replicó con insolencia’.
Dave Tillis de Crockett, Texas, le pidió a su terrateniente que rindiera cuentas. Fue arrestado y acusado de ‘entrar al dormitorio de una mujer blanca’. Fue linchado por su terrateniente y cuatro terratenientes vecinos en abril de 1932.
Todos y cada uno de estos trabajadores negros fueron asesinados como resultado directo de la lucha de clases, tal y como se expresaba en las exigencias de un salario o de mejores condiciones que les planteaban a los terratenientes blancos, que explotan a las masas negras con una intensidad aún mayor que la que roban a los trabajadores blancos. Otros linchamientos resultan del rechazo de un trabajador o campesino negro militante a rendirse ante todo tipo de abuso y persecución social. Los linchadores mismos han admitido que algunas de las razones para llevarlos a cabo son las siguientes: intentar votar, acusar a un hombre blanco de robar, testificar contra hombres blancos, tener demasiado éxito, replicarle con insolencia a un hombre blanco.
‘Líderes’ del pueblo negro como Walter White, secretario de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés) y ‘amigos’ del pueblo negro como los blancos de clase alta ‘instruidos’ (como les llamaba W.E.B. Du Bois) en la Comisión Interracial le han atribuido el salvajismo y la brutalidad de los linchamientos a la monocromía de la vida sureña, al deseo de diversión y entretenimiento de ‘blancos pobres que no tienen radios ni van al cine’. Esto no es más que una vil cobarde distracción de la causa real de los linchamientos y una deserción en la lucha contra ellos. La política tradicional de estos ‘líderes raciales’ y sus amigos blancos es preservar el presente sistema capitalista, con su segregación y sus linchamientos, haciendo creer a los trabajadores y agricultores negros pobres que los trabajadores blancos son sus enemigos y los hombres blancos ‘instruidos’ (los patrones), sus amigos.
La brutalidad y el salvajismo son la marca de todos los linchamientos. De edad temprana y avanzada, hombres y mujeres, han sido torturados por el fuego. Una mujer de color embarazada fue colgada de los tobillos y se le arrancó a su niño nonato del abdomen. Este salvajismo de la clase dominante tiene un propósito: infundir terror en los corazones de la gente negra oprimida para que no se atrevan a bregar por su liberación.
¿Cuál es la causa real y el propósito del linchamiento?
Cada linchamiento, cada degradación, cada persecución y proscripción social, cada humillación de Jim Crow, que las masas negras sufren en este país es el resultado de que los millones de negros estamos en la posición de una nacionalidad oprimida. Estamos sujetos a una explotación más intensa, más fiera en la tierra y en las fábricas. Mientras que los trabajadores blancos están miserablemente explotados por los ladrones capitalistas, los trabajadores negros nos encontramos especialmente explotados y perseguidos. Estamos sobreexplotados. Nos dan los trabajos más sucios, las jornadas más largas y las pagas más mínimas. Somos los últimos en ser contratados y los primeros en ser despedidos. Tenemos que trabajar en las condiciones más infames. Es un hecho absolutamente innegable que hoy, casi 70 años después de haber sido presuntamente ‘liberados’, las masas negras estamos en la esclavitud, produciendo sobreganancias para nuestros terratenientes y patrones capitalistas.
Concentrados en la tierra del Cinturón Negro, más de tres cuartas partes de los nueve millones y medio de negros en el Sur viven en una pobreza indescriptible, aplastados por las deudas y el hambre. Todos los años, después del ‘acuerdo’ con el terrateniente, cientos de miles de cosechadores negros, sin un centavo ni tierra en propiedad, se encuentran con que bregan sin esperanza en una servidumbre por condena, encadenados al terrateniente por deudas que ningún trabajo duro puede eliminar.
La única manera en que la clase capitalista puede conservar esta sobreexplotación de las masas negras es manteniéndolas como un grupo aislado, degradado, sujeto a una persecución especial. Para esto han creado un abominable sistema de persecución social y segregación a lo Jim Crow contra las masas negras, forzándolas a vivir en guetos escuálidos de Jim Crow. Educan a los trabajadores blancos y sus hijos en que los blancos son ‘superiores’ a los negros. Este es el método típico que utiliza un país capitalista poderoso para abrir una brecha entre ‘sus propios’ trabajadores y los trabajadores de la nación oprimida. Esto sirve a un doble propósito: quiebra la resistencia de la nacionalidad oprimida al aislarla y ciega a los trabajadores ‘superiores’ ante el hecho de que les roban los mismos capitalistas que roban a los trabajadores ‘inferiores’.
Con esto llegamos al verdadero origen y propósito de los linchamientos. Sólo con la ayuda de métodos como el linchamiento, el terrorismo y la violencia puede imponerse todo este sistema de opresión nacional, sobreexplotación y persecución social. Y, para los dirigentes capitalistas, la mayor victoria consiste en conseguir que los trabajadores blancos se conviertan en los agentes de su campaña de terrorismo. ¡Los linchamientos protegen las ganancias! Los linchamientos son una advertencia a los infatigables trabajadores negros. Los linchamientos son una de las armas con las que la clase dominante blanca impone su opresión nacional sobre el pueblo negro e intenta mantener la división entre los trabajadores blanco y negros.
La mentira de la ‘violación’
Para incitar la hostilidad de los trabajadores blancos contra los negros y asegurar la construcción del mito de la ‘superioridad blanca’, la clase dominante blanca ha acuñado la venenosa e irracional mentira de que los negros son ‘violadores’. Hoy día, el imperialismo estadounidense está usando esta misma mentira de la ‘violación’ contra las masas de Hawái mientras procede a poner bajo su puño de hierro a esta importante base naval, en preparación para la guerra contra el pueblo chino y la Unión Soviética. Al defender a los linchadores blancos de Hawái, Clarence Darrow, de la Mesa de Directores de la NAACP contribuyó a esta preparación bélica y a la difusión de la mentira de la ‘violación’.
No hay más que recordar unos pocos hechos para ver la completa falsedad de estas calumnias de la clase dominante.
El primer hecho es que, de los 2.522 negros linchados durante el período de 1889-1918, sólo el 19% o una de cada 5 víctimas fueron acusados de violación. Al recordar que esta acusación se invoca siempre que es posible como la excusa tradicional para todo tipo de asesinato, el hecho de que los linchadores sólo pudieran acusar de ‘violación’ al 19% de sus víctimas revela lo vulgar que es la mentira de que sólo asesinan a trabajadores negros para ‘proteger la feminidad blanca’. Como en el caso de Dave Tillis mencionado más arriba, que fue linchado por pedirle cuentas a su terrateniente, el grito de ‘violación’ sólo se lanza cuando cualquier trabajador negro empieza a dejar de doblegarse. Podemos tener toda la certeza de que, de todos los trabajadores negros linchados por ‘violación’, prácticamente ninguno, si acaso alguno, era culpable de un crimen cometido innumerables veces por blancos contra mujeres negras y castigado, si acaso en absoluto, con unos pocos meses entre rejas.
El segundo hecho hace pedazos la mentira de la ‘violación’ de forma aún más incisiva que el primero. Cuando el lector oiga el grito de ‘violación’ para justificar el linchamiento de un trabajador negro, que no haga más que traerse a la mente este hecho histórico profundamente esclarecedor: que los negros llevan en este país trescientos años; que durante los primeros 200 años no se acusó de ‘violación’ a ni uno, aunque cientos de miles de trabajadores negros vivieran en la inmediación más cercana de los blancos. En 200 años, en ocho generaciones, no hay ni el más mínimo indicio de los negros como ‘violadores’. La primera vez que escuchamos esta mentira es en torno al año 1830, doscientos años después de que los negros fueran descargados por primera vez de las naves esclavistas en Virginia. ¿Por qué apareció en este momento? Porque este año marca el comienzo del movimiento abolicionista en el Norte y la lucha avivada de los esclavos mismos por la libertad. En 200 años, los trabajadores negros no habían sido ‘violadores’. Pero, tan pronto como su posición como valiosos esclavos peligró, de repente se convirtieron en ‘violadores’.
En los últimos 50 años, 76 mujeres negras han sido linchadas, algunas con una crueldad bestial. ¿Eran ellas también ‘violadoras’?
Los terratenientes sureños y sus secuaces consideran a todas las mujeres negras como presa legítima. Muchos negros han muerto por objetar a la violación de chicas y mujeres negras por blancos. A Mrs. Wise la lincharon en Frankfort, Virginia, en mayo de 1931 por objetar a que unos miembros blancos del Klan se llevaran a su hija de ‘rodeos’. A Clyde Payne lo asesinó en Florida, en septiembre de 1931, el empleador de su esposa, cuando intentó protegerla de su ataque. En Georgia, lincharon a un negro anciano por intentar detener la violación de dos chicas de color por dos hombres blancos.
Muchos blancos se aprovechan de la mentira capitalista de la ‘violación’ para protegerse. En Nueva Jersey, en 1927, un hombre fue asesinado mientras conducía un automóvil con su mujer. Esta le contó a la policía que dos negros lo habían asesinado mientras intentaba protegerla de una violación. Mediante un contrainterrogatorio, salió a relucir que fueron ella y su amante quienes habían cometido el crimen. En Filadelfia, en 1930, una chica de 17 años había pasado toda la noche fuera con sus acompañantes. La mañana siguiente informó de que había sido secuestrada y asaltada por dos negros. Presionada por los interrogadores, confesó que se había inventado esta historia para engañar a su madre. En Norfolk, Virginia, en noviembre de 1930, una mujer blanca, forcejeando con un asaltante ‘negro’, le rasgó la camisa y descubrió que era un hombre blanco que se había ennegrecido la cara y las manos. Hay decenas de crímenes con rostros ennegrecidos por el corcho [‘cork-face’][5] de este tipo. Nadie sabe a cuántos negros inocentes han quemado y ahorcado como resultado de estos montajes.
¿Quién organiza los linchamientos?
La impresión de que los linchamientos son actos de ‘turbas irresponsables’ o ‘elementos sin ley’ es una creación deliberada de la propaganda de la clase dominante, que también cultivan los ‘líderes raciales’ de la NAACP y de la clase de Kelly Miller[6]. Nada podría estar más alejado de la verdad. Un examen de los hechos de cientos de linchamientos muestra lo que todo linchador conoce de sobra —que todo linchamiento es un asesinato cuidadosamente organizado y concienzudamente planeado, llevado a cabo con la plena cooperación de toda agencia de la clase dominante, la policía, los sheriffs, la milicia, los periódicos, el aparato de gobierno entero. Sin el liderazgo proactivo de los ‘mejores elementos’, esto es, los ricos y poderosos terratenientes y patrones, sin la participación tácita o activa del gobierno y sus funcionarios, los linchamientos jamás podrían tener lugar.
Aquí están sólo unos pocos hechos tomados de literalmente miles de casos similares. Cuando George Hughes fue horriblemente quemado vivo en su celda de Sherman, Texas, en 1930, el gobernador le prohibió al sherrif que abriera fuego contra la banda linchadora, garantizando así que el linchamiento tuviera lugar.
Cuando John Hatfield, un trabajador negro, fue apresado por una banda de linchadores en Ellisville, Misisipi, el periódico más grande del Estado, el Jackson Daily News, publicó titulares en los que anunciaba la hora y el lugar exacto de la orgía por venir. Diez mil personas respondieron a la invitación del periódico y el fiscal de distrito, T. W. Wilson, se dirigió a ellas mientras sucedía el linchamiento.
En Marion, Indiana, en agosto de 1930, una banda de linchadores anunció su intención de linchar a dos chicos negros que estaban encerrados en la cárcel. Cuando la turba llegó al lugar, se encontró con que las puertas de la cárcel y las celdas estaban abiertas de par en par, habiendo cooperado de buena gana los funcionarios de cárceles estatales con los linchadores.
Cuando Matt Williams fue arrestado en Salisbury, Maryland, en diciembre de 1931, sin que los funcionarios de hospitales hubieran ofrecido ninguna resistencia, el sherrif y el fiscal de distrito abandonaron repentinamente la ciudad. Y mientras la abominable tortura estaba sucediendo en una de las secciones más abarrotadas de la ciudad, ¡la policía estaba redirigiendo el tráfico para que no interrumpiera el linchamiento!
Los gobiernos estatal y federal como ‘protectores’
Pero los gobiernos estatal y federal les ofrecerán una protección mucho mejor a los trabajadores negros, dicen los liberales y los ‘líderes raciales’ negros burgueses. Veámoslo.
Cuando Raymond Gunn fue quemado en Maryville, Misuri, en 1931, la Guardia Nacional estuvo presente durante todo el linchamiento. El soldado al mando informó de que sus órdenes era no actuar más que a petición del sheriff. Y, puesto que el sheriff se negó a solicitar su servicio, él y su regimiento observaron el linchamiento sin mover ni un dedo.
En octubre de 1930, se envió una unidad de la Guardia Nacional a Darien, Georgia, para impedir el linchamiento de George Grant. Pero la banda de linchadores no se encontró con ninguna dificultada para apresar al negro y lincharle. Un comandante, el coronel Neal, redactó un informe en el que decía que la Guardia había cumplido con su deber. Había enviado a un soldado para escoltar al prisionero. La banda le secuestró entrando por una puerta de atrás sin vigilar. El sheriff dijo: ‘No sé quién mató al negrata y no me importa una mierda’. El gobernador de Georgia, Hardman, no leyó el informe que relataba estos hechos redactados por uno de los funcionarios estatales. Estaba completamente satisfecho con el rumbo de los acontecimientos.
La Guardia Nacional fue enviada para ‘proteger’ a los chicos de Scottsboro en abril de 1931, para que así pudieran ser legalmente linchado ‘con debido proceso’. Estas tropas les dieron a todos los chicos unas palizas sin piedad mientras les ‘escoltaban’.
Cuando los trabajadores militantes intentan bregar contra los recortes salariales, los acelerones de la producción y el hambre, todo el aparato policial y militar se moviliza contra ellos. Pero rara vez se oye hablar de alguna acción del gobierno contra los linchadores. Los grandes jurados, los jurados forenses y los gobernadores se vuelven de repente extrañamente inactivos. Los grandes jurados han rechazado cientos de veces el encausamiento de cualquier linchador, puesto que la víctima se encontraba a la muerte ‘en manos de una turba, cuyos miembros son anónimos’. El gobernador de Misisipi aceptó un veredicto de esta clase para el caso de Jim Ivy. Pero el periódico local, el News-Scimitar, de Rocky Ford, Misisipi, tenía fotografías en las que se veían claramente los rostros de al menos un centenar de linchadores.
Los linchamientos no son la ‘victoria de lo sin ley sobre la ley’. Tienen lugar, no sólo con la plena cooperación sino, en centenares de casos, con la participación proactiva de toda la máquina legal y gubernamental, los sheriffs, los ayudantes de sheriff, los fiscales de distrito, etc. Y esto es así porque los explotadores y los gobernantes de la clase dominante se unen en el uso de los linchamientos como un arma de opresión nacional sobre las masas negras.
No es sólo en el Sur donde los negros son la sección más oprimida de la clase trabajadora. En el Norte, los trabajadores negros también viven en guetos de Jim Crow, se ven forzados a asumir los peores empleos, se les paga entre un 20% y un 65% menos que los salarios miserables de los trabajadores blancos, incluso cuando hacen el mismo trabajo. En el Norte, los negros son una minoría de la población y sufren toda la explotación, con la opresión añadida de una minoría nacional. Aquí también responden los patrones a las exigencias de los trabajadores negros con linchamientos —Matt Williams en Salisbury, Maryland; Tom Shiff y Abe Smith en Marion, Indiana; Raymond Gunn en Maryville, Misuri.
Las leyes contra el linchamiento
La Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color se enorgullece del hecho de que lucha contra los linchamientos recogiendo firmas para la Ley Contra el Linchamiento de Dyer [Dyer Anti-Lynching Law]. Nuestros ‘amigos’ tanto negros como blancos nos dicen que los linchamientos se pueden abolir simplemente promulgando leyes.
Hay varios estados en los que se han promulgado leyes contra el linchamiento. Virginia tiene una ley para la ‘dispersión de turbas’. La única vez que se aplicó fue para romper una línea de piquete de huelguista en el textil de Danville. Georgia promulgó una ley contra el linchamiento en 1893. Condena a 20 años de prisión a cualquier culpable de ‘acosar o linchar a un ciudadano sin debido proceso’. Esta ley en realidad protege legalmente a los linchadores. Ni uno solo ha sido declarado culpable por esta ley, aunque Georgia ha tenido al menos 600 linchamientos desde que se promulgó.
Carolina del Norte tiene una ley que establece multas para los linchadores que fuercen su entrada en las cárceles. Después de que la ley se aprobara, las bandas de linchadores simplemente empezaron a secuestrar a sus víctimas antes de que se las pudiera encarcelar.
Algunos estados, como Virginia Occidental, Kentucky, Texas, Tennessee, Ohio y Nebraska, tienen leyes que les ofrecen una indemnización por daños y perjuicios a los familiares. Pero puesto que, en todos los estados, los grandes jurados y tribunales se niegan a actuar, las leyes son letra muerta. Las leyes estatales contra los linchamientos no han impedido los linchamientos. En estos estados, más de 1.000 linchamientos han tenido lugar desde que se aprobaron las leyes.
Al aferrarse a la ilusión de que los linchamientos se pueden detener con este tipo de leyes —incluso una federal— la NAACP intenta distraer a los trabajadores negros de una lucha enérgica contra el linchamiento. Les pide que pongan su fe en los funcionarios estatales mismos y en la clase dominante misma que organizan, perpetúan y defienden la ley no escrita del linchamiento.
Linchamientos en los juzgados
Demasiado claro se ve lo que puede esperarse de los tribunales y el Estado en el número de linchamientos que han tenido lugar al abrigo del ‘debido proceso’. Como en toda fase de la vida, también en el sistema de la justicia, el trabajador negro no tiene ni siquiera la suerte del trabajador blanco, por poca que sea. En base a la mentira de la ‘violación’, siete de los nueve chicos de Scottsboro esperan ahora (julio de 1932) su ejecución en silla eléctrica. Sólo la protesta de masas por todo el mundo de la clase trabajadora internacional les ha salvado del linchamiento en silla eléctrica y ha forzado al Tribunal Supremo de los Estados Unidos a revisar su caso.
Dos trabajadores negros desempleados, Robert Strickland y Percy Irvin, han sido electrocutados en Alabama por robar 50 centavos. En el Norte, la mentira de la ‘violación’ también está siendo usada en un esfuerzo por lograr el linchamiento legal de Willie Brown, de 17 años de edad, en Filadelfia, Pensilvania.
¿Qué hay detrás de todo este linchamiento legal? La respuesta la ha dado el gobernador de Texas Ross Sterling. En enero de 1932, Barney Lee Ross, un chico negro, fue ejecutado tras un juicio que duró menos de dos horas. Para rechazar la suspensión de la ejecución, el gobernador dijo con unas palabras que ningún trabajador, negro o blanco, debería olvidar jamás:
Puede ser que este chico sea inocente, pero a veces hay que quemar una casa para salvar un pueblo.
Esta declaración admite desvergonzadamente dos cosas. Primero, que hay trabajadores negros que ‘puede que sean inocentes’ siendo asesinados, no por haber cometido algún crimen, sino para ‘salvar un pueblo’. ¿Qué es este ‘pueblo’ que el gobernador está intentando salvar? Obviamente, es todo este sistema de pillaje, inanición, jimcrowismo y linchamiento —el sistema capitalista.
La segunda cosa que admite este gobernante sureño es que el gobierno entero, incluidos los jueces y los gobernadores, toma parte de manera consciente en la campaña terrorista contra las masas negras, especialmente durante la actual crisis general.
La lucha contra el linchamiento
En los ‘disturbios raciales’ después de la última guerra mundial —cuando los soldados negros volvieron de un ejército marcado por el espíritu de Jim Crow exigiendo aquella igualdad de derechos que el presidente Wilson y W. E. B. Du Bois les habían prometido— la clase dominante improvisó una legislación del linchamiento a una escala masiva en el Norte para mantener al negro ‘donde pertenecía’. Fuero disturbios raciales, no linchamientos masivos, únicamente porque los negros se defendieron y contraatacaron.
Hoy, en medio de una crisis que extiende la hambruna y el sufrimiento de masas entre todos los trabajadores, en medio de la preparación de una nueva guerra mundial, la unidad entre los trabajadores negros y blancos crece rápidamente. Es la unidad de los trabajadores negros y blancos, en la lucha contra su enemigo común —los patrones blancos y sus ‘Tíos Tom’[7]—lo que acabará barriendo todas las fronteras de Jim Crow y destruyendo el sistema de la opresión nacional y de clase. La lucha militante por los derechos de los negros, en la cual participan secciones cada vez mayores de trabajadores blancos, desmiente la calumnia de los ‘líderes raciales’, según la cual los trabajadores blancos serían los enemigos de los negros.
Ya en una sexta parte del mundo, en la Unión Soviética, los trabajadores y campesinos han establecido su propio gobierno. Han liberado a todas las nacionalidades oprimidas que gemían bajo el azote capitalista de los zares. Hoy, en la Unión Soviética, 132 pueblos a los que se les había enseñado a odiar o desconfiar los unos de los otros están cooperando en plena igualdad social y política por la construcción de una sociedad socialista. Allí, los trabajadores han destruido la mentira capitalista del ‘odio racial’ y la ‘inferioridad racial’. Cualquier trabajador que muestre cualquier vestigio de este veneno capitalista es expulsado de las fábricas, como dos ingenieros estadounidenses han aprendido hace poco. Los trabajadores soviéticos nos han mostrado a los trabajadores estadounidenses, negros y blancos, un glorioso ejemplo y la verdadera vía.
Y, puesto que la Unión Soviética señala el camino hacia la abolición de todas las opresiones y mentiras de la ‘raza’, toda la clase dominante está preparando una gigantesca guerra contra ella. Cuando los soldados negros volvieron de la última guerra, volvieron a la misma vieja persecución y al mismo viejo insulto de Jim Crow. A algunos soldados negros se les linchó en sus uniformes. Hoy, la clase dirigente está intentando ‘asegurar’ a los negros para la próxima guerra. El imperialismo estadounidense no quiere una peligrosa ‘puerta de atrás’, como fue Irlanda para el Imperio Británico en la última guerra. Sólo los esfuerzos organizados de la clase trabajadora labrando su unidad —negra y blanca— en la lucha puede defender la Unión Soviética y luchar contra la guerra imperialista. Sólo esta unidad puede destruir los linchamientos y el sistema que los causa.
Los trabajadores blancos, llevados a una comprensión adecuada del Partido Comunista, empezaron a darse cuenta de que cualquier ataque a los negros, cualquier negación de sus derechos, es también un ataque contra los trabajadores blancos, también una negación de los derechos de los trabajadores blancos. Los trabajadores blancos militantes están de hecho tomando la iniciativa en la lucha por los derechos de los negros y contra el linchamiento.
Como mostraron el caso de Scottsboro y otras luchas similares, los trabajadores blancos revolucionarios son los primeros en exigir el derecho de los trabajadores negros a sentarse en los jurados, la abolición de todas las fronteras de Jim Crow y la segregación. James W. Ford, un trabajador negro nacido en Alabama, cuyo abuelo fue víctima de una banda de linchadores, es el candidato del Partido Comunista a la vicepresidencia de los Estados Unidos en las elecciones de 1932, mostrando, igual que en numerosas otras ocasiones, que la lucha del Partido por una plena igualdad económica, social y política para el pueblo negro es una de sus luchas más importantes.
Los trabajadores revolucionarios blancos y negros exigen la pena de muerte para los linchadores. Organizan conjuntamente a los trabajadores blancos y negros en la lucha contra el linchamiento y por los derechos de los negros. Llaman a que grupos de defensa de trabajadores blancos y negros ahuyenten a las bandas de linchadores y combatan las organizaciones terroristas como el Ku Klux Klan, los Night Riders, etc. Los trabajadores blancos sureños, bajo el liderazgo de la Internacional Labor Defense, fueron de los más activos en la construcción de la defensa de los chicos de Scottsboro.
El 13 de junio de 1832, en Bridgeport, Ohio, trabajadores blancos y negros salvaron a Alex Dorsey, un sindicalista negro del Sindicato Nacional de Mineros, de un linchamiento a manos de una turba liderada por el dirigente de Trabajadores de las Minas Unidos [United Mine Workers], cuyos cargos, al igual que los de la Federación Estadounidense del Trabajo [American Federation of Labor], apoyaban la legislación del linchamiento.
Al tiempo que lucha por la igualdad de derechos para el negro en todas las partes del país, el Partido Comunista golpea el fundamento mismo de la opresión del pueblo negro al exigir y luchar por el derecho a la autodeterminación en el Cinturón Negro del Sur, donde los negros conforman la mayoría de la población. Este es el derecho del pueblo negro en el Cinturón Negro a ejercer una autoridad gubernamental sobre esta tierra que ha trabajado duramente durante años y el derecho a separarse del gobierno de los Estados Unidos si así lo desea. Entonces —y sólo entonces— habrá logrado el pueblo negro una igualdad de derechos con todos los otros pueblos de la Tierra, eliminando, mediante la alianza militante con los trabajadores blancos, la abominable opresión nacional que forma una parte integral del sistema capitalista.
[1] [N. de la trad.] Pacto informal entre los candidatos republicanos (Hayes) y demócratas (Tilden) a la presidencia en las elecciones de 1876, por el cual se reconoció al candidato republicano como ganador de los comicios a cambio de que su partido aceptara ciertos puntos de compromiso con el Partido Demócrata, entre los cuales estuvo la legislación de la industrialización del Sur. Marcó el fin de la Reconstrucción de posguerra civil y sentó el marco de la doctrina segregacionista de separate but equal [separados, pero iguales] que sustituiría a los códigos negros por las leyes de Jim Crow en los antiguos Estados Confederados del Sur.
[2] [N. de la trad.] Literalmente, ‘pueblo maestro’. El origen de la expresión es trazable hasta el discurso legitimador del colonialismo europeo en África de la época de la Conferencia de Berlín de 1885. En este contexto, la expresión de ‘democracia de Herrenvolk’ se refiere así al suprematismo racial blanco que sobredeterminaba el igualitarismo democrático formal en los estados sureños de Norteamérica.
[3] William Pickens, ‘Excerpt from Lynching and Debt Slavery’, en Witnessing Lynching: American Writers Respond, ed. Anne P. Rice (New Brunswick, NJ: Rutgers University Press, 2003), 211.
[4] Ibid., 212.
[5] [N. de la trad.] En referencia al uso de corcho quemado para ennegrecer los rostros blancos de los intérpretes del minstrel, un género de espectáculo de variedades popular en Estados Unidos y Reino Unido desde mediados del s. XIX hasta prácticamente el último tercio del s. XX, que se basaba en la caricaturización racista de diferentes aspectos de la cultura negra afroamericana.
[6] [N. de la trad.] Una de las figuras intelectuales afroamericanas vinculadas a la lucha en el ámbito de la educación, que colaboró estrechamente con W.E.B. Du Bois en edición de la revista Crisis de la NAACP y mantuvo una perspectiva liberal respecto a la capacidad formal del libre mercado capitalista para ofrecerle una igualdad de oportunidades a la población negra. De esta manera, la violencia racial que denunciaba en sus panfletos políticos quedaba desvinculada del funcionamiento ideal del mercado.
[7] [N. de la trad.] El nombre del protagonista de la novela La cabaña del tío Tom, publicada por la escritora feminista y abolicionista blanca Harriet Beecher Stowe en 1852. Es usado de manera despectiva para referirse a las personas afroamericanas que se resignan a su situación de servidumbre o explotación, como hace el tío Tom al final de la historia.

