Hace unos meses escribí un artículo en esta misma página sobre Freedom House, en ese artículo explicaba su funcionamiento y advertía sobre sus carencias y la necesidad de conocer el significado de las mediciones. Este artículo se puede entender como una continuación de aquel, por lo que algunos de los conceptos planteados allí pueden ser de utilidad para comprender este.
Freedom House es con diferencia el índice de democracia más conocido y utilizado, pero no es el único. Y si hay algún índice que se le acerque sería Democracy Index. Democracy Index es un índice que mide la democracia en distintos Estados (todos los que tengan más de 500 mil habitantes) mediante agregaciones matemáticas, de forma similar a Freedom House.
Pero comencemos por lo esencial: ¿quién hace este índice? El encargado de gestionar del índice es The Economist Intelligence Unit, una organización asociada al conocido periódico británico The Economist. A diferencia de Freedom House esta no es una organización sin ánimo de lucro, su principal función es la recolección y venta de inteligencia sobre mercados para empresas, y dentro de ese servicio deben manejar datos sobre la política interna y externa de los países, porque para las empresas es de vital importancia conocer el contexto para una potencial inversión. Dentro de esos datos políticos, se encuentra Democracy Index, que, a diferencia de muchos de sus otros servicios, se encuentra de forma gratuita en su web. El acceso desde la web a la página del índice no es sencillo (aquí está) y es necesario registrarse para acceder al documento que desglosa los datos y explica la metodología.
Los datos se presentan en una escala de 0 a 10, de manera sencilla, con dos decimales. Esta sencillez otorga facilidad a la hora de ver la información, a lo que ayuda la distinción que hacen entre democracias plenas, democracias amenazadas, regímenes híbridos y regímenes autoritarios. Sin embargo, la sencillez en la presentación de datos tiene un lado oscuro: lleva a la simplificación. La categorización en grupos de los Estados según su puntuación aísla completamente la realidad de la medición. Se dan situaciones en las que dos países con realidades totalmente distintas se encuentran en el mismo grupo. Sobre esta idea hablé ligeramente en el artículo sobre Freedom House que enlacé al principio. No me quiero extender en esa idea aquí y si veo que es de interés quizás escriba sobre ello en el futuro.
Al igual que en Freedom House (y el resto de índices de democracia) los datos provienen de la agregación de distintas variables. Una de las posibles debilidades de los índices es esta faceta, las variables que utiliza y la agregación que hace. Ambas cosas dependen en gran medida de la definición de democracia que se utiliza como base para construir el índice. Esa definición se basa no sólo en las referencias bibliográficas que utilicen, también en las ideológicas. Sin embargo, el factor metodológico es igualmente importante y parte de la pregunta ”¿de dónde vienen los datos?”
En el documento del índice se explican las diferentes variables que se usan, con las preguntas mediante las que se codifican y la fuente que se utiliza. Muchas de ellas son encuestas internacionales, como el eurobarómetro, la encuesta mundial de valores o el latinobarómetro. El problema es cuando no hay datos para alguno de los países, en el documento explican que tratan de extrapolar datos de países similares junto al criterio experto. Como es obvio, esta no es la mejor solución al problema metodológico, pero si a esto le sumamos que no se detalla en cada dato qué encuesta se tiene en cuenta y cuál es el criterio experto que se alcanza, el resultado es cuestionable.
La falta de transparencia no motiva la confianza en el índice, pero no es el único problema de metodología. El sistema de codificación (es decir, la manera estandarizada de pasar la realidad a datos cuantitativos compatibles con el índice) no es nada versátil. En principio hay dos respuestas a cualquier pregunta que se haga en una variable, sí o no. En caso de que la respuesta sea sí, el valor de la variable será 1. En caso de que la respuesta sea no, el valor de la variable será 0. En algunas preguntas se reservan la capacidad de puntuar con 0.5, en caso de que la respuesta se encuentre en un término intermedio. El gran problema de este sistema es que limita los matices. Por ejemplo, en la variable 14 se pregunta sobre la superioridad del poder legislativo sobre otros poderes, y las opciones son “sí” (se puntúa 1) o “no” (se puntúa 0). No se estudia si hay ocasiones en las que sí y otras en las que no, o si hay situaciones extraordinarias, como en un legislativo particularmente fragmentado que podría derivar en pocas capacidades de control sobre el ejecutivo.
El método de agregación no ayuda a suavizar este problema. Las variables se agrupan en categorías, se suman todas las variables y se pasa el resultado a una escala 0/10 (es decir, si todas las variables sacan un 1, el valor para esa categoría es 10). Posteriormente se realiza una simple media aritmética de las 5 categorías. Este sistema es sencillo, pero no soluciona la decisión de la escala a la hora de codificar la información.
El índice, como se puede ver, tiene sus problemas, pero también tiene cosas positivas, contempla variables complejas que otros índices obvian, como la tasa de alfabetización de adultos. La importancia de esta variable es que suelen ser los adultos quienes participan en la política, y las sociedades más educadas suelen ser más democráticas y tolerantes. Desde luego sin una alfabetización básica (la capacidad de leer y escribir) no es posible una participación electoral efectiva, especialmente en situaciones donde grandes masas poblacionales son analfabetas.
No podemos olvidar el origen y la función que los creadores otorgan al índice. Está orientado a la empresa, por ello mide la democracia a un nivel formal, y a nivel de percepción de la ciudadanía, sin embargo lo hace de manera simplista y trivial, como si la democracia fuera un fenómeno bastante más sencillo de lo que es. Debido también a esa orientación empresarial, tiene un funcionamiento sencillo y una presentación de la información de fácil comprensión. Le falta, no obstante, cierta visión académica. No presenta sus datos en ningún formato manejable, sino en PDF, lo cual complica el trabajo al que quiera utilizar la información ya que tiene que picar los datos.
Como conclusión, querría reincidir en las ideas que expuse en el artículo de Freedom House; la importancia de la definición de democracia usada para el resultado final y mi intención con este tipo de artículo. Vayamos por orden, la definición de democracia que se usa es esencial para entender el resultado de los índices, así como todo el proceso metodológico que siguen. Democracy Index parte de una idea liberal de la democracia, pero entiende que hay factores sociales que afectan al funcionamiento de la democracia, como la educación o la seguridad ciudadana.
Mi intención con estos artículos no es en ningún momento convencer de que la información de los índices es correcta o no (esto es objeto de otra discusión bastante más compleja), sino explicar a los interesados en estas herramientas cómo funcionan y qué miden exactamente. La utilidad de los índices reside precisamente en saber qué miden puesto que los datos en vacío no significan nada, tanto en los índices como en la mayoría de los estudios. Hablar de un país con un 9 en democracia sin saber qué es la democracia para los que puntúan o qué han tenido en cuenta para llegar a ese número no sirve de absolutamente nada.
Por Carlos Pulido-@Cpulrod en Twitter. Graduado en Ciencias Políticas y doctorando en la UPO.