Artículo escrito por Carlos Pulido (@Cpulrod), politólogo y doctorando por la Universidad Pablo de Olavide.
El próximo 3 de noviembre serán las elecciones presidenciales en Estados Unidos, existen multitud de mitos alrededor de este evento político, alimentadas por los medios de comunicación y la industria cultural norteamericana. Sin embargo, hay un elemento principal sobre el que existe cierta desinformación: el voto. El voto es la forma principal de participación política en las elecciones estadounidense y, sin embargo, el tratamiento mediático que se le ofrece es un porcentaje mínimo en comparación con mítines, campañas y curiosidades varias. En este artículo trataré de recoger las principales características del voto en EEUU y las deficiencias de dicho sistema, lo que lleva a una cuestión importante: ¿Es Estados Unidos una democracia disfuncional?
Funcionamiento sistémico actual
El voto ha sufrido una evolución a lo largo de la historia democrática del país, como en el resto del mundo. En la actualidad el voto en las presidenciales es mediante votación indirecta, los ciudadanos eligen a delegados, que a su vez eligen al presidente. La circunscripción son los estados y se elige entre las candidaturas (presidente y vicepresidente, normalmente representando a un partido) que se presenten, la candidatura con más votos en cada estado gana las elecciones en ese estado. Esto significa que todos los delegados apoyarán a dicho candidato. El número de delegados es desigual por estado, y es la suma de los congresistas y senadores que dicho estado tiene en Washington D.C.
El número de senadores es el mismo para todos, 2 para cada Estado, el de congresistas depende de la población, desde California, con 53 a Alaska o Wisconsin, con 1. Una excepción es el distrito de Columbia que no tiene ni senadores ni representantes, pero tiene 3 delegados para elegir al presidente. Los territorios no incorporados, como Puerto Rico o Samoa no tienen delegados y por tanto no votan en las elecciones presidenciales.
Es un sistema similar al británico, aquel con mayoría en un estado gana todos los representantes(“winner takes all”). Así Donald Trump ganó las últimas elecciones con menos votos totales que su oponente.
Historia del voto en EE. UU.
Una de las múltiples diferencias de Estados Unidos con los estados democráticos modernos es su constitución. Técnicamente es la más longeva de todas, y precisamente por eso tiene multitud de curiosidades (especialmente en las enmiendas: con la famosa 2ª enmienda que establece el derecho a tener armas de los ciudadanos o la 13ª enmienda, que prohíbe la esclavitud, excepto para aquellos que hayan sido condenados por un delito). Entre estas extrañezas se encuentra que no delimita quién tiene derecho a voto, son los Estados los que conceden ese derecho. Dado que esto dio pie a desigualdades se han proclamado algunas leyes federales que establece las razones por las que no se puede negar el derecho a voto:
- La 15ª enmienda (1870) prohíbe denegar el voto “debido a raza, color, o condición anterior de servidumbre.” Rápidamente, los estados del sur encontraron formas de denegar el voto a los afroamericanos de otras formas. Desde hacer pruebas de alfabetización para votar o poniendo como condición haber pagado determinados impuestos hasta trucos como preguntar por conocimientos cívicos complejos, añadiendo además la llamada “cláusula del abuelo” según la cual, si tu abuelo había tenido derecho a voto, tú lo tenías sin necesidad de este requisito.
- La ley de derecho de voto de 1965, que viene a reforzar la 15ª enmienda.
- La 19ª enmienda (1920), que prohíbe denegar el voto por motivos de sexo.
Estas son las limitaciones federales a grandes rasgos, pero aun así hay complicaciones, como la necesidad de un documento de identidad con foto (no especialmente común en dicho país). Roger Senserrich lo explica con más profundidad y conocimiento sobre el tema aquí.
Sin embargo, de estas limitaciones, una de las que más chocan en Europa es el funcionamiento del censo. En muchos estados es necesario inscribirse en el censo para votar, siendo más o menos tedioso el proceso dependiendo del Estado. Con tantos impedimentos la cifra de votos en las elecciones presidenciales en Estados Unidos no es particularmente altas (alrededor de un 55% de los ciudadanos en edad de votar). Este dato empeora para elecciones menos importantes y con menor publicidad, como pueden ser las “midterm” (elecciones al senado y el congreso entre años electorales, las últimas fueron en 2018).
Para ponerlo en perspectiva en España sobre el 70% de aquellos con derecho a voto suele votar, siendo el peor resultado un 63% en las últimas elecciones. Y España no está entre los países con mejores datos de participación de la OCDE. Estas cifras abren un debate interesante: ¿es EEUU una democracia disfuncional?
Este debate se agrava al agregar más variables, como la influencia de empresas privadas en la política americana. Esta influencia (o control, según el observador) se articula a través de dos mecanismos: el sistema de lobbys y la financiación de las campañas electorales.
El primero lleva al sistema político a ser el gran ejemplo de la capacidad de acción de los grupos de presión. Estos grupos, bien organizados, con grandes presupuestos y lobistas profesionales a su servicio permiten presionar por una determinada causa política, principalmente de carácter empresarial, pero no exclusivamente. El caso paradigmático de lobby no empresarial es la Asociación Nacional del Rifle (NRA según sus siglas en inglés). Esta capacidad de influencia de los lobbys limita efectivamente la capacidad democrática del sistema. Pero la capacidad de influir en políticos y legisladores no es el problema democrático, sino la desigualdad de acceso a esta influencia. Sólo aquellos con el dinero y las capacidades técnicas necesarias son capaces de hacer oír su voz de esta manera, mientras que aquellos que no pueden permitírselo tienen vetado el acceso a esta forma de influir en la política.
El segundo lleva a un problema similar al primero. La financiación de los partidos políticos es eminentemente privada existen límites legales en la cantidad de dinero que cada individuo puede aportar a una campaña política. Sin embargo, existen muchos y muy efectivos métodos fiscales y legales de obviar esas limitaciones, lo que en la práctica significa que algunos donantes suponen grandes cantidades de dinero para las campañas de los partidos. A esto se añade que no existe límite de gasto en campaña (a diferencia de España y muchos otros países europeos), lo que lleva a una carrera económica en campaña totalmente salvaje. En 2016 la campaña de Hillary Clinton recaudó alrededor de 687 millones de dólares, la de Donal Trump 307 millones, en comparación el PSOE (el partido que más gastó) gastó 15 millones de euros en las elecciones de abril de 2019. Estas donaciones en campaña implican “deudas” implícitas con grandes donantes, con respecto a tratar temas concretos. Además, significan que alguien sin la capacidad de convencer a donantes con esas cantidades de dinero se quedaría, de facto, sin capacidad real de competir en unas elecciones.
Estos dos mecanismos suponen a efectos prácticos la limitación de las capacidades de gobernar y legislar libremente de los políticos, perseguidos por el fantasma de la recaudación electoral, y la exclusión del poder de algunos sectores políticos y poblacionales1.Todos estos factores institucionales apuntan a graves deficiencias democráticas, sin embargo, la democracia no se compone sólo de factores institucionales, los factores sociales son importantes, por lo que estas conclusiones deben ser tomadas con cautela.
Desde luego, es necesario entender, aunque sea de forma superficial, el funcionamiento del sistema democrático americano para comprender y analizar los eventos políticos que allí ocurren. Es importante recordar esto ahora, que se avecinan elecciones presidenciales y por tanto los medios de comunicación españoles nos bombardearán con información y datos sin demasiado contexto.
1Principalmente trabajadores, que están muy infrarrepresentados (más aún que en España, por ejemplo), pero no sólo. Mientras las diferencias de género o raza se han reducido poco a poco y se encuentran cada vez más representadas, las diferencias de clases se mantiene, y no suscita gran interés: https://www.vox.com/policy-and-politics/2018/10/24/18009856/working-class-income-inequality-randy-bryce-alexandria-ocasio-cortez