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Un comunista frente a unas nuevas elecciones: reflexiones en torno al parlamentarismo y el “voto instrumental”

Las condiciones materiales de vida de la clase trabajadora madrileña (¿Excusatio non petita, accusatio manifesta?)

Un posible gobierno de la nueva socialdemocracia y los socioliberales garantizaría unas mejores condiciones materiales de vida para amplios sectores de la clase trabajadora madrileña que un gobierno de los neoliberales y la extrema derecha. Antes de avanzar en un análisis crítico de la cuestión del parlamentarismo en el seno del movimiento comunista en su conjunto, el verdadero y único objetivo de este texto, me parecía oportuno comenzar dejando clara esta premisa. Algunos, para los que el comunismo es una mera posición ética con la que poder vivir en paz redimidos, creerán que esta premisa es suficiente para cerrar todo debate. Otros, que han perdido ya todo contacto con la realidad, por mínimo que este sea, no serán capaces de aceptar dicha premisa y verán en estas palabras la enésima traición de otro revisionista más; pero creo que no hay nada menos justo para con nuestra clase que no ser conscientes de esta situación. Para el resto es este artículo. Es una premisa acreditada por todos los indicadores a nuestra disposición. Es una incómoda premisa que, por evidente y por no ser el objeto de este análisis, no será tratada. Pero es una premisa que, ante todo, no justifica, y esto es precisamente lo que aquí trataremos -y, sobre todo, lo que tanto me costó entender-, que un comunista tenga que brindar siempre, sistemáticamente, su apoyo -electoral- a dichas fuerzas políticas (incluso aunque el bloque socialdemócrata lleve un partido comunista en su seno).

Permítaseme un brevísimo excurso más, que no puede si no venírseme a la cabeza tras esta reflexión inicial y en el que creo que, quizás, no hemos incidido lo suficiente. El famoso argumento del ‘cuanto peor, mejor’, esbozado recurrentemente como negación rotunda a cualquier posible apoyo -electoral- a dichas fuerzas socialdemócratas, se dé la coyuntura que se dé, llegando a plantear algunos comunistas (que, presumiblemente, serán los mismos que negarán la anterior premisa planteada, cuando este argumento suyo no hace más que confirmarla) que sería incluso más conveniente que neoliberales y extrema derecha gobernasen, no será siquiera valorado en esta aproximación crítica a la cuestión del parlamentarismo. No hay nada menos comunista que el ‘cuanto peor, mejor’ de algunos. Tampoco nada tan sospechoso, ya que sólo puede desearse lo peor (aún siquiera en el corto plazo, sosteniendo que todo ese peor sería meramente temporal e instrumental y se resolvería en el largo plazo) cuando sabes que no serás tú nunca quién lo sufra. Hay categorías sólo enunciables desde afuera. Esta es una de ellas.

La cuestión del parlamentarismo en el seno del movimiento comunista

Pues bien, una vez planteada esta incómoda premisa, cuya ausencia haría sin duda que la cuestión fuese mucho más fácil de tratar, es hora de entrar al fondo del asunto. Como ya hemos dicho, el objetivo de este texto es analizar la cuestión del parlamentarismo en relación con el movimiento comunista en España. Esto supone que el análisis de la pertinencia o no pertinencia de participar en las elecciones, los efectos que dicha participación puede tener, las consecuencias de la introducción en las dinámicas parlamentarias, etc. serán valorados respecto al movimiento en su conjunto. La excusa, sin duda, son las próximas elecciones del 4M en Madrid. Las reflexiones, empero, espero puedan ser generalizables más allá de este pequeño evento (que tantas veces se hace pasar como definitivo y crucial) en esta pequeña parcela de tierra (que tantas veces nos empeñamos en hacer pasar por un mundo). El destinatario, si existe alguno, porque inicialmente este era un texto en el que trataba de aclarar mis dudas respecto al asunto y no iba necesariamente a ser publicado, es cualquier lector que quiera dedicar un rato al tema, aunque preferiblemente es un texto dirigido al conjunto de compañeros comunistas del estado español.

Cabe comenzar recordando que la cuestión del parlamentarismo es una de las cuestiones más recurrentes desde que el movimiento comunista comenzara a tomar forma en el siglo XIX. Se trata ya de un tema relevante en el periodo de la I Internacional, en el debate entre marxistas y bakuninistas. Es, sin embargo, en la primera mitad del siglo XX, con los derechos de participación y las libertades políticas ganados por el movimiento obrero organizado durante este periodo y la consolidación de los regímenes burgueses-representativos[1], cuando el debate gana aún mayor relevancia para el movimiento comunista. Hablamos de la época de fractura entre la II y la III Internacional y, por tanto, del momento de formación de los grandes partidos comunistas separados de (y muchas veces enfrentados a) los grandes partidos de masas socialdemócratas. Sin duda, la polémica entre Lukács y Lenin, con ‘Sobre la cuestión del parlamentarismo y ‘La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo’ respectivamente, con apenas tres meses de diferencia entre ambos, fue la mejor representante del estado de la cuestión en este tan determinado y determinante contexto histórico para el movimiento comunista. Durante la segunda mitad, con el giro de los partidos comunistas europeos y su progresiva adaptación al eurocomunismo y la consolidación de distintas experiencias comunistas a lo largo de todo el mundo, con la tan determinante experiencia histórica maoísta para el movimiento y experiencias tan sorprendentes como la cubana o la de diversos países africanos como Burkina Faso, el tema será de nuevo muy relevante.

Las organizaciones comunistas del estado español frente a la cuestión

Sin poder detenernos en estas experiencias y todas sus lecciones respecto al parlamentarismo todo lo que nos gustaría, vamos a tratar de analizar cuál es el estado de la cuestión en un momento muy concreto, de un lugar muy determinado, con una coyuntura muy específica. Para tratar de ser honestos con el conjunto de organizaciones comunistas del estado español, principales protagonistas de esta coyuntura, hemos decidido empezar el análisis acudiendo a sus documentos públicos, en los que hemos tratado de encontrar sus posicionamientos actuales respecto al asunto. 

Empezamos por ello, como no podría ser de otra forma, por el PCE. En su Conferencia política del 23 de junio de 2012, último documento público definitorio de su línea política general disponible, en la que se aprobó la llamada ‘Alternativa social, democrática y anticapitalista’ a la crisis, el PCE defiende un modelo socialista en el que uno de sus tres puntos fundamentales establece que: “3. La transición al socialismo y al comunismo requiere de un desarrollo pleno de la democracia, entendiendo que en la fase actual de crisis del capitalismo, democracia y capital son incompatibles, lo que convierte a la lucha democrática en un elemento central de nuestra alternativa socialista”.

Sin definición adicional alguna que trate de concretar qué entienden por lucha democrática en una coyuntura política como la actual, ni mucho menos cuáles serían exactamente las particularidades por las que dicho método, y no ninguno otro, podría servir para tal objetivo, es obvio que el parlamentarismo es la guía de acción básica del PCE. Más que como táctica o plan, como históricamente el marxismo revolucionario entendió el mismo, el PCE parece entender el parlamentarismo como autentica línea política irrenunciable. Así, desde 1977 el partido no ha dejado de presentarse a todas las elecciones que se han ido sucediendo: primero en solitario, luego dentro de IU y finalmente en UP. Entendemos que el análisis concreto de la situación concreta, ese leninismo que hace pocos años dijeron volver a seguir tras un supuesto abandono del eurocomunismo, los ha llevado sin duda a entender que en todas estas ocasiones la táctica del parlamentarismo era la más adecuada para reforzar el estado del movimiento comunista y no, por supuesto, que no han convertido ya ésta en auténtico dogma de fe. Refuerza, sin duda, esta convicción el hecho de que, hasta lo que se puede saber desde fuera, no haya habido desde entonces, ni por supuesto haya ahora, un solo sector dentro del partido (que no se haya convertido después en escisión, claro, para acto seguido hacer lo mismo por su cuenta) que haya podido defender una postura alternativa desde dentro[2].

Lo mismo parece poder decirse del resto de organizaciones comunistas. Así, por ejemplo, el PCPE, que, bien sólo o de forma unitaria con el PCOE (como parece volverá a ocurrir este 4M, con previsión de los mismos excelentísimos resultados que en los últimos años), se ha presentado a todas las elecciones generales desde su escisión del PCE en 1984. En el documento en el que hacen pública esta coalición electoral ambos partidos parecen abordar sucintamente su posición respecto al parlamentarismo. Si bien parece reconocerse que las elecciones “no son el medio para lograr el poder”, sin embargo, se afirma también que “estas elecciones, y sus circunstancias, se han convertido en una buena tribuna para que desde las posiciones comunistas podamos transmitir un mensaje, una oportunidad para difundir nuestras ideas entre el pueblo”, en un medio para lograr un “ensanchamiento de la base revolucionaria”. Pese a que nos gustaría una explicación algo más elaborada de la táctica-plan que hace que “estas elecciones y sus circunstancias” sean una buena oportunidad y un buen medio para lograr tales objetivos, ya que la mera enunciación de una hipótesis no la convierte en verdadera, creemos todavía más necesario saber si “estas elecciones y sus circunstancias” serían entonces idénticas a las que se habrían sucedido desde las elecciones generales desde 1986, año desde el que no han dejado de participar en los distintos ciclos electorales que se han ido sucediendo. En caso contrario podríamos llegar a creer que la participación en las elecciones, incluso cuando se sabe de antemano que no existe ni la más mínima posibilidad de obtener esa representación institucional con la que “difundir nuestras ideas entre el pueblo”, es también para ambas organizaciones un auténtico dogma de fe, que entienden ya como medio político irrenunciable de por sí, gastando enormes recursos materiales en un medio cuya utilidad parece haberles dado pocos resultados en los últimos 35 años.

Un brevísimo repaso al resto de organizaciones comunistas (con cierta presencia en Madrid) para tratar de terminar de situar el estado de la cuestión. La escisión de la escisión, el PCTE, que en 2019 echó a andar tras varios años de litigio con el PCPE que la legalidad burguesa tuvo que encargarse de resolver, parece seguir idéntica senda. En mayo volverán a presentarse, también con enormes expectativas de repetir sus grandes resultados de las últimas elecciones generales[3]. Anticapitalistas, heredera de la LCR, primero desde IU y luego desde dentro de Podemos, ha parecido mantener similares posiciones respecto al uso de las elecciones, aunque con una cierta prudencia en los periodos en los que ha funcionado de manera autónoma (2008-2014 y a partir de 2020 desde su salida de Podemos)[4]. Algo similar puede decirse de Iniciativa Comunista, que ha explorado distintas coaliciones electorales, pero no ha presentado candidaturas sistemáticas a todas las elecciones que se sucedieron desde su creación en 2008[5]. El PML(RC), cuyo núcleo de acción principal es el Frente Obrero, organización muy cercana a posiciones cuasifascistas en diversos ámbitos e inmersa en patéticas y por todas conocidas actividades en los últimos tiempos, ha parecido ser la más prudente en este sentido (no sabemos si por su ilegalización cautelar durante año y medio, por estar pendiente de traicionar a sus excompañeros internacionalistas que fueros a combatir al Daesh, por pegar palizas a exmilitantes que decidieron abandonar su organización, por estar montando videos en Youtube exponiendo a menores trans, o por una mezcla de todas ellas). Sin embargo, como ya han declarado algunos de sus principales dirigentes, el salto al parlamentarismo está cerca y parece que siempre habría sido el objetivo. Del resto de organizaciones comunistas existentes hoy en el estado español, que, por imposible que parezca, son muchas más[6], quizás no tenga mucho sentido decir nada por su práctica total irrelevancia en la vida pública (siendo muy generosos con las mencionadas, como si no lo fueran también). Por terminar con este pequeño repaso del estado de la cuestión en el seno de las organizaciones comunistas, cabría mencionar que la LR, ese grupúsculo tan visible en el universo comunista tuitero (que a veces pensamos que tiene algo que ver con la vida real), es quizás quién más atención ha puesto a la cuestión desde el plano teórico[7].

Una vez establecido este pequeño marco, pasamos a considerar los argumentos que han aparecido estas últimas semanas de forma más recurrente en las conversaciones con compañeros comunistas con los que hemos tratado el tema. Faltarán por introducir, sin duda, muchos otros más, que esperamos puedan aparecer estos días para hacernos seguir reflexionando sobre la cuestión. Advertimos que la mayoría de ellos se refieren a una posible participación electoral en la que se pediría el apoyo de los comunistas a las fuerzas socialdemócratas, en lo que hemos llamado el “voto instrumental”, dando por hecho que las organizaciones comunistas al margen del PCE no tienen hoy ninguna posibilidad de obtener representación en grandes ciclos electorales como los de la Comunidad de Madrid y el voto a dichas candidaturas comunistas no tendría sentido.

Así, creemos que ante ciclos de este tipo y en una coyuntura como la que atraviesan estos partidos comunistas, la táctica parlamentaria es equivocada. Muy al contrario de lo que ocurriría a principios del siglo XX, hoy los comunistas tienen muchos medios a su disposición para “difundir sus ideas” y “ensanchar sus bases revolucionarias” fuera de la participación en campañas electorales en las que se sabe de antemano que no se tiene ninguna posibilidad de obtener ni visibilidad ni representación. Creemos que esta práctica, que supone un gasto material y militante muy grande, requiere de unas condiciones de posibilidad muy concretas para que presentarse a unas elecciones tenga sentido y pueda ser beneficioso (a lo que se suma, por si fuera poco, que existirían además otras condiciones de posibilidad adicionales y alternativas, todavía más ausentes hoy, para que dicha práctica parlamentaria pudiera conducirse de forma revolucionaria y no ser atrapada por los mecanismos del estado). Dichas condiciones de posibilidad pudieron darse -hoy es aún más difícil que se den- en pequeños municipios y pueblos en los que ciertas organizaciones comunistas tuvieron cierto arraigo. En lugares como Madrid, sin embargo, esta práctica se ha demostrado totalmente inoperativa e inútil en las últimas décadas y ha supuesto dejar de lado muchas tareas urgentes e imprescindibles que toda organización comunista enfrenta hoy. Recuérdese que una táctica es una táctica en tanto en cuanto es eficaz para cumplir determinados fines, lo que la convierte en adecuada en determinados contextos y situaciones e inadecuada en otros tantos. La experiencia histórica ha demostrado que la del parlamentarismo ha sido completamente ineficaz en las últimas décadas para lograr los fines que dichas organizaciones comunistas le han imputado, por lo que estaría bien un debate serio en el que explorar otros medios para hacerlo, recurriendo al parlamentarismo sólo cuando se considere que de verdad se trata de un medio útil.

El eterno chantaje: tu responsabilidad individual respecto a la siempre-posible-llegada de la extrema derecha

Tras esta pequeña reflexión sobre el lugar de la táctica parlamentaria en el seno de las organizaciones comunistas, pasamos a tratar la cuestión del “voto instrumental” de los comunistas en las elecciones, cuestión mucho más recurrente estos días, que hace referencia a la exigencia a los comunistas de brindar nuestro apoyo a aquellos sectores de la socialdemocracia presuntamente más radicalizados y cuya presencia en las instituciones podría sernos más beneficiosa. Vamos a analizar los argumentos más utilizados en la defensa de esta línea. Empezamos por ello, como no podía ser de otra forma, con el argumento de la amenaza de que la extrema derecha pueda llegar al gobierno y la necesidad de votar para frenarla. Está siendo, sin duda, el tema central de esta campaña, que UP está planteando en términos antifascistas en defensa de la democracia, contra un Vox que está virando rápido hacia las posiciones más radicales y beligerantes de la extrema derecha del centro y este de Europa. Si nos somos sinceros, habría que reconocer que lleva siendo el tema de campaña fundamental para la izquierda desde diciembre de 2018, cuando Vox entró al parlamento andaluz. Con dos elecciones generales y otras tantas autonómicas de por medio, hay que reconocer que desde entonces algunos parecen llevar (sobre)viviendo políticamente de forma exclusiva de este tema… pero, ese es otro tema, así que a lo nuestro.

Aquí el argumento es claro y frontal. Se mueve, sobre todo, en el ámbito sentimental, en forma de un chantaje nada sutil: si no votas, la extrema derecha entrará en el gobierno y el fascismo arrasará con todo. La culpa será tuya, que no votaste a los partidos socialdemócratas para que los pararan desde las instituciones. A ti, que eres un privilegiado, seguramente te de igual, pero las compas trans, las homosexuales, las mujeres, las racializadas, se juegan la vida con ello. Da igual lo que hagas el resto de días del año por mejorar las condiciones materiales de vida y luchar por los derechos de todos esos sectores de la clase trabajadora, porque tú, y sólo tú, serás culpable de todos sus males si no votas a la socialdemocracia para frenar a la extrema derecha. Tenemos así a un abstencionista caprichoso, privilegiado e individualista traicionando a su clase. Hay que reconocer que es un chantaje excelente. Uno no puede más que sentirse incómodo frente a él y balbucear que no es un privilegiado y que defiende a todos esos sectores de muchas otras formas, pero la bomba ya está fuera y el marco del debate muy bien definido. Todas esas demás formas no importan aquí nada. Sería esperable que este chantaje viniese de los integrantes de esas formaciones socialdemócratas, que viven de ellas, pero resulta más llamativo que venga de compañeros comunistas que dicen que, nariz tapada mediante, sólo las votarán para no convertirse en esos privilegiados egoístas que tienen delante, en un heroico acto de solidaridad para con nuestra clase, en el que harán de tripas corazón.

Sin embargo, una mirada atenta a la situación quizás persuada a algunos de que no están siendo todo lo honestos que podrían ser respecto al tema. Ya que el voto es aquí algo totalmente instrumental para parar a la extrema derecha, importando todo lo demás muy poco, como algunos parecen sostener, habrá que ver si este medio está siendo útil para dicho fin, ¿no? Porque la evidencia nos demuestra que, desde diciembre de 2018, en el que la izquierda comenzó a plantear la urgencia y necesidad de que se la votara para parar a Vox, esta última no ha parado de crecer… Con gobierno de coalición todoprogresista mediante, estos dos últimos años de “voto instrumental” a los socialdemócratas no parecen estar siendo todo lo útiles para frenar la amenaza como algunos han planteado. Y las experiencias de Francia, Italia y Alemania tampoco son muy claras en este sentido.

Y es que, ¿cómo se frena a la extrema derecha? Pese a que la evidencia histórica ha demostrado que no existen fórmulas mágicas para esta tarea[8] y que esta pregunta traspasa por mucho los objetivos de este artículo, parece ciertamente tramposo plantear tales chantajes a compañeros comunistas que día tras día están poniendo su cuerpo y su mente, su militancia política, en tratar de parar desahucios y buscar alternativas de vivienda, en organizar redes de apoyo y cuidado para los sectores más perjudicados de su clase, en tratar de fortalecer las redes comunitarias de sus barrios, en consolidar coordinadoras entre distintos colectivos juveniles que organizan acciones directas, charlas, eventos, etc. Porque cualquiera se atrevería a decir que todas y cada una de estas formas políticas no son formas de primer orden para tratar de parar a la extrema derecha, cuando el antifascismo en cuestión de otros empieza y termina el día de las elecciones y la mañana en la que se levantan un poco indignados en Twitter.  

Un poco de humildad no vendría mal a algunos de estos predicadores antifascistas que aparecen cada cuatro años ante cada nuevo ciclo electoral. Eso de que el “voto instrumental” a los socialdemócratas vaya a frenar a la extrema derecha aún no se ha demostrado. Hay muchos compañeros comunistas que creen que la forma de hacerlo es una forma totalmente distinta, bien alejada de las instituciones de ese estado que parece auparla cada cierto tiempo. Con todo el respeto del mundo para aquellos compañeros que sostienen (y, sobre todo, afirman con su práctica política cotidiana) que ambos medios deben usarse conjuntamente, creo que los defensores de dicho medio tienen la obligación que demostrar porqué el medio parlamentario y no otro es útil para dicho fin, haciendo frente a las evidencias de los últimos años, antes de lanzar chantajes sentimentalistas a compañeros que día a día se dejan la vida junto a nuestra clase y contra el fascismo.

Es el mar menor, compañeros

Una vez defendido que la participación de los comunistas en las elecciones apoyando a la socialdemocracia no puede justificarse exclusivamente en el argumento de frenar a la extrema derecha, porque tal medio no se ha demostrado aún útil para dicho fin (y porque, además, un comunista no puede actuar políticamente sólo en función de ese único factor, como si frenar a la extrema derecha fuera suficiente de por sí), pasamos a otro de los argumentos hoy más recurrentes: hay que votar a la socialdemocracia para que forme gobierno con los socioliberales porque, dentro de los límites de lo posible, se trata del «mal menor».

Creo que respecto a este argumento la capacidad de entablar un debate político serio y honesto es mucho mayor. Se ha reconocido nada más empezar este texto que las condiciones materiales de vida de amplios sectores de la clase trabajadora serían mejores con un gobierno de socialdemócratas y socioliberales que de neoliberales y extrema derecha. Aceptada esta premisa, lo que esperamos de un comunista es que al hablar de que el gobierno de los primeros supondría un «mal menor», dicho «mal menor» sea considerado en su conjunto, haciendo referencia a cómo va a afectar al estado general del movimiento comunista en su conjunto. Es decir, ¿cómo va a afectar un gobierno “de izquierdas” respecto a uno “de derechas” al intento de articular un nuevo ciclo revolucionario que consiga consolidar una alternativa para poner remedio a todos esos problemas estructurales que consideramos irresolubles dentro de las estructuras de poder y las lógicas del capitalismo? ¿Qué ventajas comparativas y estratégicas brindaría dicho gobierno de izquierdas a la recomposición del movimiento comunista en su conjunto?

Aquí la cuestión se complica. Una respuesta a la altura necesitaría un análisis de la coyuntura de largo alcance. Por empezar por algún lado, es más que probable que la persecución y represión política (ya de gran intensidad bajo gobiernos progresistas, como los últimas protestas por la encarcelación de Hasel han mostrado) se agudizaría. Y es que si hay alguien más fervientemente anticomunista que el PSOE es sin duda el PP de Ayuso y el Vox de Monasterio. Adolece esta última, sin embargo, de un respeto aún menor por ciertas garantías y libertades políticas que los regímenes burgueses suelen brindar, lo que hace presumible que un gobierno del que formen parte directamente incrementará el nivel de represión no sólo hacia el movimiento comunista en general (lo que no dejaría de tener todo el sentido del mundo, dado que este sigue representando la única alternativa posible al entramado social de cuya clase dominante forman parte y son fieles representantes), sino a toda clase de movimiento social contestario mínimamente organizado, que el movimiento comunista siempre debería tener presentes para un futuro articulador de estas diversas y tan legítimas luchas. En este sentido, sería interesante un análisis comparativo de cómo los diversos gobiernos, de diversos niveles (municipales, autonómicos, generales) y en diversas coyunturas pueden ser más o menos susceptibles de introducir cambios legales tendentes a la expansión de libertades políticas que nos hagan más propicia, nos faciliten de algún modo, la tarea de trabajar la organización revolucionaria para preparar un verdadero ciclo transformador. Esta puede ser una cuestión bastante determinante a la hora de debatir y asumir una posición respecto a la participación en sus elecciones para el conjunto del movimiento.

A modo de ejemplo, tratando de introducir elementos de uno y otro lado: al menos en Madrid puede afirmarse que, pese a la bochornosa experiencia que supuso la experiencia carmenista, la proliferación de espacios sociales autogestionados cedidos por el Ayto. durante su mandato supuso una experiencia bastante provechosa (y más lo hubiera sido si el movimiento comunista no hubiera estado en babia) para trabajar la radicalización política de amplios sectores de nuestra clase, en aquel entonces muy cercanos a posiciones radical-progresistas. Sin embargo, y además de que esto no siempre es así (el actual gobierno de coalición no parece haber dado aún ningún paso en esta dirección, no siendo capaz siquiera de haber derogado la famosa Ley Mordaza o eliminado artículos tan represivos como el 510 CP), la experiencia histórica nos ha demostrado también que la formación de gobiernos socialdemócratas que logran plasmar la sensación de estar dotados de un fuerte carácter progresista suele apaciguar y desmovilizar los ánimos de amplios sectores de nuestra clase. Los elementos cohesionadores de todo estado burgués (que vienen a cumplimentar los de carácter represivo) son la herramienta preferida de la socialdemocracia, más capaz que ninguna otra fuerza política de empañar la imagen de intereses antagónicos e irreconciliables entre las diversas clases de nuestra sociedad.  

Como podemos observar, pasando sin duda por alto mil factores adicionales que podrían introducirse y serían totalmente determinantes para abordar esta cuestión, este argumento a favor del voto de los comunistas a las fuerzas socialdemócratas es mucho más interesante y está mucho más abierto a debate. Mi humilde opinión es que, de nuevo, sólo bajo ciertas condiciones de posibilidad participar en sus elecciones puede suponer un cambio significativo para nuestra realidad, de tal forma que las primeras pudiesen convertirse verdaderamente en «mal menor». En este sentido, creo que ante cada ciclo electoral particular que fuera apareciendo, el movimiento comunista debería tener un periodo de reflexión y debate para dilucidar si dichas condiciones de posibilidad se dan.

Es sólo un medio más… pese al consiguiente abandono de todos los demás

En estrecha relación con este argumento recién esbozado, aparece otro adicional, generalmente defendido por militantes honestos, que afirman que la participación en las elecciones (tanto de las organizaciones comunistas en las campañas electorales, como de los comunistas sin partido con el “voto instrumental” a la socialdemocracia) es adecuado en tanto que se trata solo de un medio más, que, de hecho, no supondría dejar de ser conscientes de lo esenciales, privilegiados y principales que serían el resto de medios que tenemos a nuestra disposición no mediados por el estado para consolidar un nuevo ciclo revolucionario. Aunque interesante, hay varios problemas que pueden señalarse aquí.

El primero, de suma importancia y dirigido a la cuestión del “voto instrumental”, es el de minusvalorar el poder y la capacidad de integración de los distintos elementos del poder ideológico y cohesionador del estado respecto a las tendencias que se oponen a él. Así, cabe sostenerse que las lógicas institucionales, dentro de las que tanta importancia tienen las electorales, como su momento de máxima expresión y apertura, no son neutras. La participación electoral adquiere en este sentido un carácter disciplinador. De forma variada pero permanente, incluso cuando quieres conscientemente mantener una posición crítica y de alejamiento hacia esas lógicas y dinámicas, nuestros espacios sociales (también los de militancia) se ven abocados a seguir sus ritmos, su agenda, sus temas. En un acondicionamiento indirecto, el ámbito institucional sirve así para neutralizar toda anhelo revolucionario que tome contacto con él (lo que no obsta, desde luego, que dicho contacto sea necesario muchas veces). Los ciclos electorales son muy importantes en este juego. Así, sin un contrapoder fuera de dicho ámbito cuya presencia nos recuerde todo esto, se corre el riesgo de asimilar sus lógicas. La experiencia histórica es bastante clara con esto.

La segunda está más dirigida al uso de la táctica parlamentaria por las organizaciones comunistas. Es más que conocida, y la mayoría de dichas organizaciones recurren a ella para tratar de defender sus muy diversas posturas, la máxima leninista de hacer uso de todos los medios a nuestra disposición, tanto los legales como los ilegales, para avanzar posiciones. Con ella se justificaría que una lucha en sus parlamentos sería compatible con una lucha en las calles. De nuevo, no dudamos que ello sea posible bajo ciertas condiciones y en según qué circunstancias, pero creemos que antes de creernos capaces de dar la batalla ideológica en varios frentes estaría bien determinar un plan que analice las particularidades y debilidades de cada uno de los dos escenarios y postule un plan diferente y adaptado para cada uno de ellos. Es decir, antes de dar la batalla en dos frentes, estaría bien al menos saber darla en uno de ellos. Porque, efectivamente, se puede estar a la vez presentándose a todas las elecciones que se van sucediendo y estar presente “en las calles”, sin que ni la una ni la otra supongan un solo avance real para el movimiento. Creemos que esta ha sido la cruda realidad hasta ahora.

Otro breve excurso más, pero ya llegando al final: los actuales derroteros del comunismo

Los parlamentos, como máximos representantes del poder político (esfera central de los mecanismos ideológicos del estado que vendrían a completar los represivos), constituyen el escenario principal de juego y pugna de intereses entre las distintas fracciones y grupos que conforman la clase dominante. La Asamblea de Madrid es, sin duda, un gran ejemplo de ello. Aquí, la aristocracia financiera políticamente más conservadora y nacionalista y la pequeña burguesía tradicionalista no se ha visto aún tan tentada de echarse en manos de la reacción voxiana, dado que, desde Aguirre hasta Ayuso, sus intereses siempre han estado muy bien defendidos y representados por el PP. El PSOE, partido crucial del régimen, incorpora con brillantez los intereses de la burguesía financiera de sesgo globalista (tan tentada en su día por Cs), la pequeña burguesía progresista y la aristocracia obrera de viejo cuño. Ambos, además, incorporan grandes demandas de la amalgama de clases medias, cuyos intereses de clase siempre son los menos definidos y maleables. La nueva socialdemocracia, barnizada de verde o de morado, termina de completar el cuadro con una defensa férrea de los intereses de la nueva aristocracia obrera, insatisfecha por las dinámicas del parlamentarismo español y su inmovilismo para incorporar nuevos anhelos de reforma y representatividad, y las clases medias más radicalizadas. Pero ¿y los comunistas? ¿A quién representarían los comunistas en esta coyuntura?

Quizás esta es la cuestión más importante que dilucidar antes de pretender entrar a forma parte de ningún parlamento. Porque, ¿qué sector de la clase trabajadora constituye hoy para estas organizaciones el más adecuado para protagonizar un nuevo ciclo revolucionario? ¿Qué características definen a dicho sector? ¿Cuáles serían las demandas fundamentales desde las que interpelarle y tratar de articularle políticamente? Y ¿cómo se llevaría a cabo tal tarea sin que el estado acabara neutralizando dicha interpelación? Las últimas cuestiones, totalmente relevantes para el asunto que tratamos aquí, presuponen sin embargo resolver la primera, que hace atención a la cuestión central para todo comunista: la del sujeto revolucionario de nuestros días.

Sin una respuesta a la altura de esta cuestión, toda la práctica comunista se convierte en un auténtico callejón sin salida. Quizás es la cuestión a la que más importancia deberíamos estar dando hoy, obligándonos a generar los espacios de reflexión y debate a la altura para tratar de aclararla. Porque que ningún comunista olvide que, frente a una de las situaciones más agónicas del proletariado de nuestro país (respecto al que algunos siguen llenándose la boca de fraseología revolucionaria, pero no saben siquiera si sigue existiendo), la de las familias de la Cañada Real en Madrid sin luz durante meses, pasando por uno de los temporales de frío más duros de las últimas décadas y con varias hospitalizaciones de menores por hipotermia, algunas organizaciones comunistas estaban bien centradas en su grandiosa labor cuasi institucional y otras en su particular y patética guerrita cultural por internet. Así, frente a una situación tan agónica como excepcional como la que vivió la Cañada Real, que toda organización comunista no pusiera hasta el último de sus militantes a disposición de su clase, que no centralizara todos sus esfuerzos y herramientas en acompañarla y guiarla hasta una victoria política (o, al menos, hasta una solución temporal beneficiosa para sus intereses), indica el estado de completa desorientación que vive el movimiento comunista en nuestros días. Desorientación que, como puede observarse, no está vinculada de por sí a la elección de una táctica como el parlamentarismo u otra como la “acción directa en las calles”, sino que es profundamente trasversal a todas ellas.

Cierre: el análisis concreto de la situación concreta, o algo así decía la canción..

El objetivo de este artículo, aunque en ocasiones haya podido parecer lo contrario, no ha sido en absoluto elaborar un reproche o ataque malintencionado al conjunto de organizaciones comunistas interpeladas, a las que señalar sus totales desviaciones y viles traiciones y respecto a las que plantear una todopodesora fórmula mágica alternativa. Sabemos que las fórmulas políticas mágicas no existen. Y sabemos también lo tremendamente complejo que es el momento histórico y la coyuntura que nos ha tocado atravesar.

Creemos, con alguna que otra contada excepción que esperemos haya quedado clara, que no es el nuestro un movimiento repleto de traidores, revisionistas y liquidacioncitas, sino de comunistas honestos tratando de actuar políticamente lo mejor que saben y pueden. Por ello, la intención central de este escrito no es otra que tratar de remarcar la necesidad de dotar al movimiento de los espacios de reflexión y debate imprescindibles para plantear todas estas cuestiones -y muchas otras más de total relevancia- de forma continuada, general y sistemática, saliendo por completo de sus ritmos, lógicas y dinámicas, y tratando de reconstruir la autonomía e independencia política del movimiento.  

Somos conscientes de que el descubrimiento de la respuesta adecuada para el momento actual sólo puede arribar de manera colectiva, en un ejercicio crítico respecto a todas las fórmulas empleadas hasta ahora. Entendemos así que el comunismo, como práctica revolucionaria, no puede basarse en dogmas de fe a los que recurrir indiscutiblemente, sino que tiene que someter a constante crítica sus métodos y planteamientos. Por ello, retomando lo mejor de nuestra tradición, es necesario volver a consolidar como principio de acción imprescindible ese análisis concreto de la situación concreta que nos permita llegar a una respuesta adecuada para afrontar la encrucijada histórica que atravesamos. En estas nuevas elecciones volvemos a no llegar a tiempo para hacerlo, y cada comunista honesto tendrá que llevar a cabo un ejercicio crítico individual sobre cómo cree que es más beneficioso actuar respecto al estado general del movimiento, pero necestiamos que esta sea la última vez que esto ocurra. Nos jugamos mucho.


[1] Que no «democracias burguesas», además de un oxímoron, un auténtico regalo a nuestros enemigos políticos, ofreciéndoles uno de los significantes políticos más importantes de la cultura política contemporánea.

[2] Militantes de sus propias juventudes, aparentemente muy críticas con el partido, nos han reconocido que no tienen constancia de que ni siquiera el asunto se haya debatido y tratado alguna vez dentro del PCE en los últimos años, al contrario de lo que sí dicen que ocurriría en UJCE. También nos reconocen que hay auténticos núcleos del partido totalmente muertos e inoperativos durante enormes periodos de tiempo que, frente a cada nueva ciclo electoral, resurgen de sus cenizas y ponen a disposición de la preparación de las campañas todos sus recursos materiales y personales: la práctica comunista como mera práctica electoral.  

[3] No hemos encontrado en su página web ningún documento que aborde directamente la cuestión. La única referencia que hemos encontrado es un artículo en Nuevo Rumbo, su órgano central, de su secretario político en Madrid sobre el 4M, en el que afirman: “nosotros nos lanzamos a la contienda electoral sin promover falsas ilusiones acerca de una posible gestión del capitalismo favorable a la clase obrera y el pueblo. La papeleta del PCTE el 4M es la opción de fortalecer la lucha por poner fin a su libertad y alcanzar la nuestra, algo que no conseguiremos mediante unas elecciones, sino que deberemos conquistar luchando barrio a barrio, empresa a empresa”.  Nótese el sin sentido de su objetivo: nuestra papeleta electoral es el medio para poner fin a su libertad y alcanzar la nuestra, lo que no se puede conseguir con una papeleta electoral. El PCTE parece ir más allá que el PCPE y PCOE respecto al asunto porque parece reconocer que el medio ni siquiera es apto para el fin, pero… ¡sorpresa!, el medio sigue siendo utilizado sistemáticamente. Cualquiera diría que, de nuevo, no estamos ante un auténtico dogma de fe para los comunistas.

[4] En las elecciones madrileñas Anticapitalistas no se presenta, pero cree que “es imprescindible una movilización electoral para desalojar a Ayuso y pide el voto crítico para las dos formaciones que están a la izquierda del PSOE”, considerando que tras ello “es urgente abrir una vía nueva en la izquierda madrileña en un sentido totalmente opuesto”. Sin decir nada más de esa “vía”, tampoco muestra su posición respecto al rol de las elecciones en su proyecto, que no obstante parecen haber dejado bien claro en los últimos años.

[5] En sus documentos de 2015 y 2016, últimos disponibles sobre el tema, parecen ser bastante críticas con las posturas del PCPE y PCE respecto al parlamentarismo, aunque dicha crítica está repleta de lugares comunes y se aleja totalmente de ofrecer una alternativa táctica y programática a la cuestión.

[6] A las que se suman también la enorme cantidad de colectivos juveniles, barriales, feministas, antifascistas, antirracistas, etc., repletos de militantes comunistas que, en muchas ocasiones, quizás la mayoría, son incluso más operativos y eficaces en su práctica que la mayoría de los partidos comunistas mencionados. Por terminar de cerrar esta brevísima e inesperada cartografía del movimiento comunista en España (del que soy consciente que faltan organizaciones con presencia exclusiva en otras naciones del estado que, por no conocer tanto, he decidido no abordar) faltarían por añadir los miles de comunistas sin partido ni organización en la que militar, igual de expuestos al chantaje del parlamentarismo.

[7] Pueden ser de interés distintas textos sobre la cuestión como: ‘Respuesta a un camarada’ (2008) y ‘El parlamentarismo y la reconstitución del movimiento comunista’ (2012).  

[8] Porque se trata, en última instancia, de un fenómeno estructural que emerge intencionada y periódicamente de forma más visible en épocas de crisis en las que las contradicciones de clase se agudizan y las clases dominantes necesitan reestablecer ciertos equilibrios políticos.

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