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Prólogo de ‘Endnotes 3: Género, raza, clase y otros infortunios’ (Ediciones Extáticas, 2023)

Prólogo escrito por Miasni

Jaques Camatte afirma en su artículo «Bordiga y la pasión del comunismo» que, si bien todos los seres humanos son productos de su tiempo, no todos se relacionan con este de la misma manera. Algunos son capaces de representar su época porque la firmeza de su pensamiento no se deja llevar por la ideología dominante, mientras otros son capaces de dominarla, detectando lo nuevo en ella. Unos representan la continuidad y la invarianza de los principios del comunismo, mientras otros perciben las discontinuidades  y las contradicciones que abren momentos de  ruptura. Este tipo de  oposiciones  han  estado  siempre  presentes  en el marxismo, desde el resuelto «Je ne suis pas marxiste» recriminado por Marx a su yerno, hasta las crudas polémicas en torno al revisionismo y la ortodoxia.

El grupo de discusión que publica Endnotes está compuesto sin duda de seres humanos del segundo tipo: pensadores de lo discontinuo, de la ruptura, de lo nuevo. Ahora bien, ¿dónde se sitúa el hiato que delimita la continuidad y la discontinuidad? Para este grupo, el fin del movimiento obrero, que había definido la lucha de clases durante gran parte de los siglos XIX y XX, es también el fin de la asociación de productores libres como horizonte emancipatorio. Un horizonte que solo podía producir proyectos de modernización alternativos al capitalismo de libre mercado. Esto supone que el objetivo compartido por todas las vertientes del movimiento comunista es un recuerdo del pasado que nos impide atender a las potencialidades emancipatorias del presente. Así, para Endnotes el marxismo, en tanto marco teórico- político integral, también habría devenido en otra tradición que oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos; en un ropaje, un lenguaje prestado y unas consignas vacías incapaces de participar del movimiento real que anula y supera el estado de cosas presente.

Actualizar el pensamiento revolucionario, captando este movimiento y rechazando el esquematismo y el dogmatismo, es la labor fundamental de este grupo. Su aptitud para realizar esta labor es el principal motivo por el cual, desde su primer número publicado en 2008, han adquirido  cierta referencialidad en el medio de ultraizquierda a nivel internacional. También es el motivo por el que realizamos estas traducciones para el público hispanohablante. Sus artículos destacan por la amplitud de temas tratados, el rigor al abordarlos y la creatividad al enfocarlos. Párrafos sobre el idealismo alemán se conjugan con artículos sobre la historia del extinto movimiento obrero. Editoriales sobre problemas cardinales del pensamiento revolucionario se alternan con capítulos sobre el capitalismo contemporáneo y sus luchas. Para realizar esta tarea se apoyan principalmente en las  corrientes  de  la  ultraizquierda  —el  consejismo,  el comunismo de izquierda italiano, la autonomía, la Internacional Situacionista, etc.—, en la teoría de la forma- valor y en los discursos y prácticas que han emergido de las luchas de las últimas décadas.

No  obstante, esta variedad no implica falta de coherencia  o eclecticismo: toda su labor está orientada a arrojar luz sobre nuestro presente desde la perspectiva de su superación emancipatoria. Y, para nuestros autores, esta perspectiva no puede ser otra que la comunización. Definir la comunización es complicado. Se trata de un concepto escurridizo, utilizado en sentidos divergentes. Aquí nos centraremos en el sentido que esta revista desarrolla. La comunización se opone tanto al etapismo —compartido por las familias marxistas-leninistas que relegan el comunismo a un futuro indeterminado tras fases democrático-populares o tras cronificados periodos de transición— como al gradualismo —que reeditan ciertas corrientes autónomas al descubrir el comunismo aquí y ahora en cada estallido social y en cada práctica de resistencia o de fuga, olvidando la necesidad de ruptura con la totalidad capitalista—. Asimismo, la comunización rechaza la idea según la cual el comunismo resultaría de la afirmación de uno de los aspectos de las relaciones sociales capitalistas:  del valor de uso frente al valor; del trabajo concreto frente al abstracto; del proletariado frente a la burguesía; de la producción frente a la distribución; del Estado frente al mercado y, finalmente, de las fuerzas productivas frente a las relaciones de producción.

Por oposición, la comunización supondría la abolición de las mediaciones constitutivas de la sociedad capitalista a través de una ruptura que encarnará el comunismo en acto. No será una toma del poder previa a la aplicación del programa, sea este de mínimos, de máximos o de transición. Y el resultado será, en lugar de una asociación de productores libres, una asociación de singularidades libres.

Por lo demás, averiguar en sus textos qué implica la adhesión a la corriente comunizadora en términos positivos, ya sean tácticos o estratégicos, es más difícil. Podemos detectar dos razones para esta dificultad. Por un lado, presumiblemente no se debe a una incapacidad del grupo de discusión que publica Endnotes, si no a una autocontención propia de ciertos sectores de ultraizquierda temerosos de caer en el sustitucionismo. El sustitucionismo describe la tendencia   a entender la emancipación como el resultado de la acción de una camarilla y no como obra de la clase misma. Normalmente se asocia esta «desviación» al bakuninismo, al blanquismo y al bolchevismo.

Por otro lado, comprender la comunización como la abolición inmediata de las formas sociales constitutivas de la sociedad capitalista dificulta pensar su superación desde las mismas, desde «los elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante lleva en su seno». Por ello, existe una tensión entre aquellas corrientes comunizadoras que entienden el comunismo como el autodesarrollo de una esencia humana preexistente contra el poder del capital —negación abstracta— y aquellas que se sumergen en el carácter contradictorio las luchas del capitalismo contemporáneo para descifrar sus tendencias comunizadoras —negación determinada—. Asimismo, existe una tensión al abordar la cuestión de la mediación social. En ocasiones se habla de la inmediatez de las medidas comunizadoras en un sentido sincrónico, mientras que en otros casos se afirma que la comunización será inmediata en tanto abolirá las mediaciones sociales capitalistas, reconociendo la posibilidad de una suerte de transición para alcanzar dicho objetivo2.

Sorteando estas dificultades, la revista contribuye a clarificar nuestro horizonte, es decir, a dibujar el abanico  de posibilidades que abren las luchas actuales, pero no tanto a definir un curso de acción deseable. Esta decisión   e incluso esta discusión debe ser el resultado orgánico de   la lucha y no la propuesta de ninguna camarilla ilustrada. De esta manera, Endnotes se da de bruces con la paradoja que enfrentan los destacamentos comunistas en periodos no revolucionarios. ¿Debemos esperar y contemplar el devenir de las luchas realizando una labor de clarificación o intervenir en ellas? ¿Debemos pensar críticamente sin actuar o debemos actuar sin pensar críticamente? Su respuesta es clara: participamos en las luchas en tanto en ellas se produce la teoría revolucionaria, pero no podemos intervenir en ellas en sentido revolucionario, en tanto no hay revolución. Presumiblemente, esto supone que no realizamos unas tareas políticas específicas en calidad de comunistas dentro de las mismas. En este sentido, su crítica al vanguardismo acaba abdicando de la posibilidad de una dirección de las luchas existentes en un sentido político y estratégico. Acaba reproduciendo la separación entre vanguardia y masas, entre conocer y transformar, entre el grupo de discusión que escribe Endnotes y quienes participan en las luchas, a pesar de ser las mismas personas.

Por eso pueden afirmar que «el problema que deben afrontar, al menos en tiempos no revolucionarios, no es la ausencia de una estrategia adecuada —que podría ser adivinada por intelectuales perspicaces—, sino la presencia de asimetrías de poder real»3. Como si la ausencia de reflexión sobre las dificultades que enfrentan las luchas y, por tanto, sobre una propuesta estratégica que permita enfrentar la situación de división y de falta de coordinación no fuesen también una expresión de esa asimetría de poder. Esta reflexión es un paso necesario para enfrentar el poder del capital y comenzar a erigir un poder social alternativo. Un paso al que debemos contribuir, a poder ser con perspicacia.

Ahora bien, más allá de su balance del siglo XX y de las implicaciones de su adhesión a la corriente comunizadora, ¿cuáles son las principales aportaciones de Endnotes para comprender las potencialidades emancipatorias de nuestro presente? ¿Cuál es su análisis de la coyuntura actual?

El fin del movimiento obrero y del movimiento comunista son, para esta revista, dos caras de la misma moneda: la crisis capitalista. Esta se expresa en el bajo crecimiento económico y estancamiento en las economías capitalistas avanzadas desde la década de 1970, causado por la sobrecapacidad productiva, la automatización de la producción y la competencia globalizada que limita los márgenes de ganancia de las empresas. El exceso de oferta y la presión descendente sobre los precios conducen a una menor inversión productiva y, por ende, a la generación de burbujas especulativas generadas por capital excedente ávido de rentabilidad. El resultado es un estancamiento de la producción y el empleo, junto con un aumento de la desigualdad y la inestabilidad económica, generando barriadas de población excedente a lo largo y ancho del planeta.

En el ámbito laboral, la crisis se expresa como un hundimiento del empleo industrial en favor del subempleo y el empleo precario del sector servicios. Esto supone, por un lado, la desaparición de la figura que había impulsado y representado al movimiento obrero, el proletariado industrial, y, por otro, un aumento de la competencia entre trabajadores por la amenaza del desempleo. En esta crisis del trabajo las luchas de clases ya no adquieren la forma de un movimiento obrero con un horizonte definido, sino que se expresan a través de múltiples identidades y movimientos que ponen sobre la mesa la necesidad de abolir las diferentes separaciones del capitalismo —de género, raciales, nacionales…—, pero no ofrecen una orientación clara sobre cómo hacerlo. De esta manera, el trabajo pierde cada vez más su función como medio de acceso a la riqueza y al reconocimiento social, siendo a menudo percibido como una losa más que como un rasgo central de nuestra subjetividad, en favor de identidades construidas al margen de la relación estrictamente laboral.

En los capítulos segundo y cuarto de este número se propone un marco para comprender cómo se producen estas opresiones y cómo se construyen sus identidades, atendiendo a su desarrollo histórico y a su articulación específicamente capitalista. Ambos capítulos comparten dos virtudes: son capaces de escapar tanto de la acusación de economicismo como de la de reduccionismo de clase. La raza no es reducida a una estratagema del capital para dividir al proletariado y aumentar su explotación ni el género es reducido al papel de las mujeres en la reproducción de la fuerza de trabajo en el seno de la familia nuclear burguesa. Por consiguiente, el racismo o el machismo tampoco son meras expresiones o epifenómenos de la explotación de clase. Más bien, la raza  y el género son el resultado del complejo proceso histórico que se inicia con la categorización y separación de los seres humanos y sus capacidades, por parte del Estado —la forma política del capital— durante los albores del capitalismo, entre aquellos que disponían libremente de sí mismos —trabajadores asalariados— y aquellos que no —mujeres y personas racializadas—. Y llega metamorfoseado a nuestros días con las políticas feministas y antirracistas tras décadas de luchas por los derechos civiles y la descolonización.

Así, el estudiante que ve su futuro laboral comprometido, la mujer que soporta la violencia y la discriminación machistas, la persona racializada que enfrenta la violencia del estado, el ciudadano que ve sus derechos sociales y civiles recortados, el trabajador del metal que ve peligrar su sector o las trabajadoras de la limpieza que ven su fuerza  de trabajo devaluada son figuras que han protagonizado luchas desde la crisis de 2008, pero que no han podido ocupar el lugar del proletariado industrial en el movimiento obrero. No han podido articular un movimiento coherente y cohesionado. Este problema es denominado «el problema de la composición». Algunos candidatos para resolver esta encrucijada han sido los indignados, el pueblo o el 99%4.

Los capítulos primero y tercero se  ocupan  de  analizar  este problema en distintos contextos. En el primer caso, analizando la relación  entre  la  respuesta  de  los  Estados a la crisis de 2008 con las luchas que esta ha generado y,    en el segundo, exponiendo las reacciones del abyecto —aquel sector de la población expulsado de los circuitos  de reconocimiento y distribución social— ante la violencia racista de la policía.

Los artículos que componen este número no dan ninguna muestra de esperanza. Por ello, también dirigen sus esfuerzos contra los cantos de sirena de autores que quieren ver el comunismo en las nuevas fuerzas productivas desarrolladas por el capital, que tan solo deberían ser apropiadas por los trabajadores para ser puestas a su servicio. En una respuesta a Alberto Toscano, en «Logística, contralogística y perspectiva comunista» señalan que este autor idealiza la logística de Wall Mark, de Amazon o del puerto de Shanghai sin comprender el papel de la tecnología como objetivación del poder del capital ni abordar las dificultades para su apropiación por parte de cualquier movimiento revolucionario, que padecerá el peligro de la desconexión de las cadenas de valor globales y, por tanto, de la reproducción de su vida en cuanto ponga sobre la mesa la cuestión del poder. El comunismo no será simplemente inteligencia artificial más soviets5. Cualquier actualización del proyecto comunista será un proceso complejo y largo con baches y retrocesos, con saltos y avances, con nuevas formas de lucha, repertorios de acción impredecibles e innovaciones teóricas. Por esa razón, frente a las ambiciones teóricas de ciertos revolucionarios en el pasado, «nuestra teoría debe incorporar de alguna manera esta imprevisibilidad en su seno»6. Este principio de precaución es justo ante los excesos cientificistas y positivistas del pasado. También contra el exceso de optimismo generado por pensar que el viento de la historia soplaba a nuestro favor. Sin embargo, este principio de precaución no puede suponer una autolimitación a atrevernos a hacer apuestas políticas concretas, ni a reintroducir el pensamiento estratégico en los debates que estructuran las luchas que caracterizan nuestro presente.

En esta labor, la lectura de Endnotes nos ayudará a aproximarnos a algunos de los interrogantes fundamentales de nuestro tiempo: ¿Cómo debemos relacionarnos con la rica experiencia que nos brindan los procesos revolucionarios del siglo XX? ¿Qué carácter tiene la crisis del capitalismo actual? ¿Qué implica la crisis del trabajo para el proyecto comunista? ¿Qué relación se dará entre las formas organizativas y el contenido comunista en el proceso revolucionario? ¿Cómo debemos abordar el problema de la composición? ¿Qué oportunidades y peligros tácticos brindan las tecnologías de la información y la comunicación? ¿Y las infraestructuras? De su lectura no podremos, empero,  esperar  ninguna  hoja de ruta. Si acaso algunas indicaciones generales para orientarnos en las luchas de nuestro tiempo. Esperamos que sean útiles.


Notas a pie de página:

1. Marx, K. (2003), La guerra civil en Francia, Fundación Federico Engels, p. 73.

2. Véase el «Epílogo» de Endnotes 1 (2022) o «Comunización y teoría de la forma-valor» de Endnotes 2 (2022), en contraste con «Espontaneidad, mediación y ruptura», de este número.

3. Espontaneidad, mediación y ruptura, p. 306.

4. Sobre la respuesta a este problema por parte de la Izquierda del capital: Aguiriano, M. (2023), «La forma populista de la socialdemo- cracia», en: Marx XXI. Contra la socialdemocracia, 2023, Contracultura.

5. Esta idea, que remite a la famosa frase de Lenin sobre la electrificación del país, será desarrollada en Endnotes 4.

6. Espontaneidad, mediación y ruptura, p. 298.

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