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Propuesta socialista para el frente de vivienda

Elías Abellan

Texto disponible en catalán


El último ciclo político de movilizaciones ha sido enterrado. Con ello, se han podido constatar claramente los límites experimentado en las diferentes expresiones de lucha que el proletariado ha llevado a cabo, desde las primeras fórmulas difusas a finales de la primera década de los 2000’s hasta el cierre de esta ciclo, evidenciado a todas luces en la post-pandemia. Una “vuelta a la normalidad”, en la que la conclusión principal de este ciclo que ahora ya queda atrás ha sido la inexistencia de avances significativos, sólidos, de las posiciones revolucionarias en la lucha de clases.

Pero no sería justo dejar aquí el balance de esta etapa de la lucha de clases en el Estado y en Catalunya. El dinamismo de los movimientos sociales, el recorrido de ciertas fórmulas organizativas de base o los límites de planteamientos político-institucionales que han jugado un papel clave en este último ciclo, se acumulan a la experiencia de una clase que no ha conseguido asentar algunos de estos pequeños avances realizados, cargados de potencialidad y fragilidad a partes iguales, en fuerza social organizada. Sin embargo, no es la intención de quien escribe estas líneas sumergirse en un balance histórico general de las causas y condiciones que explican este ciclo de luchas todavía reciente. La tarea es más modesta. Lo que aquí se pretende es una exposición de la propuesta del Moviment Socialista para el frente de la vivienda en Catalunya, explicando las tesis políticas que la fundamentan, sus prioridades políticas, así como su función estratégica en relación con la fase de desarrollo del proyecto socialista en la actualidad y el contexto político general en el que este se desarrolla.

Subalternidad política: movimientos sociales e independencia de clase

Toda persona mínimamente cercana a la experiencia del último ciclo político compartirá que los movimientos sociales han sido las formas organizativas predominantes durante este último ciclo, convirtiéndose en la herramienta organizativa central en la articulación de las diferentes expresiones de lucha del proletariado. Probablemente, el Movimiento por la Vivienda ha significado un ejemplo paradigmático de dichos movimientos sociales. Un pasado en el que la movilización de amplios sectores del proletariado y un sentido común progresista en expansión despertaron la ilusión y esperanza de sectores militantes al generar las condiciones políticas en las que la forma movimiento social mejor se adapta: opinión pública favorable, altos niveles de movilización, crisis de gobernabilidad y carencia de actores que pudiesen canalizar estas expresiones de auto-organización por cauces organizativos más sólidos. Pero como todo ciclo de luchas, este llegó a su fin poniendo a la luz la fragilidad de lo conseguido, la inestabilidad de las estructuras organizativas generadas y, sobre todo, la ausencia de un marco estratégico que dotase a estas expresiones de lucha de bases políticas sólidas. Consideraciones que, a nuestro parecer, son igualmente válidas para el movimiento por la vivienda.

El balance crítico de esta etapa cobra especial importancia para quiénes han experimentado sus limitaciones y se muestran decididos a superarlas. En este punto es fundamental situar el agotamiento de los movimientos sociales como forma principal de articulación política y, sobre todo, la crítica a la lógica movimentista que ha impregnado el sentido común de amplios sectores militantes.

Con agotamiento nos referimos a la constatación de que los movimientos sociales no se han sido eficaces en lo que respecta a constituir una alternativa política a la izquierda parlamentaria que consolidase un poder de clase. Estas expresiones de auto-organización proletaria han supuesto respuestas concretas, parciales, a las diferentes violencias y opresiones experimentadas por la clase trabajadora, limitando su capacidad de concienciación y organización a las problemáticas concretas que explicaban sus propias luchas. A pesar de los aprendizajes y la escuela de militancia que ha supuesto para ciertos sectores de la sociedad, los movimientos sociales se han mostrado incapaces de generar un sentido común en la sociedad que otorgase una mayor concreción al anticapitalismo abstracto en el cual se enmarcaban. Mucho menos de trabajar por su necesaria vinculación con un proyecto superador de la sociedad de clases y orientado a la construcción de una alternativa socialista a la sociedad actual. Precisamente esta indefinición, en sentido político e ideológico, ha llevado a presentar como virtud lo que en verdad ha sido una de sus grandes carencias, siendo la vía de entrada que ha facilitado la consolidación del interclasismo dentro de los espacios militantes y luchas proletarias; entendiendo por interclasismo aquellos proyectos de conciliación de intereses entre clases. Esto ha provocado la dificultad de articular política proletaria a partir de las experiencias de organización de nuestra clase en todo el ciclo anterior, pasando a hacer un tipo de política orientada al apuntalamiento del proyecto de las clases medianas en descomposición. El movimientismo y su dimensión ideológica interclasista son un obstáculo en la recomposición del proletariado como sujeto revolucionario y la reafirmación de sus intereses como los únicos universalizables y, por tanto, únicos a partir de los cuales edificar un proyecto emancipador.

Esta dependencia ha sido la otra gran característica del último ciclo. Dicho en otras palabras: los movimientos sociales han sido subalternos a los intereses de los partidos socialdemócratas, sirviendo como plataformas de movilización y de sensibilización pública al no poder superar nunca su dependencia política por carecer de un marco estratégico propio. Y es que como ya se ha señalado, la carencia de un marco ideológico y estratégico sólido no supone únicamente una limitación para su desarrollo y consolidación, sino que provoca que este vacío pase a ser cubierto por quien sí cuenta con dicho marco. Es por eso que los esfuerzos y logros de todo el ciclo político han contribuido al proceso de legitimación del proyecto socialdemócrata independientemente de la voluntad de la militancia de base.

De esta subalternidad o dependencia se deriva una de las tesis políticas fundamentales para explicar la propuesta actual del Movimiento Socialista para la lucha por la vivienda. Un análisis en retrospectiva del recorrido histórico del movimiento por la vivienda a nivel estatal confirma esta hipótesis. El primer ciclo ascendente de la lucha por la vivienda, que podríamos situar desde 2011 a 2015 ejemplifica esta relación de dependencia movimiento-institución. Durante estos años, se consiguieron situar demandas del movimiento como temas centrales de opinión pública, aglutinando parte del descontento contra las entidades bancarias y contra los partidos profesionales, alcanzando así niveles de apoyo y legitimidad impensables hoy en día. Pero sería erróneo considerar que la totalidad el movimiento por la vivienda, principalmente en términos de composición militante, estaba de acuerdo en asumir esta subalternidad de forma consciente, si no que esta se explicaba en la preeminencia de la cuestión táctica y, sobre todo, por el vacío estratégico que lo acompañaba. De la misma forma, no se puede obviar que sectores relevantes del mismo apoyaron conscientemente esta vía, asumiendo que este y no otro era el papel de la lucha por la vivienda: reducir el movimiento a la lógica de la demanda-reforma, acotando su potencial al posibilismo dentro de los reducidos márgenes de actuación de la legalidad burguesa, imposibilitando elevar estos conflictos concretos en luchas políticas por el control y dirección de la sociedad. El cierre de esta primera fase ascendente de la lucha por la vivienda tiene un efecto desmovilizador muy fuerte en paralelo al asalto institucional. Es ilustrativo cómo en Catalunya se puede establecer esta genealogía entre el movimiento de vivienda y la consolidación del proyecto dels Comuns, siendo el sector representado por la PAH Barcelona un agente clave en la apuesta de aupar a Ada Colau a la alcaldía de la ciudad.

Posteriormente, se reinicia un ciclo de fuerte movilización en el que la innovación fue representada por el surgimiento de los sindicatos de vivienda a partir de 2016, a causa de los límites que había mostrado la PAH y su incapacidad de dar respuesta al estallido de la problemática que se dio en aquel momento. Durante esta segunda etapa, el movimiento por la vivienda fue muy dinámico en esos años, llegando a cuotas de conflictividad que no se habían generado hasta ese momento, demostrando una capacidad de autodefensa que confirmaban el acierto y eficacia, aunque fuese de forma temporal, de estas instituciones proletarias. Sin embargo, el dinamismo de estos años no fue acompañado por la construcción de herramientas organizativas sólidas que dotasen a la lucha por la vivienda de un horizonte estratégico compartido. El impacto a nivel social, y la mayor radicalidad de esta segunda fase no consiguió volver a imprimirle el carácter de masas del que había gozado en la época previa, reduciendo su grado de abertura y delimitando progresivamente su participación a minorías militantes y su vinculación con los sectores más empobrecidos del proletariado urbano, principalmente de origen migrante.

En estos años, la problemática del desahucio estaba en un momento crítico, además de que se empezaba a vislumbrar los efectos del desplazamiento de la problemática de las hipotecas a los alquileres, consecuencia de los cambios legislativos realizados en relación con los márgenes de ganancia que proporcionaban comparativamente. Corresponde también a esta época los avances más relevantes en términos de concienciación política y la generación de toda una capa de militantes que comenzaban a ser conscientes de las limitaciones de este ciclo de luchas. La gran carencia aquí fue la incapacidad de dotarse de una estrategia clara que proporcionase un sentido integral a la lucha por la vivienda y la vinculase con un proyecto más amplio de disputa del poder político.

Este ciclo se cierra abruptamente con la pandemia, pero tiene su correlato en cómo los partidos institucionales de ámbito catalán aprovecharon el dinamismo de la lucha para situarse como representantes de esta. Ello se explica por la capacidad del movimiento de seguir situando en la opinión pública la persistencia de la problemática, la cual no hubiese sido posible sin los niveles de conflictividad generados en base a ingentes esfuerzos militantes. Es por ello que la apuesta que se realiza a nivel institucional por la ley de regulación de alquileres no es fruto del interés genuino de la dirección de partidos profesionales, sino que es la consecuencia lógica de entender los movimientos sociales como plataformas de movilización ciudadana desde las cuales hacer propaganda con fines electorales. Y aquí, nuevamente, la apuesta por la regulación de alquileres, impulsada a nivel de movimiento por el Sindicat de Llogaters, prefiguró el cierre de esta segunda fase en el que no se consiguió superar la relación de dependencia entre movimiento y partidos institucionales. Los efectos de dicha reforma legislativa no son objeto de este texto, que cada cual saque sus propias conclusiones respecto a su impacto real y a los avances que ha supuesto en términos de correlación de fuerzas.

Este balance del recorrido del movimiento por la vivienda es el que explica la necesidad de dotar de un salto cualitativo a la lucha por la vivienda. Un salto que pasa por situar la independencia política como objetivo estratégico de la fase actual del desarrollo de la lucha de clases, para romper de una vez por todas con la subalternidad a la que se han visto abocados ingentes esfuerzos y no pocas dosis de esperanza militante. Porque el punto de partida en la actualidad es el de la derrota histórica del comunismo como proyecto posible y deseable para el proletariado, lo que pasa primeramente por la reconstitución de su independencia política: rearticular el proletariado en clase independiente como única vía para hacer posible la construcción de una alternativa política a la sociedad de clases. Quien quiera entender este objetivo de relevancia estratégica fundamental como simple discurso, como una consigna vacía, quizá no está comprendiendo su importancia. O eso, o no lo comparte. No habrá proyecto alternativo de sociedad, proyecto comunista, sin que este se asiente primeramente en la independencia política de la clase que ha de llevarlo a cabo, y desde donde realizar progresivamente los avances, en el plano ideológico-cultural y organizativo, necesarios para establecer las bases del futuro Partido Comunistas de Masas que ha de disputar la dirección de la sociedad a la clase dominante.

Función estratégica del frente de vivienda para el proyecto comunista

Es necesario resaltar brevemente la función que consideramos que tiene el sindicalismo en general, y la lucha por la vivienda en particular, dentro de una estrategia revolucionaria. Entendemos los sindicatos como herramientas de autodefensa del proletariado, instituciones en las que a partir de la organización y defensa de las condiciones de vida se constituyen núcleos incipientes de poder obrero desde los que disputar el acceso y proporción de las diferentes formas de salario por parte de la clase trabajadora. Hablamos de diferentes formas de salario por no reducir la forma sindical a su modelo clásico, vinculado a la lucha por conseguir mejores condiciones de venta de la fuerza de trabajo desde la organización en la esfera de la producción, entendiendo las diferentes luchas salariales que tienen lugar en la esfera de la distribución también como formas de sindicalismo. Es desde este enfoque que entendemos el sindicalismo de vivienda.

Así, los sindicatos vendrían a representar las primeras formas de asociación entre trabajadores surgidas por el hecho de combatir unos intereses inmediatos y la necesidad de defenderlos de forma colectiva. Ahora bien, en el debate histórico sobre el papel del sindicalismo, una de las posiciones principales es la que encarnaba la tradición revisionista de la II Internacional; unas posiciones que han limitado estas formas de poder obrero a un plano eminentemente económico, desvinculándose del proceso de disputa general por el poder político. Esta reducción a disputas meramente económicas ha facilitado históricamente su integración dentro de los márgenes de la institucionalidad capitalista y su asimilación por parte de los diferentes representantes del Partido de la Reforma, el cual se ha de entender como la suma de las posiciones abocadas a la lógica de las reformas en su pretensión de gobierno del Estado, de promoción de proyectos de conciliación entre clases y que contribuyen a la naturalización de la política burguesa como únio terreno posible de disputa política. Ante esta tendencia hacia la integración y asimilación, siempre presente en los debates históricos del sindicalismo y que remite a la discusión clásica del marxismo revolucionario entre economía y política, se propone desde el marxismo revolucionario dotar de un carácter más político a los sindicatos para que sirvan así como instrumentos del movimiento revolucionario del proletariado. Por otro lado, es también importante señalar aquellas posiciones que sí contemplaban la prioridad de la dimensión política de las luchas económicas y su vinculación a un horizonte revolucionario, como sería el caso del sindicalismo revolucionario, que abogaba por la neutralidad de los sindicatos en oposición a su vinculación partidaria.

En esta línea, consideramos que el sindicalismo puede tener un papel fundamental a la hora de organizar a diferentes sectores de la clase trabajadora ante la fragmentación política y social existente hoy en día. No obstante, cabe destacar un aspecto importante: el desarrollo de un movimiento sindical, sólido, de clase, ha de estar acompañado por la regeneración del movimiento comunista como requisito necesario para la reconstitución de la independencia política del proletariado. Sin proyecto comunista no será posible dotar a los trabajadores de su forma política más acabada, constituyéndose en Partido de Masas en fase de ofensiva, resultado de la acumulación de fuerzas realizada a través de la lucha cultural y la generalización de la conciencia socialista entre las masas. Y el sindicalismo puede contribuir en este objetivo. Porque desde la efectividad de la actividad sindical las victorias conseguidas pueden ser entendidas por los trabajadores como avances que legitiman el proyecto comunista ante las masas y refuerzan la convicción de ir más allá en la acción revolucionaria. Por tanto, los sindicatos han de ser espacios abiertos a la clase trabajadora, independientemente de su ideología y filiación política, con la obvia excepción de la reproducción de diferentes formas de violencia y opresión. Apertura que se justifica por la improrrogable tarea de educación política de las organizaciones independientes del proletariado y su decisiva aportación en la expansión de la conciencia socialista. Porque ayer igual que hoy, la tarea de los comunistas en los sindicatos será la de explicar la dimensión de clase de cada conflicto desde unas coordenadas propias, promoviendo la organización y concienciación del proletariado para convertirlo en la base sobre la cual edificar la nueva organización de la vida económica.

Esta vinculación con un proceso de acumulación de fuerzas que rearticule política y organizativamente al proletariado, orientándolo a la realización del programa comunista, es debatida por sectores militantes que afirman la necesidad de mantener la autonomía sindical de los sindicatos. Este posicionamiento tiene su origen en la tradición del sindicalismo revolucionarias, señalada con anterioridad, corriente que abogaba por la neutralidad política de los sindicatos en contraposición a la fórmula Partido. Una neutralidad que, en última instancia, favorecía a la hegemonía burguesa y apuntalaba el control político por parte de los partidos socialdemócratas sobre los sindicatos en cuestión. En su traducción al debate actual en el movimiento por la vivienda en Catalunya, y con las diferencias evidentes a nivel de contexto histórico, consideramos que reafirmar la autonomía sindical mantiene la lucha sindical en una posición de debilidad al no poder desplegar una acción sindical con una orientación estratégica global, por mucho que esta carencia se revista con planteamientos tácticos más o menos radicales. Esta posición es la que hoy representaría el anticapitalismo abstracto con el que se identifican ciertos sectores militantes en el movimiento por la vivienda, y es a esta posición que reafirma la autonomía sindical y su supuesta neutralidad a la cual oponemos la independencia política como orientación estratégica. Un camino que ha de conducir a la materialización de la realidad política y organizativa independiente del proyecto comunistas en la forma partido; concretamente, en la forma de Partido Comunista de Masas como cristalización de las fuerzas acumuladas a partir de la unión de todas las organizaciones de clase revolucionarias, paso necesario para que el proletariado pueda situarse a la ofensiva y disputar el control de la sociedad a las clases dominantes.

Por ello, la apuesta del Movimiento Socialista para el frente de vivienda es, de forma simplificada, la apuesta por su vinculación a la consecución del socialismo a partir de la recomposición de las fuerzas dispersas en el movimiento por la vivienda sobre una nueva base política. Se pretende con esta relanzar la dinámica de lucha en el frente de vivienda a partir de unas nuevas coordenadas político-estratégicas que implican, por un lado, la construcción de una organización propia a nivel nacional y, por otro, la vinculación estratégica al proceso socialista como propuesta política revolucionaria. Este objetivo toma como punto de partida las conclusiones expuestas respecto a la falta de independencia política y la centralidad de los movimientos sociales en el plano organizativo, teniendo en común ambos elementos la inexistencia de un planteamiento estratégico que permitiese superar dichas limitaciones. Esta perspectiva estratégica es la que pretende aportar en la actualidad el Moviment Socialista en relación a las luchas salariales, lo que les otorga un marco de comprensión común, contribuyendo de forma consciente a un proceso político mayor: la expansión del proyecto comunista.

Para que esto sea posible no basta con enunciar la existencia de una estrategia sino que esta ha de tener una plasmación en los objetivos, prioridades y orientación de las diferentes luchas. Aquí es dónde se sitúa la importancia de la centralización estratégica como forma de garantizar una dirección unitaria para la táctica general desplegada, asegurando la coherencia entre esta y la línea política. El concepto de centralización estratégica tiene una relevancia fundamental porque se opone al sentido común de sectores militantes sobre la coordinación de diferentes planos de lucha. Esta apuesta por la coordinación, fruto de la fragmentación política y social actual, y de la relevancia de los movimientos sociales como expresión lógica de dicha fragmentación, es la perspectiva estratégica que defienden como forma de superación de la parcialidad. Parcialidad que es reconocida por una parte de estos sectores, y que en el caso del sindicalismo por la vivienda representa una visión economicista del conflicto por reducir su papel a la defensa de las condiciones de vida en relación al acceso a la vivienda, la ampliación de derechos en este sector o el cambio del sentido común respecto a la cuestión inmobiliaria. Cuestiones todas ellas de importancia pero impotentes en la tarea de construir un poder de clase independiente vinculado a un programa revolucionario.

Contrariamente, la vinculación de la lucha por la vivienda al socialismo desde la perspectiva de la centralización estratégica, consideramos que puede realizar dos contribuciones fundamentales a la reconstitución de la independencia política del proletariado, atendiendo al momento actual de desarrollo del proyecto comunista y la correlación de fuerzas general. Por un lado, situar el debate estratégico como la cuestión clave para el avance del movimiento y la unificación de los sectores militantes más avanzados y, por otro, contribuir en el plano de la lucha cultural desde la intervención política realizada. Esta contribución se desglosa en tres elementos: la propaganda estratégica, la contrucción de un poder territorial y la apuesta por la construcción de una organización socialista para el frente de vivienda.

El primero de ellos, la propaganda estratégica, se ha de entender desde la prioridad que supone la lucha cultural en la actualidad para erigir una alternativa revolucionaria asumida conscientemente por amplias capas del proletariado. Asumir como tesis la derrota histórica del comunismo lleva a situar como prioridad regenerar la fuerza social que ha de llevarlo a cabo, estableciendo las bases de una cosmovisión propia que le sirva de fundamento. Y es que la hegemonía de la cosmovisión burguesa en la sociedad está ampliamente extendida entre las masas, lo que sumado a la evidente derrota de las posiciones revolucionarias, nos sitúa en una posición defensiva para la expansión del proyecto comunista y la constitución de un bloque proletario como fuerza social antagónica. Es por ello que la prioridad de la lucha cultural ha de ser transversal a la fase movimiento en la que nos encontramos, ya que en las sociedades capitalistas desarrolladas el control de la dirección de la sociedad no será posible mientras la hegemonía cultural esté en manos de las clases dominantes. La propaganda estratégica, combinada con los métodos de agitación adecuados, es el medio por el cual el proyecto comunista ha de presentarse a la sociedad, difundiendo nuestras tesis políticas a partir de la traducción a un plano discursivo que permita relanzar la tarea de hegemonización entre las masas trabajadoras. Esta tarea nos permite generar un bloque de oposición a los partidos de izquierda institucionales, para frenar su capacidad de asimilación, además de combatir internamente tendencias hacia posiciones reformistas al dotarnos de una guía para que la acción cotidiana politice en una dirección clara, y no únicamente a partir de la experiencia vivida que por sí sola no apuntala un horizonte revolucionario.

En esta línea, deslegitimar el poder político desde la imposibilidad de garantizar el acceso a la vivienda, confrontar a élites políticas y financieras por su papel en el sector inmobiliario, situar la necesidad de la expropiación de viviendas para que estas pasen a manos de los trabajadores, la eliminación de deudas hipotecarias o de la relación de renta que supone el alquiler, son elementos a señalar desde nuestra actividad política. Cuestiones todas ellas que delimitan una línea política y dificultan su asimilación por parte del Partido de la Reforma. Contribuciones que a su vez apuntalan el objetivo estratégico principal como es la instauración del Estado socialista como única garantía de poner fin a estas problemáticas y garantizar un acceso universal a la vivienda. Es una prioridad de primer orden empezar a incidir en la lucha cultural con una agencia propia, no sólo como respuesta a la deriva reaccionaria actual, sino sobre todo como forma de asentar las bases culturales e ideológicas necesarias que han de acompañar el despliegue político y organizativo del proyecto comunista.

Un segundo elemento sería la construcción de un poder territorial. El sindicalismo de vivienda ha de saber combinar diferentes escalas organizativas en relación a la intervención política que se realice en cada caso, tratando que estas se vinculen a las estructuras de organización territorial socialistas. En esta vinculación reside la posibilidad de comenzar a tejer la base social entre la que se ha de generalizar la consciencia socialista, estimulando su desarrollo desde una dimensión pedagógica en el trabajo político y la actividad sindical, así como extender unas coordenadas políticas y culturales propias; que la vinculación sea posible dependerá en mayor medida de la eficiencia conseguida en la actividad que se despliegue. La difusión de una sentido común comunista no cuenta con el respaldo de una experiencia compartida que haya demostrado en la práctica una forma de civilización superior a la sociedad capitalista, por eso tiene una importancia vital demostrar una capacidad organizativa eficiente, que sitúe a las organizaciones socialistas como herramientas de referencia para el proletariado allá donde el poder socialista devenga poder efectivo. En su despliegue territorial, el sindicalismo de vivienda ha de contribuir a superar la fragmentación en la que se articulan a día de hoy las diferentes problemáticas de acceso a la vivienda, diversificando su métodos organizativos y teniendo la capacidad de enunciar victorias que hagan real el proceso de acumulación de fuerzas, sedimentándolas territorialmente: espacios de poder socialista donde comenzar a tejer una incipiente base social simpatizante y vinculada orgánicamente al Moviment Socialista.

El último de estos elementos, y como condición necesaria para la realización de los otros dos, sería la apuesta por la construcción de una organización socialista para el frente de vivienda: el Sindicato de Vivienda Socialista de Catalunya. Una organización sindical que trabajará por la vinculación de esta lucha con la consecución del socialismo desde unos principios políticos y un planteamiento estratégico sólido. Las posiciones socialistas en el movimiento de vivienda no contaban hasta ahora con una estructura organizativa centralizada que las acompañase en su intervención. Las capacidades generadas durante años de sindicalismo de base, por encontrarse descentralizadas y sin dirección unificada, no permitían desarrollar una táctica general compartida; desde esta perspectiva, en el desarrollo político y organizativo del movimiento socialista en su intervención en el frente de vivienda era necesario superar ambas limitaciones. La apuesta por la creación de una organización sindical centralizada de ámbito nacional, en el que los sindicatos de vivienda actúan como bases políticas territorializadas de dicha organización, consideramos que contribuye a una intervención más eficaz y unificada en términos sindicales, así como garantiza la existencia de las posiciones comunistas en la guerra cultural en curso.

Ahora bien, la apuesta por la estructura sindical socialista ha de suponer un avance cualitativo de las capacidades políticas y técnicas requeridas para una intervención sindical eficiente, que explore los cambios organizativos y pedagógicos necesarios para fusionar el proyecto comunista con el proletariado. Porque este momento de reflujo generalizado se ha de aprovechar para consolidar posiciones ante el más que probable surgimiento de futuros estallidos sociales, contexto ante el que hemos de estar preparados para avanzar posiciones en la lucha de clases. No podemos permitirnos que ante futuros ciclos de movilización el proyecto comunista vuelva a estar desaparecido y vuelva a quedar relegado a la subalternidad de la socialdemocracia populista y al resistencialismo impotente de los movimientos sociales. La organización sindical socialista será un altavoz del proyecto comunista en cuestiones de coyuntura, relacionando las problemáticas concretas en las que intervenga con su imposibilidad de resolverse dentro del sistema capitalista y señalando al Estado socialista como única garantía para el acceso de los trabajadores a la vivienda de forma universal. Intervención en la coyuntura desde posiciones comunistas, herramienta eficiente para el proletariado, contribución a la propaganda estratégica como parte del proceso de expansión del proyecto comunista en la sociedad, consolidación de una base social partidaria de una alternativa socialista: estas son las tareas de la organización sindical socialista.

Sindicato de Vivienda Socialista de Catalunya e intervención política revolucionaria

Esperemos que estas líneas hayan contribuido al debate abierto en el frente de la vivienda. A modo de conclusión, nos gustaría resumir las principales tareas que se derivan de la propuesta que realizamos. Un resumen que desde nuestro punto de vista responde a la siguiente perspectiva: llegado a un cierto punto, el debate llega a límites de contraste racional que sólo pueden ser resueltos si se corrobora la efectividad de las posiciones en la intervención directa. Y que a partir de aquí se puedan verificar los aciertos, los errores o los nuevos nudos e interrogantes a resolver. El debate en el seno de la lucha por la vivienda en Catalunya ha llegado a ése punto, por lo menos por nuestra parte. Es hora de empezar una nueva fase. El Sindicato de Vivienda Socialista de Catalunya nace con la pretensión de constituirse como un agente político de referencia en el ámbito de la vivienda para el proletariado de Catalunya.

En ese sentido, el principal reto que nos proponemos es recomponer política y organizativamente, en un sentido revolucionario, las fuerzas sociales que laten en la problemática de la vivienda. Para abordar tal reto, planteamos levantar un sindicato vinculado a la estrategia socialista que de lugar a un centro político y sindical desde el que relanzar la lucha y una base sólida construida con una prioridad: combatir el economicismo y el reformismo derivados de la cosmovisión burguesa, a partir de la socialización práctica, lucha a lucha, del programa comunista para la vivienda. Concretamente, desplazar la influencia de la izquierda electoral de los sectores de la clase trabajadora afectados por la problemática, así como del debate público en general.

Para ello, esta organización partirá de la suma de los sindicatos locales en adhesión a la propuesta, pero tendrá que ser algo más: una herramienta sindical útil para todos los perfiles afectados por la problemática de la vivienda allá donde se encuentren. Y aquí cobra especial importancia las posibilidades que ofrece el sindicalismo de vivienda a la hora de organizar a los sectores migrantes del proletariado, fundamentales para la recomposición del proletariado en sujeto revolucionario en la actualidad. En esta línea, se profundizará y expandirá el trabajo práctico desarrollado hasta el día de hoy para explorar formas de conflicto, acción sindical y organización que sean capaces de dar respuestas y golpear más allá de la forma movimiento social o las comunidades en lucha, aportando así al avance de posiciones en la lucha por la defensa de les condiciones de vida del proletariado. A nivel táctico, la propuesta socialista para el frente de vivienda se concreta en la vinculación de los problemas inmediatos que sufre el proletariado en relación al acceso a la vivienda con el objetivo final del socialismo. Así, algunas líneas de despliegue táctico consistirán en intervenir y desarrollar con profundidad la guerra cotidiana del desbocado mercado del alquiler, canalizando el conflicto existente en torno a los alquileres hacia posiciones comunistas, combinando la escala sectorial con la territorial según las necesidades del conflicto. Superar la fase defensiva y el aislamiento que están acorralando la herramienta de la paralización de los desahucios o asentar vías para canalizar toda la frustración y conflicto social de los barrios periféricos y degradados. Será relevante, de igual manera, dar la vuelta a las relaciones con la administración, planteando una serie de disputas que saquen a la luz la convergencia de objetivos de la burguesía inmobiliaria y la política profesional, por ejemplo, de cara al nuevo ciclo especulativo de vivienda “asequible” en colaboración directa publico-privada.

Así mismo, y en coherencia con nuestra posición, no creemos que intervenir en los diferentes tipos de problemáticas sea la clave para romper con la segmentación existente en el conflicto de clase de la vivienda, tampoco para avanzar en la lucha de clases. El sujeto unitario, la recomposición de los diferentes perfiles en una aportación unitaria y revolucionaria será la suma de diferentes elementos. En primer lugar, trabajo sindical cotidiano. Segundo, conflictos tácticos escogidos con un criterio proporcional a las fuerzas y a la coyuntura de cada momento. Tercero, una fuerte orientación política, intervención pública en el debate en los distintos ámbitos de socialización de nuestra clase. Sólo con fuertes dosis de artificio político podemos recoser lo que espontáneamente se da como conflictos segmentados y a veces hasta contrapuestos en un mismo ámbito de la vida social como la vivienda.

Por último, y no menos importante, cada uno de estos desarrollos se darán teniendo en cuenta la existencia del debate abierto, tanto en la práctica como en las ideas, alrededor de la lucha por la vivienda. Aunque las dos posiciones principales a día de hoy sean la que representan el Sindicat de Llogaters y el Movimiento Socialista, y aunque creamos que la forma movimiento esté agotada políticamente, no olvidamos la diversidad y complejidad existente de colectivos en lucha existentes en Catalunya. En coherencia con nuestra propuesta planteada en el II Congrés d’Habitatge de un espacio de coordinación, proponemos que este espacio tome la forma de una mesa sindical en la que poder dar cauce a las necesidades de coordinación del movimiento entre diferentes organizaciones sindicales. Un espacio que, ante la ausencia de acuerdos estratégicos, sea de utilidad como órgano unitario a través del que alcanzar posiciones de mínimos para la unidad de acción necesaria. Nuestra prioridad será poner encima de la mesa propuestas que incentiven el debate alrededor de las vías de construcción de la independencia de clase, de afrontar la represión del estado y de demandas y propuestas que conlleven la confrontación con la izquierda institucional. Estos son los retos que presenta el Sindicato de Vivienda Socialista de Catalunya para esta nueva etapa, una etapa que si bien se manifiesta como defensiva, tendrá un carácter de preparación ante los efectos, difíciles de prever con exactitud, de la evolución económica y social de las diferentes tendencias ligadas a la problemática de la vivienda. ¿Preparación para qué? Para nuevas olas masivas de conflicto social en la que la vivienda tenga un papel relevante y esté aportando en un sentido revolucionario, y no vuelva a ser asimilada y anulada por parte de la burguesía. Esta es nuestra hipótesis; que la demostración práctica la ponga en su lugar.

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