Traducción por Nahia Santander
Nota de la traducción (Nahia Santander). Los textos que a continuación se presentan son un conjunto de Resoluciones de Congresos de la II Internacional (1889-1914) sobre la guerra y el militarismo. Su pertinencia reside en la actualidad del tema y en que, hasta donde sabemos, es la primera vez que se traducen al castellano.
También pueden encontrarse en castellano la resolución sobre ‘La abolición de los ejércitos permanentes y armamento del pueblo’ de 1889, la ‘Resolución del Congreso de Stuttgart sobre el militarismo’ de 1907 y el ‘Manifiesto de Basilea’ de 1912 en https://www.grupgerminal.org/?q=node/1861.
Nota de la edición (miembro del equipo editorial de Contracultura). A modo de breve contextualización histórica, tras la disolución en 1876 de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT o I Internacional), después de un fuerte deslinde de campos entre marxistas y anarquistas, tendrá que trascurrir más de una década para que el proletariado revolucionario cuente de nuevo con una organización propia a escala internacional. Si bien durante el trascurso de estos años hubo distintos intentos para avanzar en esta dirección, ninguno fructificó realmente. No obstante, a finales de la década de 1880 existían, al menos en embrión, partidos socialistas en varios países europeos, que habían tomado al de Alemania como referencia y estaban atravesando un proceso de gran desarrollo, sobre todo a través de la agitación en torno a la jornada laboral de 8 horas. En opinión de parte de estos partidos había llegado el momento para unir sus fuerzas en una nueva Internacional.
La II Internacional fue fundada en París en 1889, aprovechando el centenario de la Revolución Francesa. La propuesta final para su fundación, porque hubo varias en distintos sentidos para ello, vendrá precisamente del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), el principal partido socialista a escala internacional, quién en 1888 había dirigido a los marxistas y blanquistas franceses la propuesta de realizar conjuntamente un Congreso Internacional Socialista. Finalmente, ese Primer Congreso fundacional fue convocado en julio de 1889, contando con 392 delegados (221 franceses, 81 alemanes, 22 ingleses, 14 belgas, 8 austriacos, 6 rusos y delegaciones menores de Holanda, Dinamarca, Suecia, Noruega, Suiza, Polonia, Rumania, Italia, Hungría, España, Portugal, Bohemia y Bulgaria, aparte de visitantes de los Estados Unidos, Argentina y Finlandia) en representación de unas 300 organizaciones (partidos, sindicatos y clubes/grupos).
Los sucesivos congresos de la II Internacional se convocarán con una periodicidad de entre 2, 3 y 4 años hasta el estallido de la I Guerra Mundial, que escindirá definitivamente en dos al movimiento obrero internacional y de facto pondrá fin a esta internacional. En los siguientes documentos se muestra la importancia que la cuestión de la guerra y el militarismo tuvo en prácticamente todos sus congresos hasta ese momento.
MILITARISMO. II CONGRESO DE BRUSELAS, 16-22 DE AGOSTO, 1891[1]
Resolución de la Comisión, preparada por Wilhelm Liebknecht y Édouard Vaillant. Una contrarresolución presentada por Ferdinand Domela Nieuwenhuis en nombre de la delegación holandesa exigía una huelga general contra la amenaza de guerra; dicha resolución fue rechazada.
El Congreso:
Declara que el militarismo, que se abate fuertemente sobre Europa, es el resultado fatal del estado permanente de guerra abierta y latente, impuesto sobre la sociedad por el sistema de explotación del hombre por el hombre y la lucha de clases que es su consecuencia.
Declara que todos los esfuerzos encaminados a obtener la abolición del militarismo y la instauración de la paz entre las naciones –por generosas que sean sus intenciones– sólo pueden ser utópicas e impotentes si no alteran las fuentes económicas del mal.
Declara que sólo la creación de un orden socialista, que ponga fin a la explotación del hombre por el hombre, acabará con el militarismo y asegurará la paz permanente.
Declara que, en consecuencia, es el deber de todas las personas que quieran acabar con la guerra unirse al partido socialista internacional, que es el verdadero y único partido de la paz.
En consecuencia, el Congreso:
En vista de la situación en Europa, que día a día se vuelve más amenazadora, y de la incitación chovinista de las clases gobernantes en los diversos países, llama a todos los trabajadores a protestar, por medio de una agitación incesante, contra todos los deseos de guerra y contra las alianzas que la favorecen, y a acelerar, mediante el desarrollo de la organización internacional del proletariado, el triunfo del socialismo.
Declara que ese es el único medio capaz de evitar una guerra general, cuyos gastos tendrían que soportar los trabajadores.
En cualquier caso, el Congreso se propone, ante la historia y la humanidad, hacer recaer toda la responsabilidad de lo que ocurra sobre las clases dominantes.
LA SOCIALDEMOCRACIA ANTE LA GUERRA. III CONGRESO DE ZURICH, 6- 12 DE AGOSTO, 1893[2]
Resolución de la Comisión presentada por Georgi Plejanov, propuesta originalmente por la delegación alemana. La delegación holandesa presentó una resolución similar a la que había propuesto en 1891, en la que se pedía una huelga general internacional contra la guerra. La contrarresolución holandesa fue rechazada por el Congreso.
La posición de los trabajadores en caso de guerra se define de manera precisa en la resolución del Congreso de Bruselas sobre el militarismo. La Socialdemocracia revolucionaria internacional en todos los países debe levantarse con todas sus fuerzas contra los apetitos chovinistas de las clases dominantes. Debe consolidar cada vez más los lazos de solidaridad entre los trabajadores de todos los países. Debe trabajar sin cesar para vencer al capitalismo, que divide a la humanidad en dos grandes campos hostiles y levanta a los pueblos unos contra otros.
Con la desaparición de la dominación de clase, desaparecerá también la guerra. La caída del capitalismo implica la paz universal.
Los representantes del partido obrero en las reuniones deliberativas deben rechazar todos los créditos militares; deben protestar sin cesar contra los ejércitos permanentes y exigir el desarme. El conjunto del partido socialista debe prestar su apoyo a todas las asociaciones cuyo objeto sea la paz universal.
GUERRA Y MILITARISMO. IV CONGRESO DE LONDRES, 27 DE JULIO – 1 DE AGOSTO, 1896[3]
Informe de la Comisión de Guerra, presentado por Emmanuel Wurm y enmendado por el congreso.
En el capitalismo las causas principales de la guerra no son las diferencias religiosas o nacionales, sino los antagonismos económicos, a los que las clases explotadoras de los distintos países se ven empujadas por el sistema de producción para el beneficio.
Así como este sistema sacrifica incesantemente la vida y la salud de la clase obrera en el campo de batalla del trabajo, tampoco tiene escrúpulos en derramar su sangre en busca de beneficios mediante la apertura de nuevos mercados.
Las clases trabajadoras de todos los países deben alzarse contra la opresión militar por el mismo motivo que se rebelan contra todas las demás formas de explotación de las que son víctima por parte de las clases poseedoras.
Para alcanzar este objetivo deben adquirir el poder político, a fin de abolir el sistema de producción capitalista, y simultáneamente negar, en todos los países, los medios de mantener el orden de cosas existente a los gobiernos que son instrumentos de la clase capitalista.
Los ejércitos permanentes, cuyo mantenimiento incluso en tiempos de paz extenúa a la nación, y cuyo coste recae sobre la clase obrera, aumentan el peligro de guerra entre las naciones y, al mismo tiempo, favorecen la brutal opresión del proletariado del mundo. Es por ello por lo que el grito «¡Dejad las armas!» no es más escuchado que los demás llamamientos a los sentimientos humanitarios lanzados por las clases capitalistas.
Sólo la clase obrera tiene el serio deseo, y sólo ella posee el poder, de realizar la paz universal.
- La simultánea abolición de los ejércitos permanentes y el establecimiento de una fuerza ciudadana nacional.
- El establecimiento de un tribunal internacional de arbitraje cuya decisión debe ser definitiva.
- Que la decisión final sobre la cuestión de la guerra o de la paz recaiga directamente sobre el pueblo en los casos en que los gobiernos se nieguen a aceptar la decisión del tribunal de arbitraje.
Y protesta también contra el sistema de tratados secretos.
La clase obrera sólo alcanzará estos objetivos asegurándose el control de la legislación y entablando una alianza con el movimiento socialista internacional, mediante el cual la paz pueda ser finalmente asegurada y la fraternidad real de los pueblos permanentemente establecida.
LA LUCHA CONTRA EL MILITARISMO Y LA GUERRA. V CONGRESO DE PARÍS, 23-27 DE SEPTIEMBRE, 1900[4]
Resolución de la Cuarta Comisión, presentada al congreso por Rosa Luxemburgo. Fue adoptada por unanimidad.
I
El Congreso declara que en todos los países se debe hacer oposición diariamente al militarismo con celo, energía y vigor, y que los proletarios de todos los países deben unirse contra la alianza de la burguesía y de los gobiernos imperialistas.
El Congreso aconseja que:
- Los diferentes partidos socialistas deben instruir y organizar cuidadosamente a la juventud en la lucha contra el militarismo.
- Los diputados socialistas de todos los países deben votar en contra de los gastos militares y navales, especialmente en los casos de agresión colonial.
- El Comité Socialista Internacional permanente debe organizar en todos los países una agitación antimilitarista y un movimiento de protesta comunes y conjuntos.
El Congreso protesta contra las así llamadas conferencias de paz, similares a la de La Haya, que en la sociedad actual sólo pueden conducir a desastres, como se ha visto recientemente en la guerra del Transvaal.
II
- El Congreso de París condena la salvaje política de opresión del zarismo ruso contra los pueblos polaco y finlandés, y exhorta a los proletarios de todas las nacionalidades que sufren bajo el yugo del absolutismo a unirse en la lucha conjunta contra el enemigo común de la democracia y del socialismo.
- El Congreso condena las atrocidades del gobierno británico contra los Bóer de Sudáfrica.
- El Congreso afirma de nuevo su creencia en los sentimientos de simpatía y fraternidad que deben unir a todas las naciones, y denuncia el mal gobierno, la crueldad y las masacres en Armenia. Condena asimismo la complicidad criminal de los diferentes gobiernos capitalistas y exhorta a los diputados socialistas a intervenir en favor del pueblo armenio cruelmente oprimido, al que el Congreso brinda su ardiente solidaridad.
MILITARISMO Y CONFLICTOS INTERNACIONALES. VII CONGRESO DE STUTTGART, 18-24 DE AGOSTO, 1907
Resolución de la Primera Comisión, presentada al congreso por Émile Vandervelde. Fue aceptada por el congreso, tras incorporar una serie de enmiendas propuestas conjuntamente por Rosa Luxemburg, V. I. Lenin y Julius Martov en la comisión de redacción. Los fragmentos subrayados indican las enmiendas.[5]
El congreso confirma las resoluciones de los precedentes congresos de la Internacional contra el militarismo y el imperialismo, y declara una vez más que la lucha contra el militarismo no puede separarse de la lucha de clases socialista.
Las guerras que se producen entre los estados capitalistas son habitualmente el resultado de su rivalidad en la conquista de los mercados mundiales, porque cada uno de los estados no se limita a consolidar su propio mercado, sino que trata de conseguir otros nuevos. En este proceso es de la mayor importancia la subyugación de tierras y pueblos extranjeros. Además, estas guerras surgen como consecuencia de la incesante carrera de armamentos del militarismo, que es uno de los principales instrumentos de control de la burguesía y de la esclavización económica y política de la clase obrera.
Las guerras se ven alentadas por los prejuicios de una nación contra otra, que se fomentan sistemáticamente en beneficio de las clases dirigentes para apartar al proletariado de sus preocupaciones de clase, así como de sus obligaciones de solidaridad internacional de clase.
Así pues, las guerras son inherentes a la naturaleza del capitalismo; no cesarán hasta que la economía capitalista haya sido suprimida o cuando la magnitud del sacrificio de seres humanos, y de dinero exigido por el desarrollo tecnológico de la guerra, y el rechazo popular de la carrera de armamentos, desemboquen en la abolición de este sistema.
Esta es la razón por la que la clase obrera, que es la que proporciona en mayor número los soldados y la que realiza los mayores sacrificios materiales, es enemiga natural de la
guerra, que se opone a su objetivo: la creación de un sistema económico basado en principios socialistas que hará realidad la solidaridad entre las naciones.
El congreso mantiene, por lo tanto, que es deber de las clases obreras y especialmente de sus representantes en el parlamento, reconociendo el carácter clasista de la sociedad burguesa y los motivos que inducen a mantener el enfrentamiento entre las naciones, luchar con todas sus fuerzas contra el armamento naval y militar, y negarse a facilitar los medios para proseguirlo, así como trabajar por la educación de la juventud obrera en el espíritu de hermandad de las naciones y en el del socialismo, y procurar que tenga conciencia de clase.
El congreso ve en la organización democrática del ejército, en la sustitución del ejército profesional por la milicia popular, una garantía esencial para impedir las guerras agresivas y para facilitar la superación de las diferencias entre las naciones.
La Internacional no puede precisar la forma exacta que debe tomar la acción de clase obrera contra el militarismo en el lugar y tiempo adecuado, porque varía naturalmente en los diferentes países. Pero su tarea es la de fortalecer y coordinar en la medida de lo posible las iniciativas de la clase obrera contra la guerra.
De hecho, desde el Congreso de Bruselas [del 3 al 7 de agosto de1891], el proletariado, a través de su incansable lucha contra el militarismo, negándose a facilitar los medios para el armamento militar, y mediante su iniciativa para democratizar la organización militar, ha puesto en práctica las más variadas formas de acción, cada vez con mayor energía y éxito, para impedir que se produzcan guerras o para ponerles fin, y se ha servido de la agitación social provocada por la guerra para conseguir el objetivo de liberar a las clases trabajadoras. Por ejemplo, el acuerdo entre los sindicatos ingleses y franceses después de los acontecimientos de Fashoda para asegurar la paz y restablecer las relaciones amistosas entre Inglaterra y Francia; la intervención de los partidos socialdemócratas en los parlamentos de Francia y Alemania durante la crisis marroquí; las declaraciones de los socialistas franceses y alemanes en la misma ocasión; la acción concertada de los socialistas austríacos e italianos que se reunieron en Trieste para impedir un conflicto entre los dos estados; la intervención de los sindicatos socialistas en Suecia para impedir un ataque contra Noruega; finalmente, la heroica y sacrificada lucha de los obreros y campesinos socialistas en Rusia y Polonia en oposición a la guerra inspirada por el zar,para detenerla y utilizar la crisis en que se encontraba el país en pro de la liberación de las clases obreras.
Todas estas iniciativas testimonian la fuerza creciente del proletariado y su poder para asegurar la paz mediante su decisiva intervención; la acción de las clases obreras será tanto más efectiva cuanto más preparados se hallen sus espíritus para una acción adecuada y cuanto mayor sea el estímulo y la unidad que les garantice la Internacional.
El congreso se declara convencido de que la presión del proletariado podría conseguir el desarme internacional mediante los tribunales de arbitraje en lugar de las maquinaciones de los gobiernos. Esto haría posible utilizar con fines culturales los tremendos gastos de dinero y energía que absorben los armamentos militares y la guerra.
Si existe la amenaza de que estalle la guerra, es obligación de la clase obrera y de sus representantes parlamentarios de los países afectados, con la ayuda de la Oficina Internacional como poder coordinador, hacer toda clase de esfuerzos para evitar la guerra por todos los medios que parezcan efectivos, medios que naturalmente variarán con arreglo a la intensidad de la lucha de clases y la situación política general.
En caso de que a pesar de todo estalle la guerra, es su obligación intervenir a fin de ponerle término en seguida, y con toda su fuerza aprovechar la crisis económica y política creada por la guerra para agitar los estratos más profundos del pueblo y precipitar la caída de la dominación capitalista.
[1] El texto original es ‘Militarism’ en Taber, Mike (ed.) 2021, Under the Socialist Banner. Resolutions of the Second International 1889-1912, pp. 42-3.
[2] El texto original es ‘Social Democracy in the Event of War’ en Taber, Mike (ed.) 2021, Under the Socialist Banner. Resolutions of the Second International 1889-1912, pp. 50-1.
[3] El texto original es ‘War and Militarism’ en Taber, Mike (ed.) 2021, Under the Socialist Banner. Resolutions of the Second International 1889-1912, pp. 59-60.
[4] El texto original es ‘Militarism’ en Taber, Mike (ed.) 2021, Under the Socialist Banner. Resolutions of the Second International 1889-1912, pp. 71-2.
[5] Las enmiendas aparecen señaladas en Taber, Mike (ed.) 2021, Under the Socialist Banner. Resolutions of the Second International 1889-1912, pp. 157-9. La versión que aquí se utiliza es la traducción de Juan Faci y Román Izuzquiza de Joll, James 1976, La Segunda Internacional: movimiento obrero, 1889-1914, pp. 182-4. Disponible en: https://www.marxists.org/espanol/tematica/internacionales/2da-internacional/7mo- congreso-reolsobremilitarismo-1907-08-24.pdf