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De vuelta al Muro de Hierro. Comprendiendo el consenso de Israel sobre la guerra

Sari Orabi

Traducción al inglés por Shady Hamada

Traducción al castellano por Margo

Publicación original: Al-Rifaq

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¿Qué es la doctrina sionista del Muro de Hierro y cómo se ve la existencia de la entidad de la ocupación a través de su prisma?

El 4 de agosto de este año, Netanyahu se encontraba en una conmemoración de Ze’ev Jabotinsky en Jerusalén, trazando una línea directa entre la actual guerra de Israel contra Gaza y los batallones que Jabotinsky formó durante la Primera Guerra Mundial —unidades que, de acuerdo a Netanyahu, lucharon en Rafah, el monte Efraín[1] y los cruces del río Jordán[2]. La invocación por Netanyahu de Jabotinsky —quien menciona frecuentemente Rafah en su libro La historia de la legión judía— no es nada nuevo[3]. Sin embargo, esta conexión tiene otro significado en la actual guerra: para Netanyahu, la lucha de hoy en Rafah es lo mismo que la lucha del movimiento sionista en el mismo lugar hace cien años.

Si la guerra en Gaza supone una continuación natural de la ‘lucha’ histórica del sionismo, entonces Netanyahu se ve a sí mismo como el justo heredero de Jabotinsky. Los conceptos de este último son ahora el motor del sionismo, incluso entre facciones del mismo a las que se opuso en los 1920s, habiendo criticado sus estrategias de engañar a la población nativa de Palestina.

Mucho ha cambiado desde que Jabotinsky firmó su teoría del Muro de Hierro el 4 de noviembre de 1923 —en particular, la fundación de Israel y la evolución de la teoría en una piedra angular de la consolidación de la entidad sionista, así como de su consiguiente hegemonía regional. Pero los debates sobre el legado de Jabotinsky siguen resurgiendo persistentemente en el discurso israelí, sobre todo en el modo en que este discurso interpreta las implicaciones políticas e históricas de Jabotisnky. Necesitamos llevar a cabo un examen más detallado para poder comprender cómo el legado de Jabotinsky y su papel como fundador de la Unión de Sionistas Revisionistas —un papel que asumió en 1925 después de chocar con Chaim Weizmann, el líder sionista en ese momento— han alcanzado una especie de relevancia siempre renovada en los debates israelíes y en los momentos centrales de la historia sionista e israelí hasta el momento.

Primero, matar la esperanza

La teoría de Jabotinsky se asienta sobre cuatro pilares para atrincherar la entidad israelí y aniquilar la voluntad árabe de resistir. Primero, forzar la presencia de una mayoría judía en las dos riberas del río Jordán. Segundo, formar alianzas blindadas con poderes coloniales para establecer Israel, asegurando al mismo tiempo la existencia de una región árabe crónicamente débil para consolidar el poder regional israelí. Tercero, extinguir la esperanza y la motivación entre palestino y árabes respecto a la posibilidad de derrotar a Israel. Cuarto, construir una fuerza militar israelí abrumadora que los árabes no puedan quebrantar —o ni siquiera concebir quebrantar.

Jabotinsky se centró en la pérdida de esperanza en ir a derrotar a Israel entre los árabes como un requisito preliminar para negociar ‘desde una posición de victoria’ y cimentar la derrota psicológica permanente de los árabes. Sólo entonces podrían empezar a discutirse los derechos de las minorías árabes en ‘Israel’. Antes de eso, engañar a los nativos o establecer una ‘entidad judía’ mediante un acuerdo previo era impensable.

Aquí vemos cómo aparece una clara brecha entre la forma en que Jabotinsky hablaba de dos Estados bajo dominación judía o de igualdad de derechos para los diferentes sectores demográficos del ‘Estado judío’ y las políticas de Netanyahu, que aspiran a borrar la identidad política palestina y convertir a los palestinos en instrumentos que sirvan a la seguridad israelí, políticas que rechazan incluso a la Autoridad Palestina como homólogo. Pero, en otro ensayo titulado ‘La ética del Muro de Hierro’, Jabotinsky rechaza los debates morales ex post facto en torno al sionismo: una vez establecido, la existencia de Israel es inherentemente moral porque los judíos ‘merecen’ un Estado a pesar de que sean una minoría, mientras que los árabes tienen las ‘vastas tierras de Marruecos a Arabia’. De manera crucial, Jabotinsky (al igual que los primeros sionistas) se refería a los nativos como ‘árabes’ y no ‘palestinos’ —borrando su identidad distintiva para justificar su expulsión. Esta visión persiste en el discurso israelí, especialmente entre la derecha.

Jabotinsky defendía su ‘moralidad’ en lo respectivo a los pueblos indígenas citando su firma del Programa de Helsingfors (1906), un documento sionista de Rusia que reconocía a los judíos como un grupo nacional merecedor de igualdad de derechos, incluyendo autonomía cultural, educación hebrea, pero todo dentro del marco del Imperio ruso. De este modo, puede decirse que el sionismo no se oponía a concederles algunos derechos a los palestinos dentro de una mayoría judía —no obstante, sólo después de haber aplastado cualquier esperanza de atravesar el Muro de Hierro. Pero este recurso a Helsingfors, irónicamente, acorta la distancia entre Jabotinsky y Netanyahu. La forma en que Jabotinsky hablaba de ‘dos Estados’ resulta no ser más que una mención pasajera, puesto que cualquier forma de nacionalidad nativa tenía que quedar, de cualquier forma, subsumida bajo el control israelí.

La existencia de Israel ha dependido del Muro de Hierro: una mayoría judía impuesta mediante la fuerza militar, la limpieza étnica y derrotas árabes humillante. El tratado de paz egipcio-israelí de 1979 seguía esta lógica —firmado una vez que Israel había hecho añicos la esperanza egipcios de atravesar el Muro. No es sorprendente que Menachem Begin, el heredero en el Likud del movimiento Betar de Jabotinsky, supervisara aquel acuerdo.

La pregunta sigue en pie: ¿Por qué revivir el Muro de Hierro hoy? ¿Cómo moldea la guerra de Netanyahu sobre Gaza —incluyendo sus dimensiones regionales?

La guardia de la colonia y el guardián de los muros

En El Muro de Hierro: Israel y el mundo árabe (2000) —traducido al hebreo en privado después de que cinco editores israelíes lo rechazaran— Avi Shalim apunta el profundo arraigo de la doctrine en el pensamiento israelí y sus interpretaciones en disputa. Estos debates surgen siempre que la estabilidad colonial está bajo amenazada.

La segunda Intifada revivió a la fuerza el Muro de Hierro en el discurso israelí. En junio de 2001, Limor Livnar, del Likud, publicó ‘De vuelta al Muro de Hierro’, que acusaba a la izquierda israelí de traicionar la doctrina (por entonces, central para la estrategia militar israelí) y de ver Oslo como una rendición palestina permanente. Al contrario que Shlaim, que creía que Jabotinsky buscaba una futura paz por medio de la fuerza (una vez, por supuesto, que los árabes aceptaran que no se podía derrotar a Israel), Livnat consideraba que el Muro de Hierro era una doctrina inamovible y argumentaba que los árabes nunca abandonaron la esperanza de la victoria. Para Livnat, entonces, Oslo era una falsa capitulación. De este modo, la operación Inundación de Al-Aqsa representaba la prueba más cruda, no sólo de la persistencia de la esperanza palestina, sino de la viabilidad de la ruptura del Muro de Hierro. Para Netanyahu y los sionistas, esto significa que el Muro no es simplemente una herramienta para imponerles la rendición a los árabes —es una cuestión existencial para los israelíes. En un discurso de 2023, Netanyahu declaraba:

Jabotinsky es un mentor espiritual clave. Heredé su legado por mi padre, el historiador Ben-Zion Netanyahu, que era cercano a Jabotinsky […] La fuerza de Israel viene de sus dos palabras: Muro de Hierro […] Este protege al Estado judío, forzando a sus enemigos a aceptar su existencia. Un siglo más tarde, todo el mundo reconoce su racionalidad […] Sólo gracias a este Mura ha podido persistir en esta tierra frente a la hostilidad árabe.

Mucha gente le atribuye la guerra prolongada en Gaza al narcisismo de Netanyahu, a la supervivencia política a través de la guerra extendida o a los fracasos del 7 de octubre. Pero la omisión más crítica es la alineación de Netanyahu con la doctrina de Jabotinsky, que domina el ADN de la sociedad y los dirigentes de Israel.

La Inundación de Al-Aqsa hirió el ego de Netanyahu (el ‘Rey de la Seguridad’ ahora tenía una cicatriz), pero también marcó la más honda vergüenza para los ‘guardianes del Muro de Hierro’. Puede que esta brecha abierta no se vuelva a cerra del todo.

La operación fue la prueba más cruel para la doctrina militar y existencial de Israel. Mientras la dereche reivindica que sostiene mejor la visión de Jabotinsky, el 7 de octubre convirtió por consenso el Muro de Hierro en un imperativo existencial para todos los israelíes. Así, el genocidio y la represalia total disfrutaron de un amplio apoyo: sin restaurar el Muro de Hierro, Israel duda de su supervivencia.

De este modo, las acciones recientes de Israel —ataques aéreos en Yemen, el asesinato en Beirut de Fuad Shuker, de Hezbollah; el asesinato del líder de Hamas, Ismail Haniyeh, en Teherán— apuntan a lograr de nuevo, estratégicamente, la capacidad de disuasión del Muro de Hierro. Permitirles a los poderes regionales atacar ‘fácilmente’ a Israel contradice una doctrina que ahora es fundamental para su existencia.

Aquí yace el consenso de Israel: las disputas internas sólo versan sobre las tácticas para reconstruir el Muro. Es probable que ningún israelí que critique a Netanyahu tocaría los objetivos centrales de la guerra si estuviera en el poder. Contra este telón de fondo, Jabotinsky vuelve a aparecer. ¿Es la devastación de Gaza —vidas quebradas, desplazamientos masivos, decenas de miles asesinados y heridos— suficiente para que Israel se detenga mediante una tregua con Hamas, permitiendo que el ejército se reagrupe para una venganza futura? ¿O podría un acuerdo así quebrar aún más el Muro de Hierro, a medida que la entidad negocia con el movimiento mismo que juró aniquilar?

Algunos israelíes sostienen que la devolución de rehenes está en línea con el Muro de Hierro (probando que ‘el valor de un judío es supremo’). No afirman que el Muro esté restaurado, pero ven una tregua como una pausa pragmática. Pero, para los ‘más fieles guardianes’ de la doctrina, esta visión misma destruye el Muro —implicando que los israelíes cautivos con la resistencia palestina son un precio que merece la pena pagar por la supervivencia de la entidad.


[1] El ‘monte de Efraín’ es un término bíblico que se refiere a una región en el centro de la Plestina histórica (hoy, la Ribera Occidental).

[2] Los ‘cruces del río Jordán’ se refieren a puntos estratégicos, como el puente Allenby, que tuvieron significancia militar durante la Primera Guerra Mundial.

[3] La historia de la legión judía, publicado por Bernard Ackerman en 1945, trata de los batallones judíos en la Primera Guerra Mundial

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